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viernes, noviembre 22, 2024

Sano juicio

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“Nadie en su sano juicio”, es una expresión de la sabiduría popular que evidencia una forma de inteligencia oportuna, suficiente y congruente con la circunstancia en la que se actúa. 

Algo parecido, también de la sabiduría popular, es aquella expresión que nos recuerda que “no hay borracho que coma lumbre”. 

Es difícil decidir y actuar cuando, por un lado, se tiene un interés estratégicamente importante para la vida de un ser humano y la realidad es que siempre será diferente a como se le apetece, o a como se le desea. 

En política esto es muy frecuente y sugiere, al menos, dos caminos: uno, el sometimiento, forzado o aceptado, sin otra posibilidad para permanecer activos, disponibles y con una oportunidad; y el otro el del rompimiento que sería el camino que persigue preservar una supuesta dignidad que, también en política, es algo poco frecuente.  

Entre la oportunidad y la dignidad, en medio de los dos, está el chantaje. 

Pero el chantaje es una difícil habilidad entre dos o más personas que no están en el mismo nivel jerárquico. Es, en todo caso, un desperdicio de toda la historia construida. No otorga mérito, ni oportunidad, solo dilapida lo poco que se tenga o, al menos, lo hace más barato y no atractivo. 

¿Quién de los aspirantes presidenciales en Morena, quién, en su sano juicio, se atrevería a chantajear al Presidente de la República? Al líder al que, hasta el último instante, antes de perder el equilibrio mental habrían jurado lealtad eterna y de quien, también hasta el último instante, han recibido todo lo que un político profesional hubiera querido tener. 

Para muestra está la misma nominación como aspirantes a la presidencia, que dentro del partido comenzó con el permiso para contender que les dio, abierta o tácitamente, el líder de Morena. Ojo, no se confundan con el señor Delgado. 

Todos, desde que aceptaron tal honor, sellaron el compromiso de ir unidos, felices y con ánimo de trabajar, así sea que no les corresponda la decisión; perdón, el resultado de la encuesta. 

Está claro en los acuerdos de ese partido que a todos les tocará algo y no precisamente un reintegro como en el sorteo de la Lotería Nacional. 

Entonces la inteligencia está clara, sobrevivir a cualquier precio, así no le toque la candidatura a la Presidencia de la República. Esta es la otra forma de dignidad, vivible, sin perder la existencia política que también augura nuevas oportunidades para el futuro siguiente. 

Pero también la tradición, una institución que aun cuando se hable de Transformación, no se transforma; deja claro que quien no acepta o no se somete recibirá el trato de traidor. Nada que ver con todas las posibles salidas de ningún formato de dignidad. 

Y de los cuatro morenistas, ninguno en su sano juicio, abriga la mínima idea de no aceptar la decisión de quien manda en su partido y que será quien interprete los resultados de la encuesta oficial. 

Viéndolo de otra forma: a dónde podrían ir cualquiera de los cuatro que hiciera berrinche y, por un aparente chantaje, amenacen a su partido con irse a otro lado.  No habría partido alguno, que quede claro, que los pudiera recibir y menos como su candidato presidencial. 

Ningún partido, así sea de los que se autodefinen como de oposición, quisieran ser destino del enojo presidencial, así tuviesen que quedarse sin candidato posible a la Presidencia de la República. 

Así que si alguno dice que si su partido le hace una “chicanada” se iría a otro partido, o renunciaría a su militancia en Morena, no le crea; está fanfarroneando, sólo se trata del esbozo de una posibilidad, pero solo para las declaraciones en la prensa. 

En la vida real ninguno está pensando en ello.   

Así que, por favor, deje de elevar al cielo sus oraciones para que uno u otro aspirante presidencial no amenacen a su partido con eso de irse a otro lado.   

Su importancia como aspirantes presidenciales es también circunstancial, efímera y solo dentro de su partido.  Afuera, no valdrían igual. Peleados con quien manda en el país, apestan.  

Así que tranquilos; las declaraciones solo son al calor de la contienda interna. Aspiran a demostrar su fuerza y su competitividad.  Reactivan a su partido y, lo más importante, sirven a quien mandan. Aquí está su verdadera importancia.  Ninguno se espante, que no corra la sangre al río. 

Esto apenas comienza. 

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