Este jueves fue aprehendido Nicolás N., alumno de la Universidad Iberoamericana que agredió sexualmente a varias niñas de tres años de edad.
El caso lo compartí con el hipócrita lector en dos ocasiones anteriores.
Transcribo el boletín que acaba de publicar la Fiscalía General del Estado.
“La FGE solicitó, obtuvo y cumplió orden de aprehensión en contra de Nicolás N., probable responsable del delito de abuso sexual en agravio de una niña de 3 años de edad.
“La investigación del caso derivó en establecer que Nicolás N. prestaba su servicio social en el Centro Educativo Tonatiuhcali en San Andrés Cholula, Puebla.
“De acuerdo al resultado de los actos y técnicas de investigación que condujo el Agente del Ministerio Público, el aprehendido presuntamente realizó tocamientos lascivos a una niña de 3 años de edad.
“Con la denuncia presentada y atendida, una vez que se obtuvo la orden de aprehensión, personal de la Fiscalía General del Estado aprehendió a Nicolás N. este jueves 27 de octubre de 2022”.
Hasta aquí la cita.
Ahora comparto una de las columnas en la que hablé del terrible caso:
¿Quién es más propenso a ser un delincuente sexual: un estudiante de la universidad Iberoamericana Puebla o uno de la BUAP?
Para la directora del jardín de niños Tonathiucali no hay la menor duda: el segundo.
¿Qué la llevó a justificarse de esa manera ante un grupo de indignados padres que le reclamaban que sus pequeñas hijas hubieran sido agredidas sexualmente por un estudiante que estaba haciendo su servicio social en esa institución?
La idea de que el estudiante de la Ibero —que anda en los veinte años de edad— es un niño bien, a diferencia de un modesto estudiante de la BUAP que suele provenir de hogares modestos.
(Nota Bene: Estoy traduciendo a la cómplice de esas agresiones).
Un niño bien de la Ibero no va a andar abusando de las niñas de tres años de edad.
¡Faltaba más!
No tiene necesidad de eso porque viene de un hogar de clase media alta y estudia en una universidad llena de valores —éticos y religiosos—, y hasta acude a misa los domingos.
Vaya: es más adicto a las hostias que a los tacos, cosa que lo hermana con los yunquistas poblanos.
Un estudiante de la Ibero que convive con menores de edad no se va a andar cambiando el nombre para cometer sus ataques sexuales.
En la lógica de la ya ex directora del jardín de niños —llamada Guillermina—, un estudiante de la BUAP sí lo haría.
Pero resulta que el Niño Ibero lo hizo, y les dijo a sus víctimas que se llamaba “Javier”.
Ese detalle habla de alevosía y ventaja.
Ya sabía lo que haría y desde ese momento empezó a crear subterfugios (excusas artificiosas, vaya).
Cuando las niñas hablaban, pues, de “Javier” en sus casas, las mamás creían que éste era un compañerito.
Ya se sabe: hay niños groseros que les pegan a las niñas o se bajan los pantalones, o las tocan.
Por eso el que “Javier” hiciera algo parecido no encendió los focos rojos.
El problema se dio cuando descubrieron que “Javier” era un estudiante de la Ibero que hacía su servicio social.
Fue entonces cuando sobrevino la famosa y terrible frase de la entonces directora del jardín de niños: “¿Cómo un joven de la Ibero va a hacer eso? Si fuera uno de la BUAP sí lo creería”.
Guillermina protegió al agresor, cosa que ya la metió en problemas.
Si las investigaciones siguen su curso natural, habrá de pasar unos quince años en prisión.
¿Y qué le espera a “Javier”?
Una larga temporada en la cárcel.
¿Cuántos años?
¿Veinte, treinta?
Y algo peor: ya sabemos el infierno que viven entre rejas los abusadores sexuales.
¿Por qué hizo lo que hizo?
Porque pudo.
Y seguramente no fue la primera vez.
La suya fue una acción de poder.
El aforismo atribuido a Oscar Wilde es más vigente que nunca: “Todo tiene que ver con el sexo excepto el sexo. El sexo tiene que ver con el poder”.
(Los testimonios de las niñas son estremecedores. El estudiante de la Ibero —que hacía su servicio social en la institución— se hacía pasar por mago para realizar sus miserias humanas).
Por cierto: el clasismo de la ex directora del jardín de niños es curioso, una vez que ella no es lo que se dice una señora bien.
Al contrario: sus orígenes son modestos.
Incluso estudió en la BUAP.
¿Qué país estamos construyendo?
La historia ocurrió en el centro educativo Tonatiuhcali, del Grupo Voluntario Mexicano Alemán A.C., perteneciente a la fundación Casa del Sol, ubicado en la colonia Concepción La Cruz, en San Andrés Cholula.
Hoy ese centro ha sido cerrado.
La Magistrada y el Tribunal. Primera escena:
En una boda, la magistrada Margarita Gayosso me habla de su padre, don Filadelfo Gayosso —oriundo de Tlacuilotepec, en la sierra norte de Puebla—, del que fui amigo hace muchos años.
Don Filadelfo fue el cronista de esa región de la sierra que abarca Pahuatlán y Tlaxco.
Recuerdo perfectamente cuando él escribía en la revista Momento, de don Baraquiel Alatriste, a la que llegó por Mauro González.
Recuerdo también, entre otros, un libro suyo publicado por la BUAP: El padre Benigno, que narra el choque ideológico de un maestro rural y un sacerdote cristero.
Segunda escena:
La magistrada se opone al principio a la reelección de Héctor Sánchez Sánchez al frente del Tribunal.
‘Ha llegado el momento en que una mujer lo encabece”, argumenta.
Y anuncia que buscará contender por la Presidencia.
Un magistrado la secunda.
Vienen los cabildeos.
Sobrevienen las conversaciones.
Al final, Héctor Sánchez se reelige.
Tercera escena:
La magistrada presidenta es elegida por unanimidad como titular del Poder Judicial.
A ella le tocará encabezar el Tribunal del 27 de octubre de 2022 al 27 de octubre de 2026.