Es un alivio saber que los directivos de la Universidad Iberoamericana Puebla están decididos a combatir el mal —Satanás incluido— “desde los valores evangélicos más radicales, el amor, el servicio, la justicia, la paz y la convivencia humana fraterna”.
Ufff.
¿Qué haríamos sin ellos?
El problema es que todo lo hacen en cámara lenta.
Cuando menos así se han manejado en la trama que protagoniza un alumno suyo —Nicolás N—, y que tiene como primera víctima visible a una niña de 3 años de edad —hay más casos.
La historia la he narrado en varios momentos.
Resumo:
Sin estudiar la personalidad de un alumno de 20 años que haría su servicio social entre niños y niñas de tres o cuatro, los directivos de la Ibero Puebla lo asignaron al kínder Tonatiuhcali, del Grupo Voluntario Mexicano Alemán AC, perteneciente a la fundación Casa del Sol.
Ahí el depredador abusó de varias niñas.
Cuando el caso salió a flote, las autoridades de la Ibero pidieron prudencia en aras de que no trascendiera.
Cuando surgió la primera denuncia y la Fiscalía General de Justicia de Puebla intervino, la institución de los jesuitas hizo mutis.
Y algunos de sus directivos volvieron a pedir que el caso no trascendiera a los medios.
Cuando esto último ocurrió, la Ibero metió la cabeza en la arena y buscó deslindarse.
Hoy que Nicolás N —su alumno— está en la cárcel, la Ibero vuelve a deslindarse, pero ahora de él.
Ha sido un juego perverso tratándose de una institución que presume de defender los derechos humanos desde hace décadas.
Perverso, sí, y tramposo.
La Ibero —sus directivos— no ha salido —como en otros casos— a organizar ruedas de prensa para denunciar la asquerosa trama.
Sus intelectuales orgánicos, por su parte, han guardado un ominoso silencio.
Su prensa, ufff, quedó muda.
Ninguno de sus académicos dice nada.
En los hechos, faltaba menos, se han puesto del lado del depredador.
Quien calla ante un crimen se convierte en cómplice.
Eso han hecho.
Semanas después, la Ibero ha vuelto a sacar un comunicado que deja ver sus titubeos, su doble moral y un tufo de hipocresía.
Y lo hacen porque han sido exhibidos como timoratos cuando menos.
Lo peor es que suenan más a cómplices que a eso.
Vea el hipócrita lector algunos fragmentos del comunicado.
Favor de no reírse por el contenido y la penosa redacción:
“Nuestra institución expresa su solidaridad a las personas afectadas y sus familias.
“(…) Somos una institución cuyos principios, valores y prácticas están arraigados en una ética del cuidado de la dignidad de toda persona y de la defensa de la justicia. Durante más de 450 años de nuestro modelo educativo jesuita, hemos querido formar personas libres, compasivas, conscientes, competentes y comprometidas, dando testimonio de una permanente actitud de servicio a la sociedad y de una opción preferencial por acompañar a los más débiles, a los que más sufren, a las víctimas; por ello nos duele y nos indigna profundamente que nuestro nombre se ponga en entredicho por causa de acciones estrictamente individuales de presumible carácter delictivo por parte de una persona integrante de la comunidad universitaria, que en absoluto representan nuestra filosofía institucional y son contrarias a las normativas y protocolos que rigen todas nuestras actividades”.
Claro que les indigna que su nombre se ponga en entredicho.
El problema es que la errática actitud de sus directivos generó esto.
Por otra parte, es justo que sepan que su larga tradición educativa y humanista no sirvió de mucho en este horroroso caso, una vez que Nicolás N, su alumno, no se convirtió en lo que tanto presumen: una persona personas libre, compasiva, consciente, competente y comprometida.
Quien abusa de un menor de edad es un criminal sin corazón.
Quien calla y busca bajar el impacto de ese crimen, es un cómplice y un hipócrita.
¿Qué sigue?