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viernes, noviembre 22, 2024

El Seminario, el hedor de la negligencia y la corrupción

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El 22 de noviembre de 2011, el síndico Ernesto Bojalil Andrade confirmó una de las mayores mentiras de Eduardo Rivera Pérez en su primera gestión como presidente municipal de Puebla: realizar una expropiación a la familia Miguel Bojalil para que el Ayuntamiento de Puebla fuera el único propietario de 80 mil metros de terrenos que conformaban las canchas deportivas de El Seminario, ubicado al sur de la ciudad. A una década de la declaración, el problema está peor que nunca y vuelve a ser la misma autoridad municipal a la que los vecinos exigen que haga su trabajo. ¿Por qué nunca procedió la expropiación de los terrenos deportivos? Esa es la pregunta fundamental. La pugna por esos terrenos deportivos comenzó hace más de 18 años cuando el panista Luis Eduardo del Sagrado Corazón Paredes Moctezuma tomó la decisión de expropiar 6 hectáreas en la zona con la finalidad de que se conservaran como áreas deportivas a favor de más de 20 colonias del sur. El decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación, pero estaba plagado de errores y ni siquiera identificaba a los auténticos propietarios. Fue allí que la familia Miguel Bojalil saltó a la escena y sus integrantes aseguraron ser propietarios, en diferentes partes, de los terrenos. Nadie hizo nada para concretar el finiquito, por lo que todo quedó en el aire. Nuevos propietarios aparecieron y a la priista Blanca Alcalá Ruiz francamente le valió un comino solucionar el problema. Los meses continuaron, pero fue Mario Marín Torres el responsable de entregar a la familia Miguel Bojalil la posesión y propiedad de los predios. ¿Por qué lo hizo? Porque esa familia pertenece al más rancio yunquismo y para esas fechas el mandatario estatal no solo había entregado a la ultraderecha el uso discrecional de impuesto sobre nómina a fin de que le limpiaran la cara ante el escándalo de Lydia Cacho Ribeiro. En los últimos días de su gobierno y a sabiendas que la elección a la gubernatura estaba pactada para que llegara Rafael Moreno Valle Rosas, Marín entregó los terrenos. Con la oleada azul de 2010, Eduardo Rivera Pérez llegó al poder municipal e intentó meter las manos, pero nunca tuvo una verdadera intención de solucionarlo. El conflicto siguió escalando hasta que la morenista Claudia Rivera Vivanco decidió gestionar las obras de remozamiento y mejoramiento de ese espacio que, en los hechos seguía siendo de uso libre. ¿Por qué si ahora se sabe que hay un dueño privado, la administración claudista invirtió recursos en el lugar? A priori, podría decirse que hay un evidente daño patrimonial hasta que la exalcaldesa muestre que hay papeles que señalan a la Comuna como propietario de los terrenos. Si no existiera justificación, entonces, ¿Claudia Rivera usó recursos públicos a favor de un particular? ¿Qué acaso no se llama quebranto financiero? Así pues, nadie sabe a ciencia cierta quién tiene la razón, pero un hecho ineludible es que Lalo Rivera volvió a enfrentarse con un problema que no supo resolver en su primera gestión. Hoy que nuevamente encabeza el Ayuntamiento de Puebla sabría cómo actuar en consecuencia, pero prefirió —fiel a su cobardía— echarle la pelota a los regidores, mientras nada de muertito jugando a ser botarga: Lalo Bachero, Lalo Naranjita, Lalo quitador de chicles, entre muchas otras cosas. Hasta donde se sabe, el gobernador Miguel Barbosa Huerta conoce muy bien el conflicto. No hay duda de que meterá orden y, por fin, exhibirá a las timoratas autoridades que solo saben de dinero.

 

MIER Y LA TORPEZA

Moisés Ignacio Mier Velazco cree que los reflectores nacionales le permiten estar un paso delante de la discusión. Solo él lo cree (ah, bueno, y también sus asesores, pero esos van por sacarle todo el dinero que se pueda). El coordinador de Morena en San Lázaro apareció en una entrevista en El Financiero Bloomberg en la que aseguró que la candidatura a la gubernatura no se encuentra ligada a la Reforma Electoral. Y tiene razón. De hecho, Nacho Mier no tiene posibilidades reales de ungirse con la candidatura de Morena. No tiene los amarres ni los recursos personales para lograrlo. Menos la estatura política para ese cargo. El diputado federal siempre ha sido un segundón que cuando ha tenido oportunidades para catapultar su carrera política las tiró al caño. Por más que quiera, el legislador tiene una oportunidad de oro: Terminar sin problema su periodo en la Cámara baja e irse a su casa con la familia. De los contrario, tendrá que ir al MP a rendir sus declaraciones ante los procesos penales abiertos que se siguen en su contra.

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