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jueves, noviembre 21, 2024

Los cuatro entierros de Melitón Lozano

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La instrucción de Miguel Barbosa Huerta hacia aquellos que declararon sus aspiraciones a convertirse en candidatos de Morena a la gubernatura en 2024, fue sencilla: No descuiden sus actividades, ni un solo peso del erario mal utilizado, todos apegados a la ley, no se distraigan.

Melitón Lozano Pérez, secretario de Educación Pública estatal, hizo todo lo contrario.

Peor aún: Operó contra el gobierno estatal que representa y cargó el costo político al dueño del ajedrez político en la entidad.

Mala idea para quien se ufana de encarnar la lucha de izquierda en la entidad.

Sí mintió, está por verse si robó y sí traicionó al pueblo.

Todo por la pinche campaña.

La desgracia de Melitón Lozano no fue flor de un fin de semana sino la acumulación de errores que se tradujeron en cuatro entierros a los que asistió y nunca se enteró que lo estaban velando.

El clímax de su fracaso, sin duda, ocurrió el sábado pasado cuando no más de 10 simpatizantes suyos, entre ellos su sobrino, Víctor Manuel Ríos de los Santos, y otra docente de nombre Lucía Fidela Martínez, fueron a gritonear durante el acto oficial que se celebraba en Ayoxuxtla de Zapata y era encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Los inconformes eran maestros que demandaban a Miguel Barbosa Huerta el pago de una compensación de fin de año, quienes lograron colarse gracias al apoyo del delegado en Puebla de la Secretaría del Bienestar federal, Rodrigo Abdala Dartigues.

Abdala les abrió la puerta. Hasta atrás del recinto, los docentes gritonearon por 10 minutos, justo cuando tomó el micrófono el mandatario, y se retiraron con la misma velocidad con la que llegaron.

Todo fue un montaje.

Un montaje que muy pronto se descubrió quiénes fueron los autores materiales e intelectuales.

El colmo: Los instigadores y los autores materiales coronaron su montaje con una fotografía para el recuerdo.

Para entender esa protesta hay que irse unas semanas atrás.

El pasado 13 de octubre, unos 100 integrantes de la Sección 51 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) protestaron en la explanada de la SEP estatal para demandar al gobierno del estado el pago de compensaciones retroactivas, tal y como la Federación acordó con la Sección 23 de la organización.

En estricto sentido, el gobierno del estado no tiene ninguna obligación de otorgar esa compensación a los maestros estatales, pues fue producto de las negociaciones al contrato colectivo de trabajo entre la SEP federal y la Sección 23 del SNTE, que agrupa a más de 60 mil trabajadores de la educación federales.

¿Qué pasó? Que el conflicto escaló a consecuencia de la negligencia de Melitón Lozano. El titular de la SEP estatal prefirió ceder a las presiones magisteriales y sin consultar al gobernador de Puebla ni tener autorización de nadie, se comprometió a entregar el apoyo que representa una sangría de 200 millones a las arcas estatales.

El pacto de Melitón fue exhibido por el propio secretario general de la Sección 51 del SNTE, Jaime García Roque.

Un video en poder de este reportero exhibe al sindicalista ante un grupo de integrantes de su comité ejecutivo, a quienes explica que la demanda de pago se convirtió en una estrategia nacional, pues todos los dirigentes estatales magisteriales del país plantearon su queja ante la secretaria de Educación federal, Leticia Rodríguez Amaya, para que dote a los estados de recursos a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Luego, vino la joya que develó el acuerdo a oscuras. “Afortunadamente, en Puebla, ayer me dio la noticia el señor secretario, el doctor Melitón Lozano, de que la próxima quincena, el 15 de octubre, ya viene el pago del incremento salarial”.

Esto significa que antes de que explotara la primera protesta de los trabajadores de apoyo a la educación, que son los que demandan ese retroactivo, había un pacto previo entre Melitón y la dirigencia.

Como era previsible, los tiempos prometidos llegaron y no hubo ningún incremento lo que llevó al personal administrativo y de intendencia a reiterar su inconformidad. Fue allí cuando todo comenzó a descomponerse. Las protestas trajeron como resultado el anuncio de Miguel Barbosa de que no habría pago de ningún tipo, ya que esa demanda era atribuible solo a los trabajadores federales y la administración local no tiene el dinero.

A continuación, vino un concierto de dimes y diretes, pero una línea quedó clara: Melitón Lozano abdicó de su papel como secretario de Educación Pública estatal para ganarse el apoyo de los maestros estatales. Vio la oportunidad de echarse a la bolsa al magisterio estatal sin salir raspado.

En otras palabras: Él quedaría como el conciliador y único interesado en arropar al magisterio, mientras que el gobernador y su gestión eran los que se negaban a entregar el dinero prometido.

Ese fue el peor error cometido, su principal entierro.

A pesar de que Miguel Barbosa anunció que sí se pagaría el retroactivo, pero pidió calma a los integrantes de la Sección 51, la dirigencia sindical llevó a sus agremiados a las calles. Nunca hubo la intervención de Melitón Lozano para impedirlo y menos para llamar a la mesura.

Así pues, el magisterio se fue por la libre y aprovecharon la visita del secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López Hernández, y del presidente Andrés Manuel López Obrador, para escalar sus protestas.

¿Por qué la dirigencia sindical no impidió tales manifestaciones? ¿Por qué Melitón Lozano no intervino para detenerlas ante el riesgo de que la figura del gobernador fuera abollada por un reducido grupo de trabajadores? ¿Por qué nadie en la SEP ni en el SNTE hizo algo para calmar los ánimos?

En ese contexto, llegó el montaje de Ayoxuxtla de Zapata.

Familiares y operadores de Melitón Lozano dieron show, apoyados por uno de los principales adversarios de Miguel Barbosa: Rodrigo Abdala, aliado del diputado federal Moisés Ignacio Mier Velazco.

Peor no podía haber sido.

El otro entierro de Melitón Lozano ocurrió mientras el funcionario se placeaba orondo por la Sierra Norte en las asambleas distritales de Morena. Fue hasta el tercer punto, Chignahuapan, cuando el titular de la SEP ya no se presentó. El escándalo en la Mixteca había estallado y fue peor de lo que se esperaba porque los conspiradores fueron rápidamente descubiertos.

Eso no fue lo único.

En medio de las agrias discusiones sobre el incremento que demandaba la Sección 51 del SNTE, Melitón Lozano cometió una torpeza más. Con bombo y platillo difundió la Evaluación Diagnóstica Integral de las y los Aprendientes del Estado de Puebla, Ciclo Escolar 2022-2023, un análisis que pone en la lona a los estudiantes poblanos en matemáticas y español.

Nuevamente, la difusión la hizo sin consultar a nadie.

Pese a la gravedad de los resultados, Melitón demandó al gobierno del estado todo el apoyo para lanzar una amplia campaña de difusión del estudio, pues desde su punto de vista nadie lo había hecho hasta el momento.

¿Cómo se puede hacer una campaña para decir que los alumnos están más burros que nunca? ¿Por qué difundir que la pandemia nos dejó peor que antes? ¿En todo caso, los resultados de esa evaluación no significan el fracaso de la SEP estatal para estar a la altura para enfrentar los retos que trajo la emergencia sanitaria? ¿La idea era difundir que el gobierno no pudo contra pandemia y el costo lo pagaron los alumnos?

Estupidez supina.

A su regreso de Ajalpan, a donde acudió al informe de labores municipal, el gobernador Miguel Barbosa Huerta se enteró de las intenciones de Melitón Lozano. Un par de días antes, la SEP estatal había sido tomada por los integrantes del SNTE 51 para exigir un incremento no pactado por el gobierno, pero sí prometido por el funcionario. Ese fue otro entierro.

Todas esas torpezas generaron un caldo de cultivo que puso en el ojo del huracán al funcionario.

A Casa Aguayo llegó un amplio expediente sobre las andanzas de Melitón en su campaña como aspirante a la gubernatura. Entre los puntos destacaba la entrega de apoyos en todas aquellas partes que visitaba —una especie de Santa Claus adelantado— que, si bien aseguraba que pagaba con sus ingresos personales, solo alimentaron las sospechas de presuntos desvíos de recursos.

El documento, además, revelaba la presión que Lozano Pérez ejerció contra el sistema de universidades tecnológicas y tecnológicos de la entidad para que crearan una estructura de apoyo político. La exigencia era que el personal seleccionado dejara sus actividades para dedicarse de tiempo completo a la promoción del titular de la SEP. Ese fue otro entierro.

Melitón Lozano terminó por exhibir otra naturaleza política.

Su lógica fue caminar hasta donde topara y contra lo que se pusiera en su camino.

Se olvidó que en esta primera etapa de la sucesión poblana solo hay un voto que importa.

Un voto que debe ser cuidado, entenderlo, convencerlo de que uno es la mejor opción que pueda haber.

¿Qué hizo Melitón? Pateó el bote y mordió la mano del que lo llevó a la carrera por la sucesión.

La generosidad la pagó con ingratitud y traición.

El secretario de Educación Pública no entendió la única regla que hay en la carrera por Casa Aguayo: No descuidar sus actividades públicas, ni un solo peso del erario mal utilizado, apego a la ley, no distraerse.

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