En la sucesión presidencial, al menos en México, hay varios mitos que de buena o mala fe siempre han sido camino de confusión, diversión o equivocación.
No es la idea que alguno le adivine la decisión al que manda.
No es la idea que quien manda se deje adivinar.
No es la idea que el proceso sea espontáneo.
Tampoco es la idea que muchas voces hablen, se escuchen o se deje que intervengan, y menos que se les obedezca.
Todo lo contrario.
En nuestra democracia siempre habrá un espacio para quien manda. Un nicho de poder, que no de confort, porque quien manda tampoco sabe cómo se irá dando el proceso, ni cómo deberá ir ajustando los procedimientos. Tampoco se le debe exigir que sea adivino ni mago.
Mienten quienes quieren que creamos que, con la presentación en público de varios aspirantes, se acabó el tapado.
¿Por qué tres?
¿Quién o quiénes seleccionaron a los tres?
¿Quién o quiénes no incluyeron al senador
Y los otros, ¿por qué no juegan?
Desde ahí se inicia el juego del tapadismo.
Miguel de la Madrid, presidente, contestó que el tapado era necesario porque, si se sabe antes de tiempo, “lo matan”.
¿En qué abona a la democracia que, en lugar de uno, sean tres los tapados?
En nada, porque, ningún partido, preguntará en serio a quien quieren para candidato, menos para presidente. Las turbas siempre serán irreverentes e irresponsables. No son serias, le entran al juego y juegan. Ya ven, escogieron a Barrabás.
Y los mitos tradicionales son necios y testarudos:
“El que se mueve, no sale en la foto”. ¿Quién dio el permiso para moverse? En la sucesión no habrá ni se permitirá generación espontánea, ni derecho de antigüedad, ni reconocimiento al talento o a la lealtad. Será el que diga “ya saben quién”.
“No por mucho madrugar, amanece más temprano”. Dos años antes no fortalecerán al tapado porque, créanlo, ni él o ella lo sabrá antes. Seguirá siendo tapada hasta que lo diga “ya saben quién”.
Y en esta circunstancia solo queda hacer lo que el célebre Ríus recomendaba: visitar todas, las tres casas y a los tres, decirles “estamos con usted” y esperar que “ya saben quién” comparta su decisión con nosotros después, solo después, de decirle a cualquiera de los tres (o los cuatro, o los cinco, porque nadie nos ha dicho que está cerrado el registro de aspirantes) esas palabras que, desde 1975, Luis Spota hizo célebre en su libro: “Esas palabras, que dichas por la boca del Presidente, son: ‘Palabras Mayores’”.
Y la decisión y las palabras y la fecha solo la sabe “ya saben quién”.