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viernes, noviembre 22, 2024

Nunca será lo mismo ser que estar

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En una plaza de toros, sentado en primera fila y opinando los lances del torero y la supuesta no bravura del toro, tu opinión en ese momento cambiará si eres el torero o si eres el toro. 

En tu casa, sentado cómodamente en un sillón, opinando las jugadas individuales y colectivas de los jugadores, nunca será lo mismo que si eres jugador o si eres el técnico del que te da pauta a tu comentario. 

En tu espacio predilecto para escribir, siendo periodista, columnista o simplemente, creador de opinión, nunca será lo mismo, si eres político, servidor público o persona mediática, a la cual haces referencia en tu escrito. 

Por último, en una reunión familiar, emitiendo consultas y diagnósticos médicos, de un familiar enfermo, y aún más, recetando medicamentos por el simple hecho de conocer al enfermo, nunca será lo mismo a la opinión de un facultativo de la materia. 

Todos estos ejemplos que día a día se viven, se leen y se escuchan, carecen de valor autoritario si no se hace la advertencia que tu opinión es solo eso, una opinión. 

Para darle sustento a tus palabras, mínimo se tiene que investigar y después de tener los datos, se tiene que reconfirmar esa investigación. La verdad no llegarás a ella, pero un fleco de la realidad si lo moverás. 

Si el torero solo salió a cumplir o si no entiende la embestida del toro. Si el toro tiene el peso, los años, la embestida o la casta necesaria. Si Arce o Puente mandaron lo indicado a la cancha. Si el jugador hizo la jugada oportuna o si sabe pegarle bien o mal a la pelota. Si el político o servidor público, está tomando buenas o malas decisiones. Si el doctor diagnostica lo conveniente al enfermo. 

Todos estos actores, van un paso arriba de nuestra opinión por el simple hecho de que ellos son y están, y nosotros, simples mortales, solo somos, con la única característica de que hemos estado en mil corridas, fuimos técnicos o jugadores, tenemos mucha información y nos hemos codeado con grandes servidores públicos o por nuestra experiencia de la vida, nos sentimos con la autoridad de diagnosticar soluciones médicas. 

En este mundo, la verdad absoluta no existe. El cristal o la conveniencia humana con el que se mira cambia radicalmente en el emisor y, aún más, los que están, muchas veces no tienen la preparación para ocupar un cargo y ni ellos saben el porqué de su toma de decisiones, entonces al abrir esa puerta, dan pie a todos los que somos, pero no estamos. 

Por eso es mejor ver los toros desde la barrera. 

Para mí, prefiero estar en la plaza, en la arena, desnudo y sin capote y si el toro me cuerna y muero desangrado, en mi epitafio podrán escribir “murió como quiso morir, en el lugar de los que están”. 

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