María Guadalupe (Des)Leal Rodríguez anda emocionada porque en su inexperta carrera como política alguien le hizo creer que es la heroína de moda. Lo que no sabe es que una vez más ha hecho el oso de su vida. Su vil protagonismo para reventar la ceremonia más importante del Ejército mexicano solo generó más problemas para ella y la metió en brete. Sus compañeros fueron testigos de cómo el martes, después de su bravuconería, estaba a punto de la crisis nerviosa porque todo le salió mal. Y, de paso, se cerró la puerta y condenó a su bancada a perder todos los espacios en la Mesa Directiva del Congreso del estado. Sus compañeros la cobijaron a regañadientes, pues sabían que había actuado desproporcionadamente. Pero, bueno, su activismo trasnochado permitió que su figura cobrara notoriedad y con ello vino quienes saben su verdadero pasado, marcado por la traición y el oportunismo. Su vida pública inició con la yunquista Ana Teresa Aranda, quien la invitó a sumarsr al DIF nacional en tiempos de Vicente Fox Quesada. Al acabarse la chamba la traicionó y se fue con otro yunquista: Gerardo Maldonado, cuando dirigía el PAN municipal. Allí llegó a ser secretaria general. Guadalupe es una mujer de mecha corta y terminó peleándose con todos, por lo que presentó su renuncia al partido. Su salida la llevó a retomar su estética y se convirtió en la maquillista consentida de Martha Erika Alonso. Eso la llevó a regresar al PAN, pero ahora lo haría de la mano del líder de la Banda de los Conejos, Fernando Manzanilla Prieto. También traicionó al morenovallista y se refugio con la entonces dirigente estatal del PAN Genoveva Huerta Villegas, quien la hizo diputada. ¿Por qué decidió el oportunismo y la falta de civilidad para enfrentarse contra el gobierno del estado? Por mera ignorancia. Dos datos adicionales sobre Lupita (Des) Leal: 1) Su intención por meter ruido en la contienda interna del PAN para renovar la dirigencia municipal capitalina quedará en eso porque la señora no ha pagado sus cuotas, lo que la descalifica. 2) Se inició un seguimiento muy puntual sobre un favorcito que fue a pedir en 2007 a la entonces Procuraduría General del Estado. Un caso que de salir a la luz pública será un escándalo mayúsculo.
PAN PUEBLA: KRAMER CONTRA KRAMER
Genoveva Huerta Villegas no se quedó callada y recurrió a la Mesa Directiva de la Cámara baja para denunciar el amedrentamiento que sufrió a manos de policías municipales de Tlaola, quienes la desalojaron del sitio donde se realizaba una asamblea del PAN. La instrucción corrió a cargo del alcalde Jesús Viveros Bobadilla, quien a su vez cumplió órdenes del secretario general del Comité Directivo Estatal del PAN, un sujeto que dice llamarse Marcos Castro Martínez. De acuerdo con la versión que ofreció el edil a la diputada federal, el funcionario panista le advirtió que debían impedir el triunfo de Genoveva o, de lo contrario, se olvidaría de cualquier candidatura para 2024. La gravísima torpeza de Marcos Castro como de Jesús Viveros representó una violación al fuero constitucional de la legisladora, lo cual fue puesto de conocimiento de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para que se inicie una investigación y procedan a denunciar penalmente la situación. Del secretario general no se esperaba menos, ya que se ha caracterizado por ser un político de muy pequeña estatura. Su principal activo se basa es ser el peón de Eduardo Rivera Pérez; desde su posición ha torpeado a la presidenta estatal, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, a quien ha bloqueado y echado abajo acuerdos. El objetivo es dejarla mal parada y vulnerar su fuerza política para que se convierta en una dirigente de papel. Ese ataque sin sentido y muy pedestre provocó una guerra intestina en el PAN poblano. Es por eso que no debe extrañar que Augusta Valentina se haya respaldado en el ocurso presentado por Huerta Villegas en contra de Castro y el alcalde. La dirigente estatal ha visto una posibilidad real de deshacerse de su secretario general. Solo es necesario empujar lo suficiente la denuncia y abrir puertas para el cabildeo. ¿Merece Marcos Castro la defenestración? Eso solo lo deciden los militantes del blanquiazul, pero lo que el sujeto ha demostrado es que estamos frente al ícono de la vieja política de la ultraderecha poblana: irracional, inmediata, autoritaria, estalinista y muy corrupta. Pero lo que no debe perderse de vista es que Castro, al igual que el alcalde de Tlaola, cruzaron la delgada línea que rebasa la confrontación política y termina por convertirse en el uso faccioso de las instituciones para perseguir y amedrentar a los adversarios. También se confirma que en el caso de Eduardo Rivera y sus empleados cada día hay más semejanza con Rafael Moreno Valle Rosas que con los ideales panistas que dicen defender.