En la muerte es la vida lo que espera
asomando sus dientes
traspasando la tierra abandonada
con sus monstruos de cera y ecuaciones
Cosmogonía (1969)
Juan Eduardo Cirlot
I
Se acerca una de las fechas más simbólicas y significativas de la cultura mexicana: Día de Muertos.
La fecha donde el sincretismo -la mezcla de creencias y ritos- le da un valor muy interesante a uno de los tantos procesos que significó, para bien y para mal: “la Conquista Española”: El 1 de noviembre -según el catolicismo- corresponde a Todos los Santos (muertos chiquitos o niños) y el 2 de noviembre se conoce como Fieles Difuntos (muertos adultos).
II
De niño uno está ilusionado con la fe y la creencia en el ratón de los dientes, Santa Claus y los Reyes Magos.
De grande, probablemente, la emoción más grande; la ilusión más amorosa corresponde al Día de Muertos.
Cuando nuestros seres queridos trascienden al otro plano, uno -como la llorona- se queda penando su ausencia; empero, tenemos la esperanza, la fe, de que al poner nuestra ofrenda con sus platillos y objetos más queridos conseguiremos contar con su presencia.
III
Hace meses que la poesía, la literatura y el arte ha confluido en mí para abordar y entender/comprender mejor el mundo esotérico, hermético y espiritual.
Están más cercanos de lo que se piensa.
Y probablemente, este sea el año que con mayor devoción y fe sentiré estas fechas.
Aunque, no es necesario esperar a estas fechas.
A veces basta con cerrar los ojos y pensarlos para invocar su presencia.
Debo confesar que suelo hacerlo cuando necesito luz para las partes más oscuras de este sendero llamado vida y fuerza divina (y así reforzar mi poder interno) para afrontar las pruebas y obstáculos que uno encuentra al andar.
IV
Como me encantaría, en este presente, saber que en algún momento -en mi actual oficina- llegara a visitarme Don Pedro Ángel Palou Pérez para ofrecerme un consejo o darme su punto de vista sobre las decisiones que tomo.
Cuánta falta hace ese sabio silencio con preguntas precisas de abue Salud para guiarme a la solución y cuya respuesta sabe a tallarín verde, bistec de carne molida o quesadilla de tortilla de maíz con un quesillo bien derretido (nunca he logrado hacer una).
Tengo la extraña curiosidad de que me diría Nacho Padilla cuando le contara el cómo y por qué llegué al mundo del Tarot y las puertas que éste me ha abierto.
Me gustaría decirle a Sergio Pitol que en mi oficina hay dulces para después verlo cómo se acerca por uno, esperando que no me dé cuenta.
Alguna vez Guillermo Samperio me insistía en que debería animarme a hacer un libro con algunas de mis columnas de El Guardián del Diván; me gustaría conocer qué opina de esta nueva etapa y qué piensa de todo lo que está pasando alrededor de Revista Purgante.
Juanita, mi otra abue, decía que yo iba para Presidente de México; sería interesante saber su opinión sobre el rumbo que ando tomando.
Andrea, otra especie de abue, fue muy cercana a los primeros perritos que tuvimos; quisiera preguntarle qué le parecen Nala y Mafalda.
V
Palabras faltan para describir todo lo que me gustaría hacer, decir o preguntar si pudiera tener un momento con mis presentes ausencias.
Y también son tantos a los que les adeudo directa o indirectamente: José María Cajica Camacho, Emma Murad y, sí, al poeta Roberto Martínez Garcilazo también le debo mucho de lo que actualmente soy.
Todos me dieron alguna herramienta para este camino.
Todos me dieron lecciones buenas y malas que han servido para configurar mi ser.
Y es que, al final, uno también está conformado por sus muertos.
Estas palabras, como casi cada acción realizada y decisión tomada, son una constante ofrenda para todas mis presentes ausencias.
Casi siempre, enciendo un incienso esperando que acudan a mí para acompañarme en algún momento del día.
VI
Y usted, hipócrita lector: ¿qué diría o haría si tuviera la oportunidad de compartir algunos momentos con sus seres queridos que han trascendido?
