Mario Marín vio venir que la decisión del gobernador Melquiades Morales no le favorecería, entonces recurrió al chantaje.
Hizo circular la versión de que ya estaba en pláticas con la dirigencia nacional del PRD y con el propio Andrés Manuel López Obrador.
Eso —sumado a la operación que había echado a andar con Roberto Madrazo, líder del PRI— ayudó a desbrozar la selva electoral poblana.
Otra ventaja más: ya tenía acuerdos concretos con Rafael Moreno Valle y su equipo.
Resultado: fue gobernador.
Una de las reglas de oro de los partidos ante hechos como éste es la unidad.
El problema es cuando uno de los precandidatos hace lo que Marín en su momento.
La contienda que viene —y que este fin de semana adquirió carta de naturalización— pondrá a prueba a todo mundo, sobre todo porque los visibles precandidatos son miembros de Morena, partido que ganará la gubernatura, la mayoría de las alcaldías y el Congreso del estado en 2024.
Si la decisión final complace a todos, no veremos lo que ocurre, por ejemplo, en Coahuila, donde en apariencia hay chantajes, acuerdos oscuros y concertacesiones.
Si la fisura es real, el PT y el Verde serían pésimos compañeros de ruta que anteponen sus intereses a los de su hermano mayor: Morena.
Si todo es un teatro de sombras —un teatro chino—, tanto el senador Guadiana como el subsecretario Mejía estarían jugando para que gane el candidato de origen priista de la alianza PRI-PAN.
No es la primera vez que vemos en este país el ritual de las fracturas.
Ricardo Monreal es un buen ejemplo de ello.
Como diputado federal, en tiempos de Zedillo, se fue al PRD y ganó la gubernatura de Zacatecas que su partido le negó.
A nivel nacional, por ejemplo, es claro que Monreal se ha venido alejando de Claudia Sheinbaum desde la elección de 2021.
El senador fue acusado de traición al apoyar veladamente a candidatos del PAN en la Ciudad de México.
Es clarísimo que si Sheinbaum es la candidata de Morena a la Presidencia de la República —decisión que asomará la cabeza en septiembre de 2023—, nuestro personaje se irá por otro partido o negociará la jefatura de gobierno que hoy encabeza la favorita de Palacio Nacional.
Marcelo Ebrard es visto por la doctora Sheinbaum y diarios como La Jornada —el Granma mexicano— como el principal sospechoso de los supuestos sabotajes en el Metro.
Todos lo ligan con el líder del sindicato de ese sistema de transporte, mismo que en su momento formó parte del equipo encabezado por Manuel Camacho Solís, mentor político de Ebrard.
¿Qué haría éste si Sheinbaum gana las encuestas de Morena y es designada candidata?
Jure el hipócrita lector que buscará ir por otro partido.
Dos aspirantes descontentos son demasiados cuando los contendientes son cuatro.
En el caso poblano habrá que estar atentos a las alianzas que se están formando.
Adán Augusto López, secretario de Gobernación, ha empezado a encrespar el tablero con sus brutales movimientos del viernes pasado.
Es un político de la vieja escuela que proviene simbólicamente del ruizcortinismo y que tuvo dos emblemáticos continuadores en el México reciente: Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa.
Como Ruiz Cortines, sabe jugar dominó y ahorcar la mula.
Político educado con conocimiento del inglés y del francés, Adán Augusto habla también en tabasqueño, la lengua del poder en estos años.
Pocos lo saben, pero estudió en Boston y en París.
No hay que perderlo de vista.
El viernes pasado vimos lo que es capaz de hacer en unas cuantas horas.
Él será uno de los personajes centrales de la trama que viene.