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viernes, noviembre 22, 2024

Segunda Parte de El Hijo del Papá que Aprieta Botones

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Una vez que arrancamos ContraRéplica Puebla, con Toño Grajales Farías, me di a la tarea de publicar desde el primer número ochenta capítulos de mi novela en preparación, misma que será la segunda parte de Miedo y Asco en Casa Puebla.

Cuando el martes 25 de febrero de 2020 apareció publicado el capítulo 7 de mi novela por entregas (Está Dicho que Nadie Debe Saber Nada), hubo reacciones encontradas.

Ricardo Gutiérrez, jefe de prensa de José Antonio Gali Fayad, me llamó por celular para reprocharme, en buenos términos, la publicación de la reunión que sostuvimos en el privado del restaurante La Única, donde el exgobernador nos reveló algo más que una hipótesis acerca de la caída del helicóptero en el que viajaban Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso.

Nos dijo lo que publiqué en mi entrega anterior: que el siniestro al parecer se había generado debido a la explosión de gases lacrimógenos al interior del aparato, gases que pudieron ser activados desde un celular.

Ricardo me dijo que no era ético publicar conversaciones privadas en mi columna.

Le aclaré que no lo había hecho en La Quinta, sino en mi novela por entregas.

“Es lo mismo”, me dijo.

Le puntualicé que no era igual, debido a que había elementos en la novela —como en toda novela— que eran ficción pura.

—Pero la explicación de nuestro amigo Gali la publicaste textual —volvió a reprochar.

—Pero lo hice en el contexto de una novela —asenté.

Casi a la misma hora, Toño Grajales habló con un muy molesto exgobernador.

La queja era la misma: yo había publicado la charla de una reunión privada en mi columna.

Toño también aclaró que no había sido así, y que lo que tanta irritación había provocado apareció en el contexto de mi multicitada novela por entregas.

Cosa curiosa: ni Gali ni Ricardo dijeron que las palabras que le adjudiqué al primero fueran falsas.

(Tampoco los demás asistentes lo hicieron).

Su molestia era que yo había hablado de una reunión privada, por lo que debí haber guardado la discreción del caso.

Hubieran tenido razón si yo hubiese dado esos pormenores en La Quinta Columna, pero me salvaba el hecho de haberlos revelado en una novela que ni siquiera estaba publicada.

El caso es que ese avance generó ruido en su momento.

Un ruido no tan grande como el que se dio ahora que publiqué la historia en mi columna.

La trama quedó en el olvido.

Aparentemente.

No fue sino hasta que el gobernador Miguel Barbosa Huerta empezó a hablar públicamente de un conflicto entre particulares, por un tema inmobiliario, que me puse a indagar este asunto.

Sin mencionar nombres, el gobernador reveló la frase amenazante de uno de los empresarios: “¡Acuérdate que mi papá aprieta botones!”.

Empecé a hurgar en las mesas de los restaurantes hasta que até los cabos sueltos.

Tony Gali López, hijo del exgobernador, amenazó con esa frase a los hermanos Layón, contra quienes mantiene un litigio judicial.

Fue en ese momento que recordé el capítulo 7 de mi novela.

La frase de Gali hijo encaja a la perfección con lo que Gali padre nos narró en un privado de La Única los primeros días de febrero de 2020.

Los gases lacrimógenos activados desde un botón virtual de un celular…

Ufff.

Qué historia.

Sólo até los cabos.

Lo demás lo han hecho los hipócritas lectores.

(Esas semejanzas fueron las que me llevaron a publicar —ahora sí en mi columna— el ya polémico capítulo de la reunión en el privado de La Única).

Gali hijo pudo haber amenazado a los Layón con otra frase sacada de algún clásico del cine de gángsters, pero prefirió escupir que su papá aprieta botones.

Demasiada coincidencia.

Si sólo quiso jactarse de algo que no ocurrió, malo.

Si sabe algo que no sabemos los demás, peor aún.

Hoy los Gali viven fuera de Puebla —en Woodlands, Texas—,  y están metidos en los negocios inmobiliarios.

Construyen, por ejemplo, fraccionamientos de lujo.

Midland es caliente en verano y tiene buena calidad del aire en promedio.

Hay muchos poblanos y es fácil hacer negocios.

Eso sí: es extremadamente caro y no hay mucho que hacer.

Ah, y hay buenos karaokes.

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