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viernes, noviembre 22, 2024

El maniqueísmo absolutista o la doctrina del “No hay alternativa”

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Para nadie es extraño, o por lo menos para mi mente encaprichada, que la sociedad, después de sumergirse en una serie de hábitos y mal habidos instantes, se reduzca a concebir una crisis social. 

Las crisis sociales han existido siempre, no es cosa nueva hablar de estos temas, ni en el café ni en la academia o en los bares. Pero algo nuevo y cotidiano es aceptar esta crisis social como una de las más contundentes que han existido en la humanidad. 

Si nos situamos en otros escenarios históricos que merecen pensarse catastróficamente, viene a mi mente el derribo del Muro de Berlín, pues se develaba también la ruptura de dos grandes fantasmas y llevaba consigo al único vencedor: El neoliberalismo. 

El crecimiento de la crisis social es cada vez más visible y palpable para muchos. Si hablamos en términos más concretos, el alcance global se había venido alimentando con todo y su doctrina del “No hay alternativa”, tal como menciona la Maldad Líquida de Leonidas Donskis bajo la sombra de Zygmunt Bauman. TINA (There Is Not Alternative) pone de manifiesto lo que en esta columna nombro el Maniqueísmo Absolutista. 

Comenzaré planteando una experiencia personal. Pasó más de una década para que mi comprensión novata detallara las contradicciones que solían enfrentarse en los días de viaje por América. Sí, porque a nadie voy a negar que muchas contradicciones las comprendí en dichos viajes de mochila. Considero que moverse de sito incrementa perspectivas y enfoques. 

Mientras el boom de la tecnología colapsaba en América del Norte y sus respectivos rebotes en México. Yo me encontraba en el Amazonas recorriendo selva virgen y registrando en mis diarios de campo el número de misioneros que veía y sus influencias. Contando cada cinco minutos barcos de carga repletos de troncos para las empresas multinacionales que fabrican papel.  

Antes de viajar, percibí dejos de indiferencia ante problemáticas sociales o hacia el mismo futuro de algunos jóvenes que fueron perfectamente bien caracterizados por el Cine Colombiano a finales de los 90, específicamente evidenciados por el cineasta Víctor Gaviria. Donde describe a la juventud callejera de Medellín como entidades del “No-Futuro”. La vendedora de rosas y Rodrigo de no futuro son una muestra del ejemplo de juventud desenfocada a la que refiero.  

Al regresar a México, después de ocho años desconectada del tiempo lineal posmoderno noté un fenómeno que en mi mente nombré: Maniqueísmo Absoluto. Fue como regresar de un viaje en el tiempo. No supe si confundir territorio con temporalidad o viceversa.  

Las diferencias entre las familias pre-modernas y post-modernas se resume en una lista, que como rompecabezas se ha ido armando en el constructo del imaginario social.  

Las familias pre modernas, según las acotaciones de Pedro Cordero, marcan notables diferencias en la distinción que existía entre la casa y el trabajo. Hoy en día las familias post modernas no hacen esa distinción. Con la llegada de Covid es más notorio el cambio.  

El núcleo familiar también ha tenido importantes permutaciones en las familias menos ortodoxas, pues la figura materna que se caracterizaba como cuidadora, en estos días se reconoce como una crianza compartida y la idealización de la madre trabajadora. Generadora de impuestos. Quizás este punto sea uno de los más perturbadores, pues muchos psicólogos posmodernos hablan de una sociedad huérfana.  

Si observamos el fenómeno desde las consecuencias y no desde las causas (¿qué es más importante, criar a un hijo propio o trabajar?) entonces las sociedades huérfanas atraen mejores crisis, por supuesto.  

En este sentido, se comprende lo que Leonidas Donskis y Bauman llaman Maldad Líquida, pues surge motivada por otros factores más intensos que fomentan miedo, caos, incertidumbre, desprotección y la inseguridad posible. La maldad líquida viene del más allá globalizado para perturbar al individuo con los cambios estructurales.  

También podemos hablar sobre las bondades de la incertidumbre y lo que representa desde la complejidad posmoderna. Pero es más simple entender las carencias que las responsabilidades sociales. Es decir, la incertidumbre es más nutritiva y natural que el miedo que se infunde en actos moralistas. Parece que la moral se apodera de las sociedades. De ahí viene el maniqueísmo absolutista al cual refiero. Se condensan las décadas de inculcar los actos sociales a partir de una moral constituida en los medios de comunicación masivos, en las instituciones y por supuesto en las familias. 

Hoy en día a nadie sorprende el hecho de que las feministas y todas sus versiones promuevan al unísono las críticas al Amor Romántico que caracterizaba a las familias Pre modernas. Hoy en día se habla del amor consensual.  

La identidad del individuo se retiene en algún sitio poco transitado para dejarnos llevar mejor por las corrientes económicas. Las crisis estructurales generan infraestructuras ineficientes y, por ende, las infraestructuras eficientes generan democracias plenas.  

América Latina con su crisis estructural y otros matices trae consigo problemáticas sociales más complejas: Deudas y drogas, las cuales son consideradas estructuras desde afuera del Continente Americano, por lo menos. 

Tratar de comprender un continente tan complejo como América toma décadas de análisis, de confrontaciones desde la realidad Latinoamericana o Iberoamericana, hago esta diferenciación porque depende el posicionamiento político desde el cual estemos hablando.  

No queda más que seguir comprendiéndonos desde nuestras propias complejidades. Ya lo postuló Rolando García y Ricardo Maldonado. América Latina o Iberoamérica: Lugar donde nace la Complejidad que aún no es ciencia, tampoco corriente antropológica, tampoco técnica, pero existe y nos identifica más allá de la Interculturalidad.  

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