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jueves, noviembre 21, 2024

Política 4.0

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Las decisiones colectivas sobre los asuntos de interés público, responsabilidad de lo que llamamos “política”, deberán construirse y ejecutarse líquidamente, como lo diría Zygmunt Bauman, el filósofo contemporáneo que con mayor nitidez explica la sociedad en la que vivimos.

La acción política de la sociedad se da en una nueva realidad, real y virtual denominada “Ecosistema 4.0”, resultado de la cuarta revolución industrial que se desenvuelve entre metaversos que promueve y atiende digitalmente la salud; o que exige entornos virtuales favorables a las nuevas prácticas y gestación de aprendizajes en la Educación  y que, lo sepamos o no, forman nuevas condiciones para el ejercicio de la vida en general del ciudadano digital en el que nos estamos transformando.

Ejercer derechos y responsabilidades para organizar a la sociedad que decide no podrá, de ahora en adelante, realizarse con las viejas y anticuadas prácticas de la política tradicional.

El proceso ha sido eficiente al menos en tres grandes condiciones indispensables en la decisión política:  La substitución de las ideas por las imágenes; la influencia cada vez mayor y más eficiente de la mercadotecnia en los electores; y, como resultado, la construcción de la percepción que el elector tiene sobre su realidad social, económica y política.

Sobre estas facetas de la nueva realidad 4.0 poco tienen que ver las viejas prácticas de la oratoria y los ofrecimientos para convencer a quien vota, y nada el recordatorio de pasados de una gloria a la que ahora se desdeña por ineficiente, mentirosa y utópica.

Los liderazgos también han mutado de diseño, integración y ejecución. Nuevos interlocutores –influencers les llaman  a algunos- substituyen al viejo líder político, cuya autoridad y posibilidad se eliminan porque ya no hay organizaciones políticas, sindicales o gremiales poderosas que los respalden o aseguren el cumplimiento de los compromisos. Al margen, pero aún vigente, como última opción de compromiso más que de convencimiento, el pago, que sin ser legal y en el clandestinaje, aún empujan algunas candidaturas o relaciones con un gobernante.

El diálogo elector, con elegido o con candidato, es ahora intermediado por la tecnología digital y se trasladan al metaverso como espacios virtuales para un diálogo lejano, que aísla porque es cada vez más individual y frío y, en su lugar, han aparecido diálogos múltiples donde la libre expresión fluye sin limitantes de ningún tipo y que, por momentos, muchos pudieran, con los ojos antiguos, considerarse libertinajes.  Pero no lo son con los criterios actuales.

Las nuevas tecnologías digitales también impulsan un debate de mayor intervención, transparencia y una colaboración diferente. Al utilizar las redes sociales, los electores influyen en las decisiones políticas, pero también y con mejores condiciones, los gobiernos lo hacen con los electores.

El uso de esta tecnología fomenta otra desigualdad, la del acceso y el poder de la creación de contenidos que condiciona el aprovechamiento de los instrumentos digitales. Los hace herramienta de control y manipulación que favorece los intereses gubernamentales, pero también, los de grupos hegemónicos del poder económico que igual presionan sobre sus intereses y preferencias de consumo, como también la injerencia del ciudadano en las decisiones públicas, particularmente las que les interesa o afectan.

Hay manejos clave de producción y distribución de información que influyen en la conducta de los electores que no son diseñados ni ejecutados por ellos, aunque puedan ser fuente de la producción de estadísticas y confesiones.

Se trata de estrategias utilizadas por los gobiernos para comprometer a los ciudadanos en las decisiones públicas y también en las privadas. Moldear las conductas, redirigirlas, es una condición en la relación política que supone una lucha permanente y contradictoria entre acatamiento y coerción.

Esta vieja definición de la política supone que el esfuerzo permanente de un gobierno está en hacer lo necesario para que los ciudadanos acaten los mandatos de las leyes, fundamento de la acción del gobierno, cuya ética se funda en el obedecer porque es para nuestra conveniencia. Por otro lado, el ciudadano ejerce presión sobre las decisiones del gobierno para que éstas les sean favorables.

Es evidente que los grupos que gobiernan e influyen en el comportamiento humano disponen de mejores condiciones para promover el acatamiento. Grupos de expertos e investigadores operan más del lado gubernamental.

Sin embargo, también hay que decirlo, pese a sus dificultades para entender la naturaleza de los instrumentos digitales y como se construyen los espacios virtuales, los ciudadanos han impactado severamente en el comportamiento de todo tipo de gobierno y de las organizaciones de la producción. El acceso al uso de tecnologías digitales, aunque sea en sus oportunidades básicas que se refieren a la expresión, ha democratizado el debate y también las decisiones de gobierno y de las empresas.

Así a cada innovación tecnológica digital, la construcción de las decisiones políticas se va innovando.  Por eso, en esta cuarta revolución industrial que nos ofrece nuevas oportunidades tecnológicas de la inteligencia artificial, expresadas por la automatización y la robótica, también coexisten nuevos riesgos y temores en la conducta política y sus posibilidades de intervención en las decisiones, sobre las cuales, ahora, los políticos tienen mucho que aprender. Los ciudadanos digitales, también.

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