El 26 de junio se celebra en México el Día del pedagogo y la pedagoga. Una fecha para reconocer y celebrar a los profesionales de la educación que se dedican a la Pedagogía, cuerpo de conocimientos que, junto con la Filosofía, la Antropología, la Psicología, la Sociología, la Didáctica y las neurociencias es fundamental para la comprensión y el diseño de los procesos educativos. Cabe señalar que, aunque el significado etimológico de la palabra es “guía del niño”, el conocimiento pedagógico no se limita a la infancia. Ahora, aunque la definición etimológica nos remite a Grecia, el conocimiento sistemático sobre la educación tiene antecedentes en otras culturas.
Lo que sabemos de la antigüedad griega es que existía el pedotriba, el citarista y el gramático que hacían las funciones de maestros o expertos en la enseñanza de conocimientos culturalmente validados. Al gramático, que enseñaba a leer, escribir y contar, posteriormente se le llamó didáscalo. Los pedagogos de entonces -dice Abbagnano en su Historia de la pedagogía– “tenían como tarea acompañar a los muchachos a la palestra o disdaskáleia, donde se verificaba la enseñanza colectiva, y vigilar su comportamiento”, algo así como los choferes, escoltas o guaruras que ahora llevan a los niños de su casa a la escuela y los regresan sanos y salvos. Es obvio que, para nuestra fortuna, en 25 siglos el concepto se amplió.
Actualmente, la Pedagogía apunta a la mejora de la educación, deseo socialmente compartido, aunque discutido en los medios y formas que habrán de seguirse para conseguirlo. En cada Estado, las políticas públicas, en general, y las políticas educativas, en particular, palabras más, palabras menos, reconocen el carácter estratégico de la educación y disponen acciones orientadas no sólo a garantizar este derecho a su población, sino al mayor logro académico. Esta es finalmente la bandera de los acuerdos nacionales, actualizaciones, reformas, contrarreformas y nuevas reformas. Mas, ¿cómo transformar las prácticas educativas?
El libro Trayectorias de docentes del sur en tiempos de reformas y cambios educativos, coordinado y editado por Marcelo Arancibia Herrera, profesor de la Universidad Austral de Chile (publicado por Ediciones Kultrón, 2022) se enmarca en este interés pedagógico por la mejora. Indaga por el impacto positivo de la investigación educativa en la educación. Más aún, pregunta qué aportan las narraciones de las vidas de los docentes a la comprensión del fenómeno educativo. Y si bien el estudio se realizó en Chile, teniendo en cuenta las reformas educativas del país que experimentó un “estallido social” en 2019 y como muchos otros tuvo que replantear la educación en 2020, es útil para comprender lo que se vive en otras regiones del mundo.
El libro trata sobre las historias de los docentes. Desde tiempos antiguos, los seres humanos hemos aprendido escuchando y contando historias, al grado que podemos decir que estamos hechos de historias gracias a las cuales conectamos la realidad con la imaginación, asignamos valores, construimos significados comunes. ¿Y por qué es importante atender a las historias de los docentes? Porque son agentes educativos con una alta responsabilidad en los resultados académicos. Porque la biografía profundiza en todos los aspectos que no caben en los formatos y formularios. Porque en el relato de su trayectoria profesional están las huellas de las reformas y los cambios vividos. Porque no es lo mismo extender el mapa en el escritorio que recorrer el aula como territorio. Porque “la docencia es una profesión en peligro de exhibición” y si los profesores se desempeñan ante la mirada de otros, merecen que su voz sea escuchada.
En este sentido, este libro es relevante ya que, como apunta Arancibia, “las narrativas emergen como opción para dar cuenta de las vidas personales-profesionales, así como de los contextos políticos, sociales y culturales que sostienen el desarrollo de las existencias, de la realidad situada de los sujetos que coadyuvan en la construcción de la sociedad que vivimos”. Así, frente a una perspectiva que homogeneiza el fenómeno educativo, el relato revela un espacio-tiempo escolar plural e irreductible que posibilita un conocimiento más amplio del fenómeno.
Seis son las biografías que integran el libro. A través de ellas, los docentes expresan las razones y los motivos que los llevaron a elegir la docencia, las circunstancias y las influencias, entre las que destacan la familia y la presencia de profesoras o profesores memorables. La formación recibida en las aulas y las primeras prácticas con estudiante terminó por confirmar su vocación. Las primeras experiencias frente a grupo, a veces multigrado, incrementaron la sensibilidad para descubrir y atender las necesidades no sólo académicas, sino personales del estudiantado y la conciencia de la formación continua no como una opción, sino como una necesidad.
Dada la experiencia de los docentes informantes, a través de sus historias el lector atestigua los retos y cambios que provocó la llegada de las computadoras al aula -a veces con internet, a veces sin internet- y el contraste con la irrupción de las TIC en el marco de la pandemia por COVID 19, pero sobre todo los efectos de las reformas educativas, la evaluación y promoción, tanto en la vida personal como en el desempeño profesional. Dedicación, esfuerzo y superación.
Asimismo, se conoce y reconoce la contribución de los propios estudiantes a la formación del profesorado, la importancia de integrarse a la comunidad y hacer comunidad de aprendizaje. La solidaridad y el apoyo de los directivos y algunos colegas, sin omitir la envidia, indiferencia y falta de compromiso de otros colegas. No podían faltar algunas palabras sobre el Ministerio y otras instancias.
Aproximarse a las biografías de los docentes ayuda a entender que “lo que ocurre en su espacio íntimo tiene que ver con lo que ocurre más allá en terrenos de políticas y niveles superiores del “sistema” educativo, pero a su vez este aprendizaje debe ser develado para que pueda ser compartido y así ocurra el aprendizaje entre pares a partir de la propia experiencia, que permita el mejoramiento educativo”, señala Arancibia. Y añade: “el Desarrollo Profesional se solidifica y potencia cuando se instala la colaboración entre pares como parte del sistema organizacional de una escuela”.
Más aún: biografiar al docente es una forma de empoderarlo para “tomar posiciones críticas y reflexivas respecto de su quehacer situado” ya que el relato “evidencia tensiones, axiomas, dudas, realidades, concepciones, estrategias y proyecciones, tanto del camino seguido como de los efectos vinculados a la mejora continua de los procesos educativos que efectivamente ocurren en las aulas”. Y en esto reside el potencial formativo de la biografía.
Va el reconocimiento a las pedagogas y los pedagogos por su contribución cotidiana a la mejora educativa y una felicitación en su día.