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domingo, noviembre 24, 2024

Horizontes

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En su edición 2022, el EDUCAUSE Horizon Report constata que después de dos años de pandemia la nueva normalidad se parece mucho a la normalidad anterior, aunque reconoce que algunos aspectos pueden estar cambiando en nuestra mente y nuestro comportamiento. De ahí el interés por identificar, a nivel global, los escenarios que emergen ante nuestros ojos y preguntar por el futuro de la educación superior. Para ello, EDUCAUSE toma en cuenta lo que sucede en Australia, Canadá, Arabia, Estados Unidos y México.

Con base en las tendencias identificadas, podemos decir que en el ámbito social se aprecia un incremento en el uso de los entornos virtuales para el aprendizaje híbrido y en línea, un énfasis en el aprendizaje basado en habilidades y el reconocimiento de la productividad del trabajo remoto; en cuanto a las tecnologías se hace evidente la necesidad del análisis del aprendizaje y el Big Data, así como la redefinición de modalidades de enseñanza para aprovechar el potencial de las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento o las Tecnologías del Empoderamiento y la Participación, por un lado, y la urgencia de la ciberseguridad, por otro lado.

Siguiendo con el informe, queda claro que, en lo económico, se avanza rápidamente hacia la digitalización de la economía, las instituciones educativas se enfrentan a posibles déficits financieros y los títulos universitarios por un lado incrementan sus costos y por otro lado pierden su valor; en términos ambientales, además del discutido cambio climático, es obvia la preocupación por la salud planetaria y la mayor presencia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Agenda 2030) en el discurso tanto político como educativo. Asimismo, en cuanto a la política y las políticas, se observa que los constantes cambios de rumbo aumentan la incertidumbre para las instituciones de educación superior, las ideologías del gobierno en turno inciden en el currículum y en aras del ahorro y la austeridad se reduce el presupuesto de las universidades.

Ahora bien, aunque la pandemia de Covid-19 fue un impulso para la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación a los procesos educativos, la tendencia incremental del aprendizaje en línea o en modalidad mixta no es nueva. Sólo por dar un ejemplo, la Universitat Oberta de Catalunya tiene más de 25 años impartiendo en línea cursos de grado y posgrado en línea. Desde luego, no es la única universidad que lo hace, cada vez son más las instituciones de educación que adoptan y adaptan diferentes modalidades educativas y consolidan su oferta.

Pensar a la educación superior multimodal u omnimodal es reconocer que, gracias al desarrollo de los paradigmas psicoeducativos, la tecnología educativa y la neuroeducación, así como los dispositivos tecnológicos disponibles, las posibilidades de aprender con excelencia han aumentado. Hoy, como señala Rosa María Ortega Sánchez, en su libro Modalidades educativas. Estrategias de enseñanza-aprendizaje en educación superior, coeditado por la Universidad de Guadalajara y Miguel Ángel Porrúa, “los docentes debemos beneficiarnos con las herramientas digitales para que el aprendizaje sea colaborativo, constructivista y dinámico”. Los docentes, dice ella. Los docentes y los estudiantes, digo yo. Las instituciones educativas y la sociedad, agrego.

Para resaltar la utilidad de los recursos electrónicos, Ortega Sánchez contrasta la educación presencial tradicional con el e-learning o aprendizaje electrónico. De la presencialidad se resaltan como ventajas una menor distracción de los estudiantes, la resolución de dudas al momento, la disciplina asociada al horario y el contacto humano. Por otro lado, están: la dependencia del docente, como fuente de información principal, el predominio de la comunicación oral o didáctica verbal, las estrategias de aprendizaje enseñanza limitadas por el espacio y el tiempo disponible, la evaluación centrada en la medición y el rol pasivo que asume el estudiante. La tecnología puede estar presente pero no transforma el entorno, cuando mucho, las fotocopias se sustituyen por archivos PDF, la grabadora del profe de inglés da paso al audio en el celular, el viejo y estorboso televisor cede su sitio la pantalla LED.

Así, podemos estereotipar al estudiante de educación presencial con las características que Rosa María señala, siguiendo a Bautista, Borges y Forès, a saber: “actitud reactiva”, “relativa o escasa implicación en el proceso de aprendizaje”, “escasas metas propias más allá de la superación de asignaturas o cursos”, “escasa reflexión sobre las propias actitudes”, pocas “destrezas y estrategias para aprender” dadas las características de las exposiciones y las tareas en casa.

En contraste, gracias al e-learning el estudiante es responsable, hábil y diestro, “genera su propio aprendizaje, se convierte en constructor de aprendizaje”, es “dinámico al realizar las actividades educativas”, es “investigador” y “administra tiempo y espacio”. Nada que ver con la falaz imagen del estudiante apoltronado en el sillón o recostado en la cama con el celular en la mano, ajeno a cuanto sucede alrededor.

De este modo, el libro ayuda a apreciar las bondades del aprendizaje en línea: Desaparece el tiempo y el espacio como limitación. Hay ahorro económico (se dice, pero es discutible). La atención es personalizada. Se fomenta el aprendizaje autónomo (que no autodidacta). Se flexibiliza el horario. Se genera tiempo para otras actividades. Se da oportunidad para formar a más personas. Las plataformas permiten la comunicación multimedia, las actividades integradas y la evaluación automática. Tantas bondades son discutibles, sin duda. Pero parece que, en efecto, son más las ventajas que las limitaciones.

Una modalidad intermedia, que combina y multiplica lo mejor de la presencialidad y la virtualidad es el blend, el mix, la educación híbrida de la que tanto se hablaba hasta hace unos meses sin que hubiera mucha claridad sobre la manera de alcanzar el equilibrio entre la educación presencial y la educación a distancia de tal manera que “ambas experiencias de aprendizaje [sean] imprescindibles para completar con éxito los objetivos de aprendizaje”. Se trata aquí de multiplicar las herramientas de interacción, flexibilizar el horario, aumentar la motivación, potenciar las competencias comunicativas, tecnológicas e informacionales, de maximizar el aprendizaje. Y no porque haya un virus en el ambiente, sino porque es posible utilizar la tecnología a favor del conocimiento y su democratización.

Otras formas de aprovechar la tecnología con fines educativos son el m-learning o aprendizaje móvil que pretende poner al servicio de la educación los dispositivos móviles, el u-learning o aprendizaje ubicuo que sostiene que se puede aprender por pares en cualquier momento o lugar, el c-learning o aprendizaje en la nube que aprovecha el trabajo en red para construir comunidad mediante la conexión, la comunicación y la colaboración, el p-learning o aprendizaje personalizado, entre otras modalidades.

Sin embargo, a pesar de ser una tendencia mundial, a pesar de sus probadas ventajas, a pesar del optimismo, es importante señalar que la adopción y adaptación de estas modalidades requiere inteligencia, visión y liderazgo, implica compromiso social, supone talento y desarrollo, y quizá también ganas de pasar a la historia. Las computadoras por sí mismas no bastan.

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