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jueves, noviembre 21, 2024

El ejercicio artístico del Huesos DJ

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La experiencia estética se puede pensar como un diálogo entre autor y lector a través de la obra de arte, en este sentido los objetos artísticos son potencialmente transformadores de la realidad puesto que, al provocar movimientos en las ideas y afectos que se tienen sobre dicha realidad, inciden en las decisiones que se toman y, por tanto, en los actos que se realizan. Si se considera a la subjetividad como una síntesis de las experiencias individuales y sociales desde las que se configuran los lazos sociales, toda experiencia se inscribe en un discurso de orden político: se trata de modos de realización de la gregariedad humana que se actualizan en lo cotidiano y encuentran en el ámbito artístico momentos de reflexión que pueden ser decisivos para la existencia; la actividad artística implica una responsabilidad ética, ya que al acercarse el lector a un conjunto amplio de herramientas para pensar las realidades del mundo se visibiliza que dicha realidad no está dada, y que tanto la obra como la subjetividad son parte de un proceso reactualizable. El filósofo español Alfonso López Quintás ha dedicado gran parte de su trabajo a este respecto; en el prólogo de El poder transfigurador del arte reflexiona sobre la potencias y posibilidades formativas de la experiencia estética:

Por su propia estructura, no sólo por los contenidos que expresa, el arte alberga un poder formativo sobre saliente. Hoy día suele cultivarse con intensidad el arte, por ser atractivo a los sentidos e incitante para la fantasía. Con frecuencia se lo considera como una «diversión gratificante y noble». Ciertamente, la experiencia artística nos libera del carácter a veces anodino de nuestra vida cotidiana, y tal liberación nos «di-vierte». Es decir, nos distancia de lo consabido y rutinario. Pero la meta del arte no es divertir, en el sentido vulgar de pasar un rato agradable. Su propósito es instarnos a vivir procesos creativos sumamente valiosos, sumergirnos en ámbitos poderosamente expresivos que personas bien dotadas nos han legado para dar una alta calidad a nuestra vida personal.

Privilegiar las experiencias estéticas, es decir, las vivencias de aquello relacionado con el pathos y la racionalidad humana, fundamentalmente las que provienen de los objetos artísticos, se muestra como un proceso de búsqueda constante en el ser humano, aunado a lo anterior, resulta importante advertir las cualidades del carácter político de tales experiencias; así, las decisiones de qué se expone, dónde y a través de qué medios, son referencias que se insertan en una memoria colectiva y subrayan los modos estéticos que un grupo social ha señalado como fundamentales para escribir su historia. Resulta que al asumir a los objetos artísticos como síntesis de la actividad reflexiva, procesos técnicos e intercambios sociales, puede evidenciarse que en toda obra acontece un vínculo entre tradición y actualidad, que al mismo tiempo de estar dirigido por la intención del autor, está abierto a la interpretación: el objeto artístico es un discurso mediado por la tensión entre sensibilidad y la racionalidad del sentido. Cabe recordar lo que Charles Baudelaire menciona sobre la práctica artística:

No hay azar en el arte, en mecánica tampoco. Un buen hallazgo no es sino la consecuencia de un buen razonamiento, del que a veces se han omitido deducciones intermedias, así como un fallo es la consecuencia de un principio falso. Un cuadro es una máquina, cuyos sistemas son todos inteligibles para el ojo entrenado; donde todo tiene su razón de ser, si el cuadro es bueno; donde una tonalidad está siempre destinada a realzar otra; donde un error puntual en el dibujo es a veces necesario para no sacrificar algo más importante.2

El poeta francés fue un escritor interesado en profundizar en las implicaciones estéticas del trabajo artístico, las cuales eleva a problemas ético–políticos. Baudelaire parte del gusto y las convicciones personales para abrir los horizontes del lector hacia una interpretación a través de una posición política y del efecto crítico que proviene de la experiencia estética, desde una reflexión subjetiva sobre la genialidad; Baudelaire se muestra convencido de que las obras reflejan las certezas íntimas de un artista, y que estas logran una narración filosófica a través de su producción.

Es bajo esta luz que el trabajo de Carlos Flores Rom, conocido en el gremio como El Huesos DJ, encuentra lugar en la actividad artística actual de México. La trayectoria del maestro grabador, originario de Puebla, muestra un trabajo comprometido con el estudio y la experimentación técnica, además de una propuesta discursiva que retoma íconos de los mass media para insertarlos en un conjunto que permite cuestionar sus valores semánticos y, por lo tanto, reconfigurar subjetividades con referencias como la lucha libre, las prácticas religiosas o las deidades de culturas mesoamericanas, interactuando en escenarios abiertos a la crítica política.

Un ejemplo de lo anterior es que el estudio del trabajo de Warhol le permite al grabador mexicano modificar formal, y semánticamente, el contenido de su placa de linóleo para hacer protagonista al monstruo de Creature from the Black Lagoon en la sopa Campbell’s en una suerte de ficción científica se mantiene latente en la superficie de esa lata.

En palabras del artista “el personaje se enamora y una forma de enamorarse es a través de la comida, por eso la apropiación de la lata Campbell´s de Warhol con el personaje del monstruo de la laguna negra…por eso la titulé Sopa de Pescado”.

La distancia entre las impresiones de Rom y la mercancía efímera se localiza en una estrategia en la que la metáfora muerta adquiere potencial de resignificación, como López Quintás señala: “El arte de todos los tiempos, si lo vemos con la debida hondura, nos ayuda a prever a qué altura puede elevarse nuestra vida si advertimos que ésta no sólo se desarrolla entre objetos […] Qué son los ámbitos, qué posibilidades nos ofrecen, qué horizontes nos abren… son cuestiones decisivas que la experiencia estética nos aclara de forma lúcida y aleccionadora.”3 De tal suerte, resulta menester cuestionarse y reflexionar sobre la diferencia entre el consumo de imágenes y la experiencia estética mediada por un ejercicio reflexivo. Se trata de un modo de comprender del que el lector puede desplegar no sólo una postura de oposición, rechazo o indiferencia, sino devenir sujeto de interpretación a través del ejercicio como interpretante. ¿Qué dice de mí el objeto artístico?, ¿cómo y de qué modo me concierne?

Por ejemplo, en la pieza titulada “BADMAN” el artista hace uso de uno de los íconos más representativos de DC Comics e interviene el texto cambiando la consonante “t” por la “d”, provocando un juego en la semántica del ícono de la cultura pop que propicia una interpretación sobre el empresario que destina parte de su fortuna a la industria armamentística, y, por lo tanto, señala la incongruencia entre luchar contra los criminales al mismo tiempo que se les abastece de armamento.

Sin duda, históricamente el arte ha mostrado sus cualidades objetivas y potencialidades subjetivas de transformación, los modos de articular la historia en común y la historicidad provocan el retorno a preguntas sobre las políticas culturales del Estado, el manejo de las instituciones y la participación de los artistas en todo esto. Tal vez baste con asumir que las manifestaciones artísticas pueden comenzar y terminar en sí mismas, sin que ello implique suspender su relación con el contexto como lo muestra el trabajo de Flores Rom, para quien lo “Hecho en México” tiene a la hibridación como eje de generación de sentido, lo cual podemos notar en los trabajos que se realizan en talleres como TOTEM GRÁFICA PIPOPE, dirigido por El Huesos, relevante para plástica mexicana actual.

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