Una energía cósmica ha permeado por mucho tiempo toda una extensa área de Xicotepec. Por años los citadinos de muchos lugares como México, Puebla, Hidalgo llegan a tomar energía, en particular el día de la celebración de la Xochipila, un centro ceremonial que se encuentra a dos cuadras del centro histórico.
En épocas remotas por este sitio desembocaban aguas puras y cristalinas que invitaban a beber y saciar su sed. Al paso del tiempo los drenajes de la cada vez mayor población fueron contaminándola, hasta convertirse en un desfogue del drenaje general. Se han hecho esfuerzos por separar las aguas negras de las pluviales; sin embargo, no se ha logrado el objetivo y se respira un aire fétido en época de intenso calor y menos oloroso en el invierno.
Han llegado infinidad de personas provenientes de otros lugares de la República Mexicana sea con motivo de trabajo, de visita familiar, el sitio obligado a visitar era la piedra filosofal. Después de una corta caminata eran invitados a beber el agua prodigiosa que emanaba de los mantos acuíferos. El agua transparente y de grato sabor era absorbida con agrado. Muchos de esos visitantes se quedaron a vivir permanentemente en Xicotepec, atribuían a que el haber bebido esta agua era motivo suficiente para que quedara arraigado.
Es un gran espacio, lleno de misticismo, tierra de chamanes, de curanderos y de mujeres y hombres que en un momento se convierten en prestidigitadores y adivinos. A este lugar acuden personas que con alguna prenda pueden hacer el bien o el mal, solicitándoselo con devoción a la enorme piedra. Existe una oquedad en la pequeña explanada que sirve para depositar veladoras, ofrendas, flores, etc.
En la parte baja de la misma —inframundo le llaman— hay un centro adoratorio del mal. Aquí existen muchas velas, gallinas negras muertas, otro tipo de animales, tamales, mole, arroz, pan, etc. En la festividad de Todos Santos es cuando más se incrementa la presencia en esta área.
Los martes arriban las personas que van a pedir para el bien de las familias, que les encargan mejore su situación económica o bien de manera presencial, las tradicionales limpias con hierbas de olor y con veladoras, que luego depositan en un espacio en el que curiosamente en la época de solsticio de verano la figura del pez de mil colores hace su presencia.
Los viernes, por el contrario, acuden personas que hacen sus curaciones apoyándose en imágenes, evocan a Satanás para que pueda ocasionar toda clase de afectaciones y, para ello, las ofrendas en el inframundo son más generosas y mucho más abundantes.
En el aspecto político, la gran piedra filosofal ha tenido al paso del tiempo su presencia preponderante. A través de los mayordomos vigilantes de este lugar, son llevados los candidatos a ocupar un espacio —particularmente a la presidencia—, ellos le hacen entrega del bastón de mando que es un signo de que van a ser los elegidos. Desafortunadamente, los viejos mayordomos ya partieron y quienes vinieron a sucederlos hacen ya sus primeros pininos para reemplazarlos.
Aunque para algunos no todo puede ser tomado como un lugar que resuelve con el solo poder de la fe o la creencia lo que se ha señalado. Hace tiempo dos antropólogos recorrieron el lugar y expresaron que para ellos era como un meteorito o algo parecido, que la piedra no tenía ningún poder.
Los viejos vigilantes cumplían con una función importante en la sociedad. Días antes de la celebración del 24 de junio —festejo de San Juan Techachalco—, iniciaban una recolecta para con ese recurso atender a los danzantes provenientes de las distintas localidades de Xicotepec, para comprar flores, para cohetes, etc. Era una verdadera proeza dar de comer y beber a decenas de danzantes que partían de los cuatro puntos cardinales y hacían su arribo en esa fecha al zócalo y encaminarse danzando hasta la Xochipila y allí con toda la destreza aprendida a través de los años ejecutaban su baile tradicional.
Así pues, hablar del enfoque místico de un lugar reconocido a través del tiempo, y el propio tiempo ha dado sabores y sinsabores a quienes lo visitan.
QUINO.
Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás