Después de la pandemia ya no es lo mismo. Se escucha decir a padres de familia y a maestros de las instituciones educativas de todos los niveles.
Aunque alguien expresa a lo lejos que les dieron la instrucción de que si quieren recursar el año lo pueden hacer; sin embargo, eso no resuelve el retraso que sufrieron los estudiantes.
Y hubo en este largo tiempo fuera de las aulas de todo. ¿Quiénes padecieron más? Como siempre quienes menos recursos tienen. La principal razón es que las famosas clases en línea nunca pudieron cumplir con su objetivo de mantener al alumnado en estudio permanente o siquiera semi permanente. No hubo el dinero suficiente para adquirir los equipos de cómputo por módicos que éstos fueran. Las áreas a donde no llega la señal de Internet afectaron de manera muy lacerante. Los niños fueron llevados a trabajar con sus padres, los jóvenes de educación media superior y superior se fueron a las principales ciudades a emplearse para subsistir y proveer de recursos a sus respectivas familias.
Algunos maestros -no es bueno generalizar- crearon sus miniempresas y se dedicaron desde allí a dar “clases por línea”.
El saldo, como ya se apuntó al inicio, fue negativo; el tiempo para recuperar los planes de estudios varados, a como se ve, no llegará.
Esta entrega de El Baúl apunta a la escuela públicas; sin embargo, las escuelas privadas sufrieron los propios estragos, aseguran algunos titulares de ellas que el daño no fue tan mayúsculo como en las privadas. El tiempo lo dirá.
Desde luego que el periodo de suspensión de clases en las aulas escolares no fue causa atribuible ni a maestros ni a alumnos. Hubiera sido peor no haberlo hecho. La cantidad de decesos en el país y en todo el mundo dan cuenta de ello.
En el reinicio hubo bajas -como en los ejércitos- y también falta de voluntades; sin embargo, la disyuntiva no da para más. Todo mundo ya se subió al barco y a rescatar la educación. Habrá algunos segmentos que estaban muy cómodos en el confort en el que ya estaban posicionados; es ahora la autoridad educativa la que tendrá que poner su grano de arena para llevar a cabo una reactivación como lo requiere el país.
De este brevísimo recuento no todo es negativo. En el retorno a la actividad presencial de los estudiantes he visitado una escuela rural comunitaria en la Sierra Norte y me sorprendió que han retomado, tanto maestros como alumnos, su gran tarea educativa. Es más, han estado rescatando cuestiones como los desayunos comunitarios que se avizora son compartidos, una parte el gobierno, otra la sociedad y los propios alumnos. Este esquema fue aplicado en los años 60-70, en el que el gobierno del estado otorgaba desayunos escolares compuestos por un bolillo con miel de abeja y leche con chocolate. Para mayor seña fue en la escuela primaria Venustiano Carranza de Xicotepec.
De lo que me pude percatar es que almuerzan -es la palabra más exacta- gorditas, quesadillas, tostadas, una pieza de pan y café, con la módica aportación de 10 pesos por alumno. Las madres de familia se organizan por grupos de cuatro o cinco para preparar desde la mañana lo que comerán los alumnos. Alternan estos alimentos con cereales y legumbres que en la bodega de la escuela hay una muy generosa provisión, capaz de alimentarlos por lo menos un par meses.
Al terminar este tema -que desde luego da mucho de qué hablar- debo apuntar que no todo está perdido y que la fuerza y el pundonor tanto de estudiantes y maestros nos sacará a flote una vez más.
Es curioso, uno cierra los ojos y el mundo desaparece. QUINO