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domingo, noviembre 24, 2024

“Este cabrón… Este pendejo”, musitó Tony Gali

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El público lector siempre tiene la razón.

A petición suya, va otro capítulo de la novela que estoy por publicar en la que uno de los temas centrales es el desencuentro, brutal, que tuvieron Rafael Moreno Valle y Tony Gali Fayad.

La siguiente escena transcurre el 12 de diciembre de 2018.

Horas atrás, Martha Érika Alonso había rendido protesta como gobernadora de Puebla.

Vea el hipócrita lector:

El senador Moreno Valle se despertó muy temprano en su casa de Las Fuentes.

Hizo caminadora, nadó un poco, tomó un jugo verde y un par de llamadas y se alistó para ir al primer encuentro público de la gobernadora Martha Érika Alonso.

—¿Ya hiciste el discurso? —le preguntó.

—Ya —respondió lacónica.

—¿Lo puedo leer?

—No, Rafael. No lo puedes leer.

Un poco contrariado, le preguntó por su gabinete, pero ella eludió el tema. Como lo había venido diciendo, su esposo no sería el gobernador. Y una primera forma de evitarle tentaciones era negándole datos. Toda clase de datos. Hasta los más elementales.

Ya en el Auditorio de la Reforma, el senador llegó a la zona VIP para checar detalles. Ahí recibió a Manuel Velasco, gobernador y senador de Chiapas. No dejó de platicar con él entre risotadas que evidenciaban una alegría inaudita.

—¿Cómo ves, hermanito, senador y cuasi gobernador de Puebla? ¿Quién como nosotros? (Risas).

—¿Sabes qué, hermanito? ¡Nos la pelan! (Risas).

Antonio Gali Fayad, que horas atrás había dejado de ser gobernador, no tenía invitación para el área VIP, por lo que llegó directamente a su butaca. Todos lo saludaban: empresarios, periodistas, edecanes. Desde su lugar veía los movimientos de Moreno Valle con una sonrisa irónica. Miraba y escribía WhatsApp. Miraba, sonreía y escribía. Miraba hasta el último detalle. “Este cabrón”, musitó cuando pasó a su lado sin saludarlo.

—Querido gobernador —le dijo a Manuel Velasco cuando pasó junto a él.

—¡Quiúbole Tony! —respondió.

Todos los abrazos se los llevó Moreno Valle hasta que entró la gobernadora. En ese momento, no hubo ojos para nadie más. Se veía tranquila, nada eufórica, incluso desmañanada. Y es que después del primer minuto de ese día había rendido protesta como gobernadora en el Tribunal Superior de Justicia.

Gali entrecerró los ojos para verla. Las cosas no iban nada bien para ellos. La frialdad era la nueva convidada en su mesa. Moreno Valle y él tuvieron discusiones agrias por teléfono los últimos días, cuando todavía como gobernador se negó a aumentar la tarifa del transporte público. El senador le gritó de todo. Gali le colgó el teléfono una y otra vez. Atrás, en el recuerdo lejano, dormitaba la gran amistad que los unió y que lo llevó a Casa Puebla.

No hubo palabras para él en el discurso de la gobernadora. No hubo saludos especiales. Los nuevos tiempos habían llegado y amenazaban temperaturas heladas. Gali se puso de pie para ver la caravana. Moreno Valle y Velasco pasaron a su lado. Una carcajada del senador poblano estalló casi en el rostro de su examigo. “Este cabrón”, volvió a musitar Gali. “Este pendejo…”, le escribió en su WhatsApp a su hijo Tony.

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