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jueves, noviembre 21, 2024

“No cumples los estándares”

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“No cumplían los estándares”, esa era la orden que recibían los meseros y las anfitrionas de restaurantes como el Sonora Grill.

Ese orden social ahí está.

El escándalo del Sonora Grill ha puesto en tela de juicio las prácticas racistas y clasistas de un sector de la industria restaurantera para posicionar su marca.

Testimonios de extrabajadores de ese restaurante señalaron que los gerentes de los restaurantes exigían a las anfitrionas que reservaran las mesas junto a las ventanas para la gente blanca y que ubicaran a la gente no blanca en las mesas del interior.

Esta práctica es claramente racista y discriminatoria.

La industria de servicios debería tener prácticas más transparentes que contribuyan a eliminar el racismo, el clasismo y la discriminación. Además de cumplir con estándares de diversidad, respeto a los derechos humanos y de combate al racismo y a la discriminación.

Resulta inaceptable que, en México, un país mestizo, y con una gran diversidad de pueblos originarios, se siga practicando el racismo colonial.

Existen prácticas que han sido solapadas y que contribuyen a que esta sociedad mexicana esté marcada por el racismo.

“Como te ven, te tratan”, frase que suena tan común, es la manera en que se acepta y se legitima la exclusión y la discriminación.

Los testimonios de extrabajadores del Sonora Grill y de otros restaurantes en la Ciudad de México externan estas prácticas discriminatorias.

Restaurantes que se posiciona como “exclusivos”, en realidad, son lugares que segregan a quienes tienen una “mejor presentación”.

Pero esta “mejor presentación” se refiere a personas blancas.

Existe un concepto llamado “perfilamiento racial”. Este surge cuando los servidores públicos, por ejemplo, los cuerpos policiacos o de seguridad “sospechan” de alguna persona simplemente porque es de piel morena.

Considerarlas sospechosas surge del color de su piel, de sus tatuajes o de su modo de hablar.

Muchas de estas detenciones están basadas en el prejuicio y en los estereotipos sociales que conforman y alimentan el racismo y la discriminación.

Lo mismo sucede en las ciudades, cuando están claramente marcadas las diferencias entre personas pobres y sectores elitistas.

Existen en las ciudades territorios geográficos, barrios, y fraccionamientos “exclusivos” para un tipo de población. Lo que es una diferencia de ingresos, también se vuelve una diferencia que marca estereotipos.

Una ciudad igualitaria permite que los distintos sectores y clases sociales puedan convivir en un mismo espacio social y que no existan espacios “exclusivos” para personas de una clase social y de otra.

Por supuesto, que no faltará alguien que salte de su asiento y diga: “yo quiero privacidad, para eso pago; si tengo que pagar más, lo hago”. Pero hay que tener cuidado con estas expresiones y revisar qué es lo que nos ocultan o nos muestran.

En muchas ocasiones, esa búsqueda de privacidad no es más que una búsqueda de espacios “blanqueados”.

Juzgar a una persona por su apariencia, por su forma de hablar o por su forma de expresarse es una manera de construir estereotipos que alimentan la discriminación.

Los espacios en los que convivimos, las escuelas, las canchas deportivas, los cines, los restaurantes, los cafés, etc, deben ser espacios libres de discriminación.

Ninguna estrategia de marketing o de posicionamiento justifica alimentar prejuicios, estereotipos, el “blanqueamiento” de los espacios, etc.

Si el orden social es discriminatorio hay que cambiarlo. Y si algún restaurante o si en algún espacio de convivencia social se produce este tipo de discriminación hay que denunciarlo para que se modifiquen esas prácticas.

Bien valdría la pena que ciudades como Puebla contaran también con sus propios organismos para combatir la discriminación, el clasismo y el racismo. La ciudad de México ya tiene un organismo de esa relevancia y a nivel nacional existe el Conapred.

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