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viernes, noviembre 22, 2024

AMLO y Sergio Salomón, lo que hay detrás de una imagen

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En México, cualquiera puede sacarse una foto con Andrés Manuel López Obrador. Hay quienes incluso coleccionan imágenes de las diferentes ocasiones que visita un sitio. La travesía de 18 años para gobernar al país llevó al tabasqueño hasta los más alejados lugares del país.

Otros, principalmente morenistas y arribistas, aprovechan para sacarse fotografías con el presidente para simular que tienen cercanía, que son queridos o que están en los afectos del hombre más poderoso del país.

Pero una cosa muy diferente es aparecer a un lado del jefe del Estado mexicano, que difunda el encuentro en sus redes oficiales y en sus propias palabras deje en claro la extraordinaria relación y afecto que tiene con alguien.

En este último caso se encuentra el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien en cuatro meses se ha reunido en más de cinco ocasiones con el presidente de la República. Sí, leyó bien, más de cinco encuentros en el tiempo que el oriundo de Tepeaca tiene como gobernador. Se dice fácil, pero hay mandatarios que en años sólo han tenido la posibilidad de encuentros fugaces con López Obrador en el marco de actos oficiales.

Puebla es una tierra lopezobradorista y el mandatario federal lo sabe. También sabe que Sergio Salomón es el jefe político del estado y está sumado en concordancia a las directrices de la 4T y Palacio Nacional. En Puebla hay gobernabilidad, hay piso parejo para todos los aspirantes a la Presidencia de la República y a la gubernatura.

En el epicentro del poder en México han llegado noticias de que Sergio Salomón tiene un estado bajo control, con pesos y contrapesos evidentes, que apuesta por el diálogo y despresurizó el clima de confrontación que había.

La relación con los secretarios de Estado y el mandatario estatal son extraordinarias, pero más aún con los tres aspirantes presidenciales más importantes: Claudia Sheinbaum Pardo, Adán Augusto López Hernández y Marcelo Ebrard Casaubón.

Todo esto no pudiera explicarse sin la estrategia y oficio político del gobernador.

Sabedor que arribaba en medio de una circunstancia trágica y que heredaba un estado polarizado, se decantó por lo que era necesario para el bien de la entidad: concordia, diálogo, puertas abiertas, piso parejo para todos y darle su espacio a todos aquellos funcionarios estatales que provenían de la gestión de Miguel Barbosa Huerta.

Su capacidad de cohesión con los personajes claves del gabinete, le permitió mantener la gobernabilidad y no caer en una parálisis, pero abrir el abanico del poder a todos los sectores fue valorado y ampliamente reconocido.

A cuatro meses, Sergio Salomón ha conseguido la legitimidad por la vía de los hechos, porque la legal la obtuvo desde el momento en que rindió protesta. Hay hombres que pueden tener un poder de origen, pero no precisamente en los hechos. Lo sorprendente es que ambos atributos de la autoridad los obtuvo el mandatario en cuatro meses, 120 días. Y lo consiguió a golpe de diálogo y apertura, lo que además rompió con el estilo personal de los gobiernos que lo antecedieron.

Veamos: Mario Marín Torres y Rafael Moreno Valle utilizaron el miedo y la persecución para hacerse respetar y tener el control del estado. En ese y muchas otras cosas, el pastorcito de Nativitas y el graduado bostoniano eran iguales.

José Antonio Gali Fayad supo entender que el establishment estaba cansado de esa forma de gobierno y optó por abrirse, pero no lo suficiente para no ser regañado ni sancionado por Moreno Valle.

A Martha Erika Alonso la tragedia le impidió demostrar de qué madera estaba hecha. Luego vino Guillermo Pacheco Pulido que fungió a la perfección su papel de gobernador interino.

Con Miguel Barbosa la cosa fue diferente porque requería desmontar el viejo régimen, basado en un modelo de negocios que sangró las arcas estatales. Eso derivó en una polarización y lucha sin cuartel. Había agravios de ida y vuelta, estuvo sometido a constantes conspiraciones por insidias que llevaban a Palacio Nacional y justo cuando todo estaba por cambiar, una nueva tragedia se asomó a Puebla.

Fue entonces cuando conocimos al animal político llamado Sergio Salomón que se atrincheró en el Congreso local, hizo válido el más profundo sentido del Federalismo y logró algo que muy pocas veces se ve en la política nacional: que una entidad federativa tome sus propias decisiones, incluso a contracorriente del poder presidencial. Todo se amalgamó en la frase: En Puebla las decisiones las tomamos los poblanos.

Muy pronto, el gobernador entrante dejó ver que detrás no había obsesiones, una declaración de guerra y mucho menos convertir a la entidad en una isla.

Hoy, a cuatro meses, Sergio Salomón es un gobernador querido por el presidente de la República; reconocido por los aspirantes presidenciales por el piso parejo que ofrece a todos; una clase política que valora ampliamente su disposición a romper tabús y dar espacio a quienes antes no podían siquiera pisar Casa Aguayo.

Todo ha cambiado y toda ha sido para bien.

Los hechos están a la vista de todos.

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