Para el Presidente de la República, no basta ganar en las urnas en 2024, lo que inexorablemente ocurrirá; él quiere y requiere arrasar.
Para Andrés Manuel López Obrador no es admisible terminar su administración con el fracaso legislativo que ha significado el rechazo a las reformas constitucionales, que ha considerado vitales para concretar la Cuarta Transformación (4T).
Se trata de un tema de orgullo, pero también de estrategia, para buscar en la arena legislativa la cristalización, en los últimos dos meses de su mandato, de las iniciativas que sus actuales bancadas no han podido sacar adelante, ni en el Senado de la República ni en la Cámara de Diputados.
Por eso requiere mayoría calificada en el Congreso de la Unión y, según él mismo ha dicho, para ello necesitan que sus partidos obtengan 66 por ciento de los votos. Una meta muy alta.
Luego de la jornada electoral del primer domingo de junio de 2024, y después de que la LXVI Legislatura (2024-2027) arranque, el 1 de septiembre del próximo año, le quedará todavía al Presidente un mes de gobierno.
Antes, los presidentes rendían protesta el 1 de diciembre, pero con la reforma de 2014, se estableció que el nuevo día de relevo para el Poder Ejecutivo será el 1 de octubre. Se trata de acortar el tiempo, que se consideraba muy largo, entre el triunfo en las urnas y el comienzo de la nueva administración. Con el tabasqueño es la primera vez que opera esta nueva fecha.
Así que López Obrador tendrá un mes de gobierno, para sacar adelante, ya con la nueva legislatura y conformación de las dos cámaras, las reformas pendientes, como la Eléctrica, Electoral y en materia de las Fuerzas Armadas, entre otras.
Se trata de reformas constitucionales que requieren de la mayoría calificada, las dos terceras partes de los votos en las dos cámaras.
Para que eso ocurra, es indispensable que su movimiento gane con contundencia la mayor cantidad posible de curules en San Lázaro y escaños en el Senado, en la jornada electoral de 2024.
Los planes originales de López Obrador, de aprobaciones legislativas a placer, se frustraron cuando en la elección de 2021 sus partidos perdieron la mayoría calificada.
En la actual LXV Legislatura (2021-2024), sus bancadas son apenas mayoría simple, por lo que requería de negociaciones de tejido fino con las fracciones de oposición, que no se consiguieron.
Era indispensable talento para el cabildeo de parte de sus tenientes legislativos o, a la vieja usanza del PRI, “concertacesiones” con la oposición.
Lo primero no se consiguió. Faltó capacidad.
Sobre la segunda opción, Andrés Manuel, en su estilo personal y peculiar, nunca estuvo dispuesto a ceder ni a conceder privilegios, dinero o posiciones a los opositores.
Todo eso hizo que naufragaran sus reformas constitucionales, aquellas que el presidente siempre vio como indispensables para poder cantar victoria en la instauración de la transformación del país que planteó en su ideario.
El último reducto de poder que personalmente tendrá, como Primer Mandatario, Andrés Manuel lo exprimirá hasta el final de septiembre de 2024, antes de que, a las 00:00 horas del 30 de ese mes, termine su gobierno. Habrá intensidad en la labor del Congreso.
Pretende el tabasqueño, y el escenario es propicio para ello, obtener la mayoría calificada legislativa en las urnas, para que nada detenga sus reformas constitucionales.
Al final de cuentas, ganará por encima de quienes obstruyeron sus propuestas.
La expresión popular de “quien pega primero pega dos veces”, aquí encuentra una nueva fórmula:
Quien pega al final, noquea.