I
Marie Kondo se volvió muy famosa gracias a su Konmari que está explicado en su libro: he Life-Changing Magic of Tidying Up (La magia del orden) y la serie de Netflix: Tidying Up with Marie Kondo (Poniendo orden con Marie Kondo), donde la japonesa propone combatir el desorden y eliminar los espacios abarrotados, pues esto contribuirá a la mejora de la salud mental.
De pronto, un día, alguien en mi casa le dio por hacer caso a estos consejos e intentar sumarnos, a todos los miembros de la familia, a esta especie de “secta ideológica new age” con guiños de coaching emocional.
A mi cabeza, de pronto, se viene un anuncio de radio o televisión: “¡únete a los optimistas!” En tiempos de las redes sociales, sería: “¡únete a #MarieKondo!” o algo por el estilo. Y claro, por supuesto, como indican los tiempos, compartir en redes que te has unido a este terremoto transformacional.
II
Hay muchas teorías psicológicas que bien podrían respaldar lo propuesto por Marie Kondo.
El desorden como caldo de cultivo para la ansiedad y/o el estrés crónico.
Al igual que las academias –ámbitos artísticos o culturales- Kondo divide o categoriza la vida así:
- Ropa.
- Libros.
- Papeles o documentos.
- Komono: incluye la cocina, el baño, el garaje y un apartado para misceláneos.
- Objetos con valor sentimental.
Y entre sus propuestas -más polémicas y absurdas- está el conservar, como máximo, 30 libros en casa. Y aquí perdió a muchas personas del ámbito cultural.
III
Lo de Marie Kondo puede verse como una corriente filosófica o psicológica de vida o como una alternativa que suma a muchos caminos para encontrar y/o conectar con la espiritualidad y está bien. Es respetable, plausible.
Sin embargo, me da la impresión, que su popularidad rayó en la esquizofrenia y en algunos casos en el fanatismo.
Y en lo particular, esta corriente de pensamiento se me hace un atentado contra la Historia y Memoria del mundo y de las diversas sociedades que lo habitamos.
IV
Para los poblanos, se imaginan si la familia Bello (ya sea Museo Bello y González o Museo Bello y Zetina) hubiera aplicado esa ideología, hoy, simplemente no podríamos contemplar las bellezas que allí se conservan. La Biblioteca Palafoxiana y/o la Biblioteca Lafragua tampoco existirían tal y como las conocemos.
Los que habitan y visitamos la CDMX no conoceríamos el Museo Soumaya-Polanco o Soumaya-Loreto ni lo que se conserva en el Museo Casa de la Bola de la Fundación Haghenbeck ni podríamos recorrer o consultar las Bibliotecas Personales que están en la Ciudadela. Ni el Museo del Objeto del Objeto o el Museo del Juguete.
Hoy, por ejemplo -en tiempos donde muchos apuestan por el streaming-, los Discos compactos, los Acetatos, los Dvd’s o Blu-ray’s recobran un valor histórico y de memoria. El Streaming puede fallar y perderse lo almacenado en cada plataforma, por eso, quien los conserve está conteniendo un fragmento de la Historia cultural del mundo entero.
Nosotros podemos darnos una idea de quiénes fueron los griegos, romanos, mayas, aztecas y un largo etcétera, gracias a los códices, utensilios, ropas y demás cosas que los arqueólogos han encontrado.
Nuestras cosas personales, por muy ridículas que les parezcan, serán los objetos históricos del futuro.
V
“Si te da alegría, quédatelo; si no, deshazte de él. Si dudas, mételo en una caja”, dice Marie Kondo.
Quizá, antes de deshacerse de un objeto, habría que analizar lo que representa, significa, simboliza o dice no sólo de uno, si no de nuestro entorno y contexto histórico en el que habitamos.