Nunca en la historia parlamentaria mexicana una mayoría en la Cámara de Diputados había sido tan inútil y menos cuando se trata de bancadas afines al Presidente de la República.
Los diputados y diputadas federales del caudillo han resultado en la actual LXVI Legislatura unos insustanciales e ineficientes levantadedos.
A pesar de tener la mayoría simple en San Lázaro, el final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador pasará a los libros de historia como un periodo de contundente fracaso legislativo del régimen, que se bautizó a sí mismo como la Cuarta Transformación (4T).
Ni siquiera con Enrique Peña Nieto, quien tampoco tuvo mayoría calificada en la segunda mitad de su mandato, el naufragio fue de las dimensiones desastrosas que están ocurriendo.
Las iniciativas presidenciales constitucionales han sido frenadas por el bloque opositor, a pesar de su fragilidad aritmética.
Las bancadas de Morena (202 integrantes), PT (33) y PVEM (41), aliadas de Palacio Nacional y que suman juntas 276 curules, requieren solamente de 57 votos para conseguir mayoría calificada, pero han fracasado para conseguirla. Cualquier operador de medio rango en los tiempos del priato hubiera conseguido fácilmente el doble.
La Reforma Eléctrica y la Reforma Electoral constitucional, principalmente, que se perfilaron como prioritarias para conseguir el sacudimiento al andamiaje jurídico del país, ese anhelado cambio en la segunda parte del lopezobradorismo, terminaron en el basurero. La oposición, del PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, a pesar de sus intereses aviesos e incapacidades, se mantuvo unida.
El coordinador de los diputados federales del Grupo Legislativo del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el poblano Moisés Ignacio Mier Velazco, resultó una decepción enorme.
Más allá de sus deficiencias personales, académicas y profesionales, dejó evidencia de su incapacidad política.
Por más esfuerzo que hizo el secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López Hernández, para remendar sus fracasos, se avizora que también el Plan B de la Reforma Electoral, con cambios solamente a las leyes secundarias, terminará por ser demolido con las controversias constitucionales que este miércoles comenzó a presentar la oposición.
Esa es la inexorable ruta, justo en la víspera del arranque del Periodo Ordinario de Sesiones, que comienza el 1 de febrero.
La promesa de una reforma profunda, esa que “México necesita”, terminará siendo invalidada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), por los yerros y gazapos que, desde la bancada morenista y con la dirección de Mier Velazco, se dejaron pasar en su aprobación a finales del año pasado.
Encima, hay cuatro reformas a leyes secundarias que están pendientes y atorados en el Senado de la República, donde tampoco hay garantía de que transiten.
No habrá reforma electoral para el proceso de 2024, ni el Plan A ni el Plan B. Si acaso, por ahí, algunos remiendos jurídicos. Los culpables tienen nombre y apellidos.
No hay forma de justificar ni explicar este fracaso de la mayoría inútil del Presidente de la República.
No se le puede atribuir el naufragio directamente al tabasqueño y, sin embargo, su lugar en la historia ha quedado muy empañado.