El diputado panista Jorge Triana dijo de pronto, en medio del debate provocado por el senador Alejandro Armenta, que el Congreso de la Unión no debe convertirse en la arena en la cual disputen la candidatura de Morena a la gubernatura de Puebla el propio Armenta y el diputado Ignacio Mier.
Hacia las doce y media de la tarde, el presidente de la Mesa Directiva pidió la palabra para revelar algo que movió hígados, corazones y cuajos: que la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia, lo había amenazado.
Al tiempo que hablaba, detrás suyo aparecían las copias de los WhatsApp enviados a las nueve de la noche el martes 16 de mayo.
Dejo ante el hipócrita lector la transcripción casi textual del diálogo que sostuvieron.
Sólo metí mano en temas de puntuación y ortografía en aras de que la lectura sea más fluida.
—Hola, Soy Norma Piña. Hablo a nombre estrictamente personal pero lo sostengo en público. ¿Usted puede ver a los ojos a sus hijos o hijas después de lo que dice?
—Sí, Norma, dígame.
—Lo que le escribí.
—Sí. ¿Y usted lo puede hacer?
—Totalmente.
—¿Usted tiene calidad moral para preguntarme ello?
—Totalmente.
—Qué bueno.
—La vida nos juzgará. Buenas noches!!! Y si quiere hacer pública esta conversación yo no tengo problema.
—¿Me está amenazando? Claro que lo voy a hacer. La reto a que me lo diga en público.
—Para nada. Estoy convencida que la verdad siempre triunfa.
—La reto a que tenga el valor de decirlo en público. Y no se escude en su cargo. Yo no lo hago.
—Para nada.
—Tengo 34 años de vida pública.
—Dios lo bendiga!!!
—Y siempre he sido electo. ¿Usted?
—Dios la bendiga a usted también.
—Dios lo bendiga!!!
—¿Se burla? ¿Para eso me escribe? ¿Para burlarse?
—Nop. No me conoce.
—Usted tampoco.
—Ok.
—Usted dice que es Norma Piña.
—Dios lo bendiga!!!
—Si me está amenazando lo asumo con seriedad, ministra.
—Nunca sería mi intención amenazarlo. No es mi estilo. Una disculpa si así lo entendió usted.
—Usted debe respetar mi derecho a expresarme y yo su derecho a juzgar. Sus expresiones, ministra, reflejan otra cosa. Es penoso lo que hace. Ahora le pido que lo haga públicamente y no se escude en su cargo.
—Una disculpa.
—No se la acepto. Yo no la he ofendido.
—Ok. Está en su derecho. Yo tampoco creo que lo haya ofendido. Pero si usted cree que lo hice le pido una disculpa.
—Yo tengo una representación popular que me otorgaron un millón y medio de poblanos.
—Y lo respeto por eso.
—No se nota en sus comentarios.
—Tiene razón.
—Yo transmito el sentir de miles de ellos que se sienten defraudados por quienes deben impartir justicia. Si eso le gusta o no a usted eso no es mi tema. Respondo al pueblo que me eligió. Mañana daré una rueda de prensa y haré públicas sus expresiones que claro que las tomo como amenazas.
—Está en su derecho.
—Claro que estoy en mi derecho. Y usted sabe por su experiencia lo que motivó su comentario inapropiado e intimidante. Soy un hombre honesto y no voy a permitir que nadie ponga duda en ello.
—No es intimidante. Fue un comentario de corazón.
—No es el corazón lo que la movió sino el coraje. Ojalá comprenda el coraje social que tienen los mexicanos por el dispendio que hacemos los que tenemos un cargo público. Se nota que nunca ha caminado en las calles entre la población. Yo sí.
—Soy maestra. Entiendo perfectamente la situación del país. No soy de clase privilegiada ni mucho menos. Mi desarrollo profesional es producto de la clase del esfuerzo. Mi abuelo fue maestro misionero de Vasconcelos y mi padre fue un ser excepcional. Simplemente creo en los principios éticos del ser humano.
—No cuestiono que usted sea Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No acepto sus comentarios intimidatorios o amenazas. No aplican con su servidor.
—Una disculpa si mis comentarios lo ofendieron.
—Está violentando mi derecho a expresarme con sus comentarios que seguramente son producto de mi trabajo legislativo. Me sostengo. Se debe democratizar al Poder Judicial para bien de la Patria.
—Ok. Lo respeto.
—Sus comentarios reflejan un sentido distinto. No me va a presionar ni a intimidar, ministra Presidenta!
Hasta aquí la larga charla.
El lector decidirá si da por buenas o no las palabras de la ministra.