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domingo, noviembre 24, 2024

La mano negra en el caso Gali

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La historia personal del locutor Fernando Canales ha ido de lo sublime a lo ridículo.

Ya he contado que nuestra ruptura amistosa se dio a finales de los años noventa por un asunto absolutamente intrascendente.

Zeus Munive se la sabe muy bien, pues fue uno los que recibió una advertencia absurda: ¿Estás con Mejía o conmigo?

Antes de eso, comíamos todos los viernes con algún político que él elegía.

Al principio no entendí su mecanismo.

Lo hice después, cuando ya ni el saludo nos dábamos.

Yo era el gancho para que el político se acercara, pues ya escribía en El Universal Puebla la Quinta Columna.

Una vez en la comida, Canales amarraba convenios o apoyos discrecionalmente.

Uno de los comensales invitados a la Cueva del Oso fue el gobernador Bartlett.

Nunca me había sentado con él.

Era, pensé en su momento, una gran oportunidad para cruzar palabras con él, cosa que no sucedió, pues Canales y dos de sus amigos convocados se dedicaron a contar chistes toda la comida.

Ya metidos en la ruptura absoluta, él me criticaba sin decir mi nombre.

Yo, en cambio, dejé de poner las mejillas y empecé a contar cómo Canales se iba de viaje a Europa por cortesía del marinismo.

Eso le dolió.

También otras cosas.

Ya con Marín como gobernador, José Martínez, el Muerto —ahora sí es difunto, me dicen—, publicó un libro por encargo absolutamente contra mí.

Canales, faltaba más, fue uno de los comentaristas.

Ninguno de los presentadores, por cierto, mencionó mi nombre, pese a que ocupé la primera fila en la exlibrería Profética.

Ante el anuncio de que iría, el lugar se llenó hasta el tope.

La presentación fue un fracaso.

Canales sólo escupió algunas indirectas sin mirarme a los ojos.

Yo sí seguí contado historias de picaresca en mi columna.

Este miércoles, por enésima vez, llamó a no leerme.

Y más: me dedicó algunas descalificaciones.

Otra vez lo hizo sin decir mi nombre.

Es el sello de la casa.

Por lo pronto, Javier Lozano y él son los primeros en defender a José Antonio Gali.

Se ve que alguien del grupo ya está operando.

Por lo pronto, todos los nombrados en esa comida privada en La Única, sólo criticaron en su momento que haya hecho pública una reunión privada.

No dijeron nada en su momento de que yo hubiese malinterpretado lo dicho por Gali, y que el hipócrita lector puede leer en mi columna del lunes.

Ellos, por supuesto, también se escandalizaron.

Y así lo seguimos comentando las siguientes veces que nos vimos.

Debo aclarar algo: Ricardo Morales no estuvo presente en la comida privada.

Andaba de vacación.

La mano negra hace llamadas y pide que de ser necesario nieguen los dichos de Gali sobre el siniestro que les costó la vida a Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle.

¿Quiénes defenderán con un olvido conveniente al tío Tony?

Ya se verá.

Cuestión de días.

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