Entre las muchas cosas que leemos todos los días, me quedo con una: Rocío Nahle se ha vuelto un factor en Puebla.
Dicen que la frustrada ley que lleva su apellido, y que fue bateada en la Suprema Corte, cambiará el orden de las cosas en el tema de género del candidato a la gubernatura de Morena en Puebla.
Eso implicaría que tendría que ser una mujer la que fuera en las boletas con el logo del partido del presidente López Obrador.
En consecuencia: quienes están haciendo jugosas precampañas en Puebla quedarían como el tonto de la colina: con la cabeza en las nubes.
Hay un pequeño detalle: la actual secretaria de Energía fue, de 2015 a 2018, diputada federal de Morena por el distrito 11 de Veracruz, con lo que tiene justificada su residencia en ese estado pese a ser originaria de Zacatecas.
Incluso en 2012 contendió sin éxito para ser legisladora federal por ese mismo distrito, aunque bajo las siglas del PRD.
La Ley Nahle hablaba de que podrían ser candidatos a la gubernatura de Veracruz los ahí nacidos y los ciudadanos que hubiesen tenido hijos en ese estado.
Por mayoría, los ministros eliminaron la segunda cláusula, pero quedó vigente la residencia mínima de cinco años, requisito que cumple perfectamente la exdiputada.
(Ella tiene casa desde hace varios años en Coatzacoalcos, municipio que es sede del citado distrito 11).
Las tendencias marcan que será hombre el candidato a la gubernatura, pese a que la impulsora del rumor en contrario sea mujer.
No se ve a una de las secretarias predilectas del presidente López Obrador cayendo de la gracia.
(Sí se ve, en cambio, que la real impulsora cayó desde hace tiempo, pese a los dulces típicos que lleva a Palacio Nacional).
No se ve que en Veracruz el candidato sea de sexo masculino.
No se ve que la frustrada Ley Nahle influya en Puebla.
No se ve ni se siente.
El tonto de la colina seguirá siendo calificado de huraño y esquizofrénico.
(Y él podrá denominar tontos a quienes se sienten más listos que él).
Lo único cierto es que hay tres aspirantes a hacer lo que el personaje de la canción de The Beatles: mirar todo con la cabeza metida en las nubes.
Es una forma, ya lo vemos, de hacer precampaña, sea ésta abierta o discreta.
Cuestión de matices.
