I
El mundo como lo conocemos es tan pequeño y grande a la vez que nunca aprendemos a cómo habitarlo.
De infantes, nuestra madre y nuestro padre nos enseñaron lo que ellos aprehendieron y aprendieron a lo largo de vida. Comúnmente son un conjunto de normas y reglas sobre lo que está bien y lo que no; así como una serie de comportamientos para ser aceptados y bien vistos en sociedad.
Dicho de otra forma, fuimos educados bajo el concepto de: “el qué dirán”.
II
Luego el sistema educativo está diseñado para acumular conocimiento sin realmente comprenderlo ni analizarlo.
Ya sea cualitativa o cuantitativamente, los estudiantes valen por el promedio que llevan a casa.
Si eso ya se me hace excluyente, sólo las personas con buenos promedios y ninguna materia reprobatoria tienen derecho a ser parte de alguna selección deportiva, de la banda de guerra, de la escolta o de alguna otra actividad que genere “admiración”. De tal forma que se corre el riesgo de crear dos pequeños grupos: los de “primera categoría” y “el resto”. Al menos, así fue cuando me eduque e incluso cuando daba clases.
Desconozco si, ahora, ya cambiaron -positivamente- las cosas. Lo dudo.
Es más, hasta donde recuerdo, las Universidades están más preocupadas por cumplir con los estándares internacionales denominados ISO. La razón: da credibilidad, prestigio. Y es que importa el programa, pero no la forma en que se enseña ni el capacidad o herramientas que realmente logra desarrollar el estudiante para analizar, comprender y aplicar el conocimiento adquirido.
III
Hay tantas formas de pensar y tantas verdades que todas las personas que habitamos México creemos tener la fórmula secreta para convertirnos en un mejor país.
Algunos se inscriben en partidos políticos, otros en clubes sociales (Rotarios, Masones, Club de Leones, Scouts, Éxodos, Yunquistas y un largo etcétera) y algunas personas optan por ONG´s. Díganme -ingenuo o loco (prefiero lo segundo)-, pero a su manera todos quieren que le vaya bien a México. No me imagino a nadie queriendo hundir al país.
Empero, pienso, la mayoría parte desde la perspectiva equivocada: ninguna ideología es mejor que la otra, ningún partido es mejor que el otro. Todos corren el riesgo de convertirse en aquello que perseguían. ¿Por qué? Simple: son conformadas por personas, y todas tienen (tenemos) una parte luminosa y otra oscura. Y como nos enseñaron a competir y a vencer, pues aquí están los resultados del país que tenemos. Un país construido con base en eliminar la ideología del otro y llegar e imponer la idea propia, sin analizar si algo estaba funcionando bien.
IV
Ahora, me nacen varias preguntas:
¿Qué pasaría si en lugar aprenderse la vida de los “héroes patrios”, se les enseñará el contexto histórico y a comprender bajo qué circunstancias se tomaron las decisiones y las consecuencias buenas y malas?
¿Qué pasaría si se enseñara que no tiene nada de malo “fracasar” ni tampoco tiene mucho de bueno siempre “ser exitoso”?
¿Qué sucedería si a los padres les preocupará más que sus infantes sean felices y se sientan realizados y plenos?
¿Qué sucedería si a los infantes se les enseñará que su objetivo es ser felices y no hacer felices a otros?
¿Qué ocurriría si a los infantes se les enseñará a amarse y aceptarse tal y como son; y que así deben hacerlo con las otras personas?
¿Qué ocurriría si a los infantes se les enseñará que nadie es nadie para tratar mal al otro o querer corregir la forma de ser, pensar y vivir de las otras personas?
¿Se imaginan si antes de que enseñarles a contar, a sumar o aprender un idioma que no es el propio; ¿se les enseñará a observar, contemplar, amar, sentir empatía, escuchar, convivir con la naturaleza y a acercarlos al arte y al juego?
¿Se imaginan si antes de competir, se les ensañará a sentir empatía y a compartir?
V
Se me ocurre que, si cambiáramos las formas, se desarrollarían personas más felices y muchos de los problemas que estamos teniendo como sociedad se eliminarían o al menos disminuirían de forma significativa.
VI
Y sí, este es un mensaje a mis amistades que se dedican a la política, al Gobernador, al Congreso del Estado, a las rectoras y rectores de las Universidades del Estado, a los Empresarios.
Urge que cambien la forma de hacer política y educación.
Hay una crisis social que ya está encima de nosotros y no se va a resolver atacando al otro, menospreciando al otro, imponiéndose sobre el otro.
Se necesitan de todas ideologías en favor de Puebla y de construir en favor de todos los Derechos Humanos, Sociales, Culturales y Económicos.
¡Ya basta de pensar que el otro es el enemigo!
FUERA DEL LUGAR
El Círculo Rojo sigue debatiendo sobre la importancia de la validación de los grados académicos. Salvo ciertas profesiones, en las que el conocimiento es más técnico, científico y específico; no le veo más validación que la experiencia en otros ámbitos que vayan acorde al campo laboral.
Ahora bien, si vamos a medir todo, seamos congruentes.
Nadie debería ser madre/padre de familia sin antes pasar un examen psicológico y demostrar que siempre van a contar con un nivel económico aceptable. ¿A poco no suena clasista y excluyente?
Nadie debería de casarse o juntarse sin antes hacer algunos exámenes psicológicos y económicos.
Ahora bien, el primer paso es cambiar la Constitución Mexicana, de tal forma que nadie pueda aspirar a un puesto de índole público ni privado sin tener toda la escolaridad (por cierto, ni la Preparatoria ni la Universidad son obligatorias).
¿Esas medidas no suena excluyentes, clasistas?
Preguntas: ¿en verdad, México cuenta con la infraestructura socioeconómico para ponerse tan exigentes con esos temas? ¿No tendría que apostarse primero por generar las condiciones y luego optar por las exigencias? ¿Ahora bien, un grado académico asegura que una persona es apta para un puesto; mejor aún: nos asegura que sea una persona de buenos principios?