Durante el encuentro en Palacio Nacional que el presidente López Obrador tuvo con los cuatro aspirantes a la candidatura de Morena a la Presidencia hubo un mensaje cifrado que pocos han entendido.
Les habló de un conflicto generado en el contexto de la elección para sustituirlo en la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática en 1999.
Hubo cuatro aspirantes: Amalia García, Jesús Ortega, Rosa Albina Garavito y Mario Saucedo.
Los dos primero eran “los moderados”.
Los otros dos, “la izquierda radical”.
El caos se apoderó del proceso ante la ausencia de reglas claras.
Y eso dio pie al manoseo de actas y, en consecuencia, al fraude electoral.
El resultado fue igualmente caótico:
“Empate técnico”.
Por si fuera poco, Amalia García y Jesús Ortega estaban impedidos de participar en la elección debido a que habían sido parte del Comité Ejecutivo Nacional de la dirigencia encabezada por AMLO.
Los comicios fueron anulados.
En el segundo proceso, los Amalios pactaron con los Chuchos, y la hoy diputada federal de Movimiento Ciudadano ganó la dirigencia nacional.
Ante la consolidación brutal de las tribus perredistas, Leonel Godoy dijo esta famosa frase célebre que bien se podría aplicar a las tribus morenistas: “las corrientes internas se han convertido en la mayor fortaleza y debilidad”.
Esto es justamente lo que López Obrador quiere evitar.
El fantasma de ese proceso anulado persigue al huésped de Palacio Nacional.
Por eso hace algunas semanas relató ese pasaje ante Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal.
No quiere que el proceso interno que ya se está viviendo para elegir candidato a la Presidencia terminé en un encontronazo.
No quiere la reproducción de Amalios y Chuchos entre los Claudistas, los Marcelos, los Adanes y los Monreales.
No quiere que la mayor fortaleza se convierta en la mayor debilidad.
Dejarlos libres sería apostar por ese escenario.
Por eso ahí habló de una candidatura de consenso.
Y lo hizo después de pasar unos días alejado de todos por culpa del Covid.
Esos días ausente tuvo tiempo para reflexionar sobre el caos que puede generar una mala decisión en este proceso interno.
Y es que si sale malo el producto, contaminará las nueve gubernaturas en juego.
Y qué decir de las cámaras de diputados y senadores.
Esto es lo que trae en la cabeza el presidente.
Por eso se decantó por el acuerdo político por encima de las diferencias que generarán las encuestas.
No quiere otro 1999 en su cabeza.