Cuando conocí a Zeus Munive supe que estaba frente a un reportero auténtico, sin poses, lleno de hambre.
No pretendía ser un intelectual, aunque tenía sus libros leídos y su buena filmoteca en la cabeza.
Sabía de rock, de cine, de literatura.
Y quería ser periodista.
No un periodista autómata y puro —como los que hoy abundan.
Un periodista de calle y de pasión.
Su jefe de entonces, Fernando Canales, era todo lo contrario a él: oportunista, snob, simulador y analfabeto funcional.
Es de los que no escribe porque no sabe, cosa que se le agradece.
Zeus y yo reporteamos juntos en esa temporada y logramos primicias brutales.
(Ya he hablado de éstas en otras columnas).
Nos movían la pasión y el hambre.
Entre reportaje y reportaje, Zeus sacaba el tema del cine, el rock o la literatura.
Entonces nos íbamos al Vittorio’s o al antiguo Mural —siempre fue de la familia Cué.
Incluso llegamos a hablar de Buñuel o Kubrick frente a generosos tacos de carnitas en un mercado que estaba a unos pasos del Paseo Bravo.
Betty Müller y Roberto Desachy también forman parte de esta historia, cosa que también ya he narrado.
Pero hoy quiero hablar del reportero Munive.
Con los años se metió en una empresa romántica, y fundó la revista 360 Grados.
Los momios de aquellos días le pronosticaron una vida efímera.
(Lo mismo me pasó a mí cuando ocho años atrás creamos la revista Intolerancia).
Zeus, pues, arrancó en medio de ese mar de indiferencia que desde siempre se vive en Puebla, donde la política del ninguneo es la manera más socorrida de matar al otro.
Mes con mes nos fue sorprendiendo con su trabajo editorial.
Y aunque el cuerpo se cansa a veces, la mente nunca duerme.
Si hacemos cuentas, en estos quinces años han aparecido 180 números de 360 Grados.
Eso significa: 180 juntas de trabajo (a veces a solas) para armar la siguiente edición, 180 neurosis, 180 terapias, 180 vómitos ocultos.
No hay nada más incomprendido en la vida periodística que la hechura de una revista.
Y es que el editor —en este caso Zeus— tiene que sorprender al lector una y otra vez, y llevarlo a leer el mayor número de reportajes, artículos y relatos.
Es como aquel poema maravilloso del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra:
Enciende lirios, enciende pájaros, / quema el borde de la noche
Y parafraseándolo:
“El oficio del periodista es encender el cielo
de estrellas en el ojo del lector”.
¡Qué difícil tarea!
Quince años después, Zeus Munive sigue metido en la cocina de la edición sorprendiéndonos en cada número.
No siempre hay reconocimientos para el editor de una revista.
Es hora de ir empezando.
Salud, querido Zeus.
Artemisa, tu hija, es la estrella que te guía en la negra noche del alma.
Hay golpes en la vida. El 10 de diciembre de 2021 me surgió un dolor en el cuello que se fue extendiendo al paso de los días.
Era un dolor metido en la parte que une la cabeza con el tronco.
Ha habido días en que el dolor toca la vértebra C7.
Ésta es una apófisis espinosa, pero no es bífida.
Al paso de las semanas, el dolor se volvió agudo.
Todos los días despertaba y dormía con él.
Incluso me acompañaba a mi comidas, celebraciones y horas de lectura y escritura.
A la hora del sexo, estaba ahí de manera persistente.
Supuse que sería eterno.
Buscando algo en Amazon, me topé con un gel que anunciaba algo así como el fin de los dolores de cuello y anexas.
No hice caso.
Un día que el dolor se intensificó, compré el gel milagroso.
Sorpresa: tras una sensación de incendio, mi cuello y todo lo demás recuperaron la calma.
Qué extraño y maravilloso es andar por la vida sin esa sensación.
Por cierto: el día que nació el dolor (10 de diciembre de 2021) presentamos Hipócrita Lector.
No es casualidad que, en todo este tiempo, ese dolor haya nacido y crecido como una obsesión insana.
Soy feliz como un cerdo.