Fue la marcha de los muertos vivientes, salidos de sus catacumbas desde las que todos los días añoran los tiempos perdidos. Hoy, el INE es su pretexto. No fue la marcha de la defensa del organismo, fue la movilización para exigir el regreso de los privilegios perdidos. Los empresarios yunquistas, por ejemplo, quisieran que regresaran los viejos tiempos del PRI en que ambos eran uno para los negocios y las prebendas. El PRI quisiera vivir una vez más aquellos días en que el fraude electoral (patriótico o no) era motivo de profesionalización. El PAN quisiera de vuelta los tiempos de Rafael Moreno Valle y ganar elecciones con el respaldo de los organismos electorales en el bolsillo; o continuar con un gobierno basado en un modelo de negocios para enriquecerse impúdicamente. El Yunque quisiera el regreso de los tiempos en que sus rectores eran los consejeros ciudadanos prestos a cuidar a los abanderados del albiazul y pegar duro para cobrar caro el amor ante los gobiernos priistas. El Frente Nacional por la Familia quisiera que el estado y el país fueran controlados por monseñor Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, ese gran promotor de Maximiliano de Habsburgo, Zuloaga y demás conservadores que mordieron el polvo con la Guerra de Reforma. Nuestra Carmelita Salinas, conocida como Ana Teresa Aranda, quisiera que el INE avalara como partido político a la Asociación Nacional Cívica Femenina y así perseguir, a costa del erario, a los homosexuales, feministas y proabortistas. Uno a uno, los participantes en la marcha confirmaron la máxima: Los muertos vivientes de hoy fueron los privilegiados del pasado. Y como entre los muertos vivientes también hay razas, no faltaron los pleitos y protagonismos. El calavera Moroni Pineda supo lo que significa tener que compartir espacio para su ego y que sea hecho a un lado por otro ego mayúsculo como el de Paola Migoya. Un micrófono, un suculento y nutrido grupo de personas ante las cuales promocionarse, así como la oportunidad única de lucrar políticamente, fueron los motivos del disenso. Entre los muertos vivientes solo cabe un ego y, por lo que se vio, Moroni está dispuesto a imponer el suyo, aunque tenga que arrebatarle el micrófono a su odiada compañera. Otro pleito fue entre los priistas y Sí por México Capítulo Puebla. Los tricolores estaban muy animados con la marcha. Se pusieron en contacto con los organizadores, hablaron de sumarse por completo, gestionar apoyos. Nunca hubo respuesta. Las semanas pasaron. Los priistas vieron cómo los trabajos para la movilización caminaban. Por los panistas se enteraban de las reuniones. El mensaje les quedó claro: De lejitos se ven más bonitos. Como era un acuerdo nacional no pudieron ausentarse, pero antes tuvieron que soportar un nuevo escarnio: un día antes de la marcha, al cuarto para los doce, los llamaron para pedirles que firmaran el desplegado que se publicaría. Fue una burla y un desdén. Confirmado: Entre los muertos vivientes hay razas. Este domingo, los muertos vivientes corearon consignas, se ufanaron de ser los únicos ciudadanos conscientes. Se les olvidó decir que entre sus filas desfilaban homófobos, mapaches, corruptos, conservadores antidemocráticos, sujetos enriquecidos asquerosamente en su paso por la administración pública con el PRI y el PAN; militantes de una secta adicta al poder y que avalaron fraudes a cambio de unos cuantos pesos a través de obras y contratos. Antiabortistas que no dudarían en quemar en la hoguera a las feministas. Jóvenes que desearían un futuro donde quepan solo aquellos que comulguen y recen el padrenuestro. Son nuestros muertos vivientes… y el INE solo es el pretexto.