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sábado, noviembre 23, 2024

Julio Ruelas: artista de la modernidad

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En el boulevard Edgar Quinet se encuentra el cimetiére de Montparnasse. En medio del silencio quebrado por el graznido de cuervos bajo frondosos árboles, reposan celebridades como Baudelaire, Maupassant, Proudhon, Tzara, Beckett, Ionesco, Cioran, Sartre y Simón de Beauvoir, Man Ray, Margarite Duras, Cortázar, César Vallejo, Susan Sontag, y los mexicanos Porfirio Diaz, Carlos Fuentes y el artista Julio Ruelas, quien falleció en París el 16 de septiembre de 1907. Su tumba resulta visible por la escultura que realizó Arnulfo Domínguez Bello: una mujer postrada sobre la lápida. El sepulcro lo pagaron Auguste Rodin y Jesús Luján, quien financiaba “La Revista Moderna”.

Ruelas había llegado a Francia en 1904 con una beca que le gestionó Justo Sierra. Visitó Holanda, Bélgica y Alemania, recorriendo museos y talleres de artistas y se instala en París, donde estudia con el artista Cazin, quien le enseña la técnica del grabado al aguafuerte.

Ruelas nació en Zacatecas en 1870, desde donde se trasladó a estudiar a la ciudad de México ingresando a la Academia de Bellas Artes. En 1892 viaja a Alemania a estudiar en la academia de arte de Karlsruche. Regresa a México con una mayor amplitud de miras al conocer la obra de Arnold Böcklin.

Entre su producción plástica destacan “El ahorcado”, de 1890, que manifiesta sus preocupaciones existenciales, y “La domadora”, de 1897, un óleo que muestra su predilección por la alegoría: una mujer desnuda que enfrenta una amenaza sin temor con una actitud desafiante; el artista nos comparte el reconocimiento de la autoridad de la mujer en la relación erótica.

En 1898 se funda “La Revista Moderna”, que reconoce a su predecesora, “La Revista Azul” de Gutiérrez Nájera, como una expresión del modernismo en un horizonte estético que trasciende el romanticismo, asumiendo el simbolismo como una premisa estética para la creación artística. Entre los responsables del proyecto editorial figuran Amado Nervo, Jesús Valenzuela y Jesús Estrada; participan escritores y artistas que comparten la disposición hacia las nuevas expresiones artísticas universales. Ruelas colabora en la revista con obra gráfica a la par que realiza su producción pictórica: en 1900 pinta el óleo “La magnolia”, una obra cargada de alegorías en la que podemos testimoniar la actitud reflexiva del artista quien contrasta la presencia humana ensimismada frente a una magnolia cuya existencia es fugaz pero plena de belleza, acaso una metáfora de la fugacidad de la vida.

En 1904, Ruelas pinta una de sus obras fundamentales: “La entrada de Jesús Luján a la revista Moderna”, un homenaje al mecenas que patrocinaba la edición de la revista que se convirtió en un referente en Latinoamérica. En éste óleo observamos a Jesús Luján, quien arriba a un jardín montado sobre un unicornio, mientras Jesús Valenzuela, transformado en un centauro, le da la bienvenida; en el árbol situado a la extrema izquierda de la pintura observamos al pintor Izaguirre en la figura de un sátiro; agrupados bajo las ramas aparecen Efrén Rebolledo y Dávalos como centauros, Urueta es una sierpe, José Juan Tablada y el escultor Jesús Contreras son dos pájaros: el escultor aparece con una ala rota en referencia al brazo que perdió por el cáncer. Contreras fue quien elaboró el conjunto escultórico de Zaragoza, cuando aún tenía ambos brazos, su trabajo más célebre es la escultura en mármol “Malgré tout”. Un fauno ahorcado pende del árbol, el propio artista Julio Ruelas quien, mediante la ironía y el sarcasmo, denuncia la vanidad y fatuidad del mundo social.

Ruelas destaca por una destreza y habilidad gráfica que pone al servicio de su sensibilidad tanto en el dibujo preciso como en el grabado al aguafuerte. En su pintura se percibe la influencia del art Nouveau y de las posibilidades imaginativas del simbolismo: su obra está impregnada de alegorías, alusiones, imágenes sugestivas cargadas de un humor sarcástico cuando no macabro.

En la obra al aguafuerte “La Crítica”, de 1907 -año de su muerte-, Ruelas ofrece una síntesis de su propuesta estética: una mirada irónica, aguda, contundente acerca de la manera en que la obra artística es evaluada por la élite que se asume con autoridad para validar, decidir y señalar los valores que rigen el arte descalificando aquello que según sus parámetros, no se supeditan a dicha evaluación. “La Crítica” es un pequeño monstruo con una nariz puntiaguda que clava en la cabeza del artista -el propio Ruelas-, el monstruo lleva un sombrero de copa- la pretensión- y unas orejas muy grandes, pero sus ojos se apoyan para ver en unos anteojos muy gruesos, es decir, la crítica no ve bien pero tiene las orejas de tamaño excesivo para participar de los corrillos y murmuraciones. En esta obra Ruelas postula una crítica de la crítica, asumiendo una conciencia y definición del quehacer artístico: toda obra artística es un pronunciamiento, una toma de posición ante la realidad que el artista transfigura y trasciende. El artista al crear su obra dota de símbolos y significados la misma, configura sus propios valores ante los cuales la crítica solo puede conjeturar ya que se encuentra incapaz de entender todo aquello que es innovador y para lo cual aún no está en disposición de comprender. Con “La Crítica” Ruelas sintetiza en una poderosa imagen, su postura sarcástica en una resolución técnica que aúna a la imaginación, la precisión y destreza gráfica.

Ruelas pertenece a la generación de transición del siglo XIX al XX, cuyos exponentes Germán Gedovius, Ángel Zárraga, Saturnino Herrán y Joaquin Clausell transformaron el arte finisecular de la academia abriendo nuevos horizontes desde el simbolismo, el art Nouveau, el impresionismo, posibilitando la amplitud de horizontes estéticos para el arte moderno en México.

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