Al filo de las 19:25 horas del 3 de julio, el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina publicaba en sus redes sociales una reflexión sobre sus 200 días de gobierno. Mil 480 horas de una gestión que nació en días aciagos y en menos de un mes había dado un vuelco de 180 grados a la entidad en todos los sentidos, sobre todo el político.
“Ser un Gobierno PRESENTE -escribió el mandatario- entraña un gran compromiso, porque presencia que no se traduce en respaldo solidario, acompañamiento, empatía y búsqueda de soluciones, se queda en mero simbolismo.
“Hoy ratifico mi llamado a la unidad por Puebla, pero más que eso, mi llamado a que hagamos de esta unidad el motor que nos mantenga plenos, trabajando con un mismo objetivo.
“Las diferencias son válidas, necesarias incluso en una democracia, pero no debemos quedarnos estancados en ahí, por el contrario, debemos seguir adelante, propiciar el diálogo y la disposición para construir. Ahí está la plenitud.
“Simón Cohen, uno de los autores que más han marcado mi vida, dice con sabiduría: ‘sólo se vive una vez, pero si se hace correctamente, una vez es suficiente’”.
Y sí, en el ámbito de la administración, una vez es suficiente para saber si un político tiene la madera para representarnos. Una vez basta para conocer las entrañas del oficio político que acompañan al hombre de poder.
Más allá de la reflexión realizada por el gobernador poblano, ese mismo 3 de julio, muy temprano, a 132 kilómetros de distancia, en la tribuna más alta del país; allí donde se traza el curso de la nación, en donde se desnudan cariño y rechazo, se develan los secretos de quizás el hombre más poderoso en los últimos seis sexenios en México, fue donde se pronunciaron las palabras más elogiosas hacia Sergio Salomón.
Andrés Manuel López Obrador nos ha acostumbrado a entenderlo en los guiños y las palabras. Por estos sabemos si detrás de una frase pronunciada con una amplia sonrisa o una tersa calma se encuentra un duro mazazo del poder o una confidencia real de aprecio y respeto.
“Sergio Salomón, gobernador de Puebla, es un hombre de bien, es una gente buena, honesta, hemos trabajado muy bien con él. Y respetuosos de su ámbito de competencia, porque esto corresponde a un gobierno estatal, sí le presentamos un informe sobre esta persona que, como tú lo estás reseñando, tiene esos antecedentes”, fue la primera frase pronunciada por López Obrador.
El tema había sido la designación de Ardelio Vargas Fosado como secretario de Gobernación estatal. Para los analistas inmediatos, no pasó de ser una declaración más, pero eso es imposible con un presidente cargado de mensajes y simbolismos.
Y agregó: “Hay la gran ventaja, grandísima ventaja de que el gobernador de Puebla es una gente de primera, que tiene todo nuestro apoyo, que tiene todo nuestro respaldo, al que estimamos mucho; entonces, también por esa confianza podemos informar”.
“Hombre de bien”, “gente buena, honesta”, “hemos trabajado muy bien con él”, “una gente de primera”, “tiene todo nuestro apoyo”, “nuestro respaldo”, “al que estimamos mucho”, “con esa confianza podemos informar”.
¿Si ese no es un gran mensaje, entonces, qué lo es?
Lo que hay detrás de esas palabras es el fruto de la ruta trazada por Sergio Salomón. Arribó, como decía líneas arriba, en momentos aciagos para Puebla y con una velocidad impresionante sentó a todos los sectores sociales, empresariales, políticos y partidos políticos en la misma mesa, para empaparlos de los nuevos tiempos, tiempos de diálogo y conciliación.
En un principio, la aduana más compleja estaba en la Secretaría de Gobernación federal, en donde Adán Augusto López Hernández, lo veía como aquel político que se atrevió a protagonizar la noche de los celulares apagados. A golpe de diálogo, entendimiento mutuo, certeza del rumbo, Sergio Salomón se lo echó a la bolsa y fue allí donde descubrimos al animal político que se guarecía en la sangre del oriundo de Tepeaca.
Claudia Sheinbaum Pardo fue la encargada, por otra parte, de acercarlo con gobernadores y secretarios de Estados. Lo placeó, lo presentó, lo alentó. Sergio Salomón aprovechó de cabo a rabo la oportunidad y las puertas de los despachos más importantes del gobierno federal se abrieron.
Sin embargo, la prueba de fuego estaba justo en Palacio Nacional. Todo hizo química. Luego vinieron más reuniones y la emblemática frase: “Todos me hablan muy bien de ti”, que pronunció el mandatario federal en uno de los encuentros que tuvo con el poblano.
Para navegar en las complicadas y pantanosas aguas de la política nacional se necesita mucho arrojo, ser un hombre de Estado, inteligencia y tener una hoja ruta que ofrezca certeza cuando se necesite abrir las rendijas. Con eso y más arribó Sergio Salomón cuando rindió protesta como gobernador de Puebla.
Ocho frases emblemáticas, cargadas de simbolismo y desnudez del alma fueron pronunciadas en la máxima tribuna del país a favor del gobernador poblano.
Ocho frases que revelaron, sin que nadie lo preparara, la esencia de los 200 días de un gobierno que dio un giro de 180 grados a Puebla; que confirmaron que al poder arribó la nueva clase política que se cocinaba a fuego lento y estaba lista para el salto a escena.
Palabras surgidas de la voz de un animal político como pocos para describir a un mandatario con 200 días en que el poder se transformó y se hizo presente de otra forma.