Cada seis años he visto esta película:
Unos señores, unas señoras (más señores que señoras), se hacen los aparecidos (se apersonan) ante unos señores que han decidido que ya es el momento de servirle al pueblo (aunque muchos de ellos en realidad usan al pueblo para servirse).
Una vez que se apersonan, estos señores, estas señoras, se hacen los interesantes (para venderse) y sacan un muestrario (currículum le dicen) en el que aparecen todas sus buenas artes (las malas artes son tan públicas que hasta el señor que quiere ser candidato las conoce).
En ese tránsito (en ese trance), estos señores, estas señoras, juran que no son unos vulgares oportunistas y que sus afanes (ambiciones) son tan republicanos como Juárez (no el Benito que se enamoró del poder y que cuatro veces ocupó la Presidencia).
Descartan de antemano (aunque el trasero diga otra cosa) que estén parados ahí, frente al presunto ungido, por una necesidad enfermiza de hacer dinero robándole al erario lo que es del pueblo (en los discursos).
Y hablan de lealtad y honestidad (los miserables) sin aclarar cómo es que en el pasado reciente cambiaron de lealtades y vaciaron las arcas (las tesorerías) de las dependencias que encabezaron.
Estos señores, los muy mentados, no hallan la hora de tener enfrente el dinero público (tlacos, le llaman) para gastarlo a manos llenas con señoras que ni siquiera son de su familia.
Ya con el aval de los señores que quieren ser gobernadores (cada uno por su lado), estos personajes se van lo que se dice orondos, sin saber que los presuntos mandatarios lo primero que harán será preguntarle a sus asesores (unos señores muy trajeados) qué opinan del licenciado Malagón, el licenciado Menchaca y el licenciado Manubrio.
Las respuestas son esperadas:
“Malagón te va a robar antes de que se siente en su silla. Menchaca es capaz de haberte robado la cartera. Y Manubrio va a meter a cobrar hasta a su suegra”.
Este fin de semana vi a estos señores muy festivos entre porristas, matraqueros y escorts.
Incluso algunos tundeteclas han empezado a mencionarlos en sus muy dilectas columnas.
Los tres se ven muy felices coreando los nombres de sus candidatos como cuando eran búfalos priistas (de noble corazón).
