La columna publicada por el periodista Raymundo Riva Palacio en el periódico El Financiero sobre el chantaje de Moisés Ignacio Mier Velazco al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, debe considerarse como un parteaguas que explica muchas cosas ocurridas en la entidad. El columnista describió el papel estratégico del secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López Hernández, en las tareas políticas del país y su control en el Congreso de la Unión, todo con la finalidad de cumplir con las encomiendas de Palacio Nacional. Respecto al poblano textualmente escribió: “En el caso de la Cámara de Diputados, es un golpe directo al presidente del Congreso, Ignacio Mier, que fue perdiendo el respeto y la confianza de López Obrador en los últimos meses. Mier cometió un error cuando hace unas semanas pidió una cita con el presidente, quien pensó que quería hablar sobre la agenda legislativa. Para sorpresa del presidente, Mier ofreció cabildear y sacar adelante con la oposición la reforma constitucional para que las fuerzas armadas ampliaran su permanencia en las calles para tareas de seguridad pública hasta 2028, y le pidió su respaldo para la candidatura del partido al gobierno de Puebla, donde su adversario, el gobernador Miguel Barbosa, lleva mano en la propuesta de candidato. La forma como lo fraseó fue tomada como chantaje”. De ser cierta la versión relatada (y no hay indicios para suponer que no sea real), Ignacio Mier sólo demostró que es un pueblerino que ignora la regla básica del poder: Nadie puede chantajear ni condicionar a un presidente de la República y menos para hacer un trabajo al que se está obligado. Lo que es peor, una osadía de esa naturaleza describe en su justa dimensión la calidad de político que es el poblano y que lleva a una serie de conclusiones. Por ejemplo, las escasas tablas de Nacho Mier le jugaron las contras al sentirse más de lo que es en el mundo de la política nacional, creyó que el cargo lo es todo (coordinador de Morena en San Lázaro) y que podía atropellar a quien fuera para cumplir sus mezquinas ambiciones. Si bien el exempleado de Enrique Doger Guerrero tiene cercanía con el secretario de Gobernación federal y es cómplice de Mario Delgado Carrillo, presidente nacional de Morena, eso no se ha traducido en una fortaleza política y mucho menos a ubicarlo como el favorito rumbo a 2024. Basta recordar que la relación con el primero no significa que cuente con su apoyo en la carrera por la gubernatura de Puebla, mientras que la sociedad que mantiene con el segundo le alcanzó solo para garantizar que su hijo Carlos Ignacio Mier Bañuelos fuera alcalde y su hija Daniela Mier Bañuelos fuera sembrada en el primer lugar de la lista de plurinominales en el Congreso del estado. Quienes conocen muy bien a Nacho Mier coinciden que su única fortaleza radica en su capacidad de “seducción perversa”, es decir, es un político que ha hecho de la intriga su principal cualidad, además de ser adicto a crear escenarios a través de los cuales les dice a sus interlocutores lo que quieren oír. Sin embargo, nada de eso alcanza para ganar una carrera a la gubernatura. Nacho Mier cree que es suficiente y está a la espera de la bendición presidencial sin entender que cometió el peor error ante el presidente López Obrador. ¡Qué difícil que no pueda matar al priista que lleva dentro!