Napoleón Bonaparte fue el primero en utilizar la figura de los cien días, misma que Roosevelt (Franklin Delano) retomó porque era adicto a las metáforas militares.
Napoleón terminó su primer exilio en 1815 —pasó once meses en la Isla de Elba por órdenes del Congreso de Viena— y regresó a París para recuperar el trono perdido.
A ese renacimiento le llamó Les Cent-Jours (Los Cien Días).
Roosevelt usó la marca como una forma de recuperar la confianza ciudadana luego de la Gran Depresión que hundió el mercado financiero y destruyó los hogares estadunidenses.
A esa trama la bautizó como New Deal (Nuevo Trato).
Hace unos días, el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina llegó a sus primeros cien días.
Este viernes habrá una comida para celebrarlo.
No será cualquier comida.
Es una comida que bien podría denominarse la Comida de los Cien Días o la Comida del Nuevo Trato.
Tiene sentido.
El gobernador heredó un estado cuajado en jugos gástricos.
Es decir: un estado metido en la acidez de haber perdido a dos gobernadores de forma dramática.
Y aunque Puebla no se encuentra en las condiciones en las que Roosevelt generó ese Nuevo Trato, lo cierto es que el gobernador Sergio Salomón ha venido reconstruyendo el tejido social y político del estado desde la madrugada del 15 de diciembre de 2022, cuando rindió protesta en condiciones que amenazaban lluvias, tormentas, heladas.
El Nuevo Trato ha incluido una reconciliación con todos los sectores, incluso con los más beligerantes.
Ya en columnas anteriores he reseñado cómo ha sido ese proceso.
A la Comida de los Cien Días, pues, acudirá la clase política en pleno.
No podía ser de otra manera.
A toda reconstrucción le sigue una celebración.
Y habrá mensajes poderosos que servirán para el futuro.
Que nadie se confunda.
No serán de guerra los tambores que ahí retumbarán.
No está incluido en el menú la palabra “desafío”.
Digamos que lo que ahí veremos será una definición de este gobierno.
(El poeta Octavio Paz —que este viernes cumpliría 109 años— la llamaría una Carta de Creencia).
Una definición metida en una especie de —dirían los notarios— acta de fe de hechos.
Habrá que estar atentos a los matices y a los tamices (son cosas diferentes), a las texturas, a los sabores y sinsabores…
Una buena nariz le servirá de mucho al traductor político.
Habemus comida.
Con la siguiente columna vendrán la traducciones.
Un poblano en Veracruz. Alguien jura que vio a José Juan Espinosa —disfrazado de lanchero— en Veracruz.
O en Antón Lizardo.
O en Boca del Río.
Disfrazado de lanchero, y pescando unas mojarras.
En Soledad de Doblado.
O en La Isla de los Sacrificios.
Disfrazado de lanchero, y pescando mojarras con una atarraya.
Alguien jura que lo vio.
Y lo jura por San Pedro, patrón de los pescadores.