Los otros Zetas
Alejandra Gómez Macchia
Viven dentro de una pantalla lisa que no hiere.
Con la yema de su dedo califican, reconocen y borran.
El amor propio lo miden con la vara de un dedo alzado, de un like.
No mandan al indeseable a la chingada, nada duele más que dejarlo en “visto”.
Se cortejan mediante un trámite frío, burocrático, subiendo fotos dominicales en Instagram.
No creen en la propiedad privada, sólo usufructúan lo poco que les viene de herencia.
Adolecen de todo porque anhelan ser eternos adolescentes.
Beben vodka barato de tamarindo congelado.
La fiesta les dura poco porque catalizan la embriaguez con shots.
Buscan trabajo de primera anteponiendo su promedio de quinta.
Rescatan perros callejeros mientras invisibilizan al mendigo.
Ellos no pidieron nacer, pero su moral les impide marchar contra el aborto.
Su felicidad dura lo que dura la emoción de estrenar un nuevo iPhone.
Se ofenden de todo mientras se hacen selfies y bailan reguetón.
Son ellos.
La Generación Z.
