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viernes, noviembre 22, 2024

Ideas, ¿para qué?

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El proceso electoral de junio 2024 ha iniciado en una época en la cual las ideas, su contraste y debate parecen ejercicios innecesarios, y por lo mismo inútiles. 

En sus prisas por ganar terreno a los demás, los aspirantes y las aspirantes han creído que quien tenga más bardas pintadas o espectaculares montados ganarían la elección interna de su partido y, con ello, la ansiada candidatura. 

Todo el resumen de su ideología y compromiso se ha reducido a un intento de frase monosilábica, por cierto: “Es”, y luego usted ponga el nombre. Ninguno necesita diferenciarse porque una sola palabra es contundente, además no compromete ni ilusiona a ninguno. 

Además, para qué preocuparse por los argumentos; sus compañeros de movimiento, posibles electores no necesitan conocer lo que piensa cada aspirante si, en la vida real, su única participación será cruzar un logotipo que ya conocen a fuerza de saber, que cada mes les manda dinero que, esto sí, motivan a la decisión. 

Los viejos intelectuales de la política, teoría y práctica también salen sobrando, pero no es cuestión del programa de la 4T. Es su antigüedad que los condena a un complicado compromiso con lo que ya se fue o, mejor dicho, se está yendo. Entre más se aferran a interpretar la realidad actual con sus viejos esquemas del pensamiento más se empantanan en entenderlo y explicarlo. 

En esta sociedad líquida todo es cambio y rápido, es cierto. Ahora les toca a las ideas construir sus nuevos valores explicativos o justificativos de una realidad que se impone, precisamente porque en los viejos moldes no encontraron una salida digna o útil. 

Por supuesto que no se cuestiona el valor de las ideas como razón y motivación de las decisiones individuales y colectivas. Las ideas deben cumplir con esa función.  Lo que se discute es que no se usan porque al electorado, al pueblo bueno, ya se le tiene cautivo. 

Se supone, en lo tradicional, que una precampaña o campaña electoral era un debate de ideas de cada aspirante y que la opinión pública los contrastaría, y de ahí respaldaría las que resultaran pertinentes con su situación social y económica. De ahí, seguiría ir a las urnas y expresarlo en votos. 

Pero lo que se observa hasta hoy es una guerra de bardas y espectaculares en las cuales no hay una idea por la cual decidirse, solo la reiteración de la cercanía con AMLO, lo cual, por supuesto, ya se sabe porque fue él quien los propuso. Si de cercanía se trata, todos tendrían que ser él o la candidata a la Presidencia de la República, el o la candidata a gobernador, etcétera. 

Cada época tiene sus propias ideas que las define y contiene, pero, al mismo tiempo, muy en la línea de la dialéctica las exige pertinentes y precursoras de nuevas etapas y nuevas ideas. 

Ese es el problema, que la rapidez de los cambios sociales hace que se confirme la tesis marxista del retraso de eso que Marx llamaba la superestructura, que siempre explicaría a posteriori, los cambios que se estaban realizando en el tejido social. Parece evidente que ese es el problema de hoy. 

Y ese es el centro de las dificultades para los aspirantes a la Presidencia de la República; todos, por supuesto, hablan y se comprometen a continuar con la 4T, pero son incapaces de decirnos qué es lo que sigue y cómo se lograría. 

Esto, al menos en estos días, podría justificar que la mayoría de aspirantes sólo se promueve como cercanos al líder. AMLO sí tiene una idea clara del futuro de su transformación, pero los aspirantes o no lo tienen o creen que no es necesario exponerlo. No es justo para la inteligencia individual que quienes quieren ser candidatos para sucederlo crean que la batalla depende de su capacidad para convencernos de que el respaldo de los electores solo tenga que ver con la cercanía o lejanía de los aspirantes con el líder. 

Creo que merecemos que nos digan los posibles caminos futuros de esta Cuarta Transformación, y que nos convenzan de que el que cada aspirante propone es el que más nos conviene, y que la o el aspirante demuestre qué podría realizar. 

De ahí la carencia, al menos en estos días previos, de ideas con las cuales se promueven para lograr la candidatura de su partido. 

También podría ser el temor a equivocarse y comprometer un futuro que no está en la mente del líder de la actual transformación, y entonces todo se les caiga. 

Y pues es su derecho y nosotros respetamos sus temores, inseguridades y titubeos, porque en un movimiento con líder extraordinariamente fuerte todos esperan que él diga quién. 

Y la verdad, esa guerra de pintura no creo que sea la etapa superior ni la que le corresponde a una Transformación que apenas comienza y que en esta elección se ganará su continuidad. 

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