Todo parece indicar que Moisés Ignacio Mier Velazco atraviesa su duelo político en la etapa de la negación. Sus aspiraciones política han sido enterradas, pero se niega a reconocerlo. Camina como si nada pasara, como si no hubiera una investigación de la Fiscalía General del Estado por lavado de dinero, evasión fiscal y uso de recursos de procedencia ilícita, a raíz de una denuncia de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Actúa como si su socio y principal responsable de que se encuentre en medio del peor escándalo de su carrera política no estuviera preso ni que enfrenta dos procesos penales que lo dejarán muchos años bajo la sombra. Nada de eso parece existir para el coordinador de Morena en San Lázaro… o al menos eso es lo que pretende fingir públicamente. En los últimos 12 días ha ido de tumbo en tumbo tras revelarse la investigación de la UIF y, después, con la detención de José Arturo Rueda Sánchez de la Vega. Ayer, por ejemplo, Nacho Mier se desayunó con un nuevo escándalo: el edificio que alberga las oficinas de Diario Cambio existe físicamente, pero no hay registro oficial ni permisos que demuestren su existencia; es decir, estamos frente a un inmueble que existe, pero no “oficialmente”. En lugar de realizar una operación de control de daños, el diputado federal utilizó sus redes sociales para hacer una apuesta sobre cuál será el resultado que obtenga Morena en los seis estados donde habrá elecciones. También concedió una entrevista en la que evidencio, una vez más, su ignorancia supina en media training. Esta actitud de aparentar que no pasa nada, a pesar de que el mundo se viene abajo, es una característica muy poblana. Habla de guardar las apariencias ante la desgracia, fingir antes de reconocer la debacle con el pretexto de un orgullo estúpido y sin sentido. ¿Será que con el encarcelamiento de su socio se quedó sin que nadie le diga qué hacer en medio de la lapidación pública?
La doble moral de los Regordosa
Hace apenas cuatro meses, la ultraderecha poblana se montó en el conflicto de la Universidad de las Américas Puebla con la finalidad de utilizarlo como ariete para golpear al gobierno del estado y quedar bien la familia Jenkins de Landa con miras al financiamiento que pudieran realizar a las campañas del PAN en 2024. La cara más visible de ese vil lucro político fue Herberto Rodríguez Regordosa, funcionario de la UPAEP y líder de la Fundación de Empresarios por Puebla. El hijo de los fundadores del Yunque Nineta Regordosa Valenciana y Herberto Rodríguez Concha no reparó en movilizar al Consejo Coordinador Empresarial -al que un grupo de gerentes tiene secuestrado desde hace varios años-, al PAN y a los sectores más rancios de la sociedad poblana. Dos personajes también destacaron: Mónica Rodríguez Della Vecchia, diputada local del PAN y cuñada de Herberto, así como el impresentable de Rafael Micalco Méndez. Esta tríada se montó del movimiento #UdlapLibre para respaldar a la comunidad universitaria que exigía la reapertura del campus cholulteca y aseguraron que nada tenían que ver con los Jenkins de Landa, quienes se encuentran prófugos tras desfalcar a la Fundación Mary Street Jenkins. Bueno, pues a cuatro meses de esa componenda las consecuencias de una deficiente administración y las arcas quebradas que heredó el exrector Luis Ernesto Derbez Bautista, ya pasaron la factura a la rectora Cecilia Anaya Berríos, quien prefirió guardar silencio ante el saqueo y despilfarro de su antecesor, los cuales están siendo investigados por la Fiscalía General del Estado. Eso llevó a la actual administración a tomar una decisión previsible: el despido masivo de personal docente y administrativo. No hay universidad que aguante una saqueo como el que hizo el exsecretario de Relaciones Exteriores, pero tampoco es válido que Heberto Rodríguez, el CCE, Mónica Rodríguez y demás oportunistas haya salido a la defensa de Derbez Bautista y hasta lo hayan catalogado como un perseguido del barbosismo. Hoy, los santones ultraderechistas callan como momias ante la injusticia que viven los trabajadores rescindidos y que no son otros que durante ocho meses se partieron el lomo en la lucha que siempre fue para defender a la familia Jenkins. El pago por su respaldo honesto y desinteresado ahí está. ¿No que tanto les interesaba la comunidad universitaria? ¿Herberto tendrá los tamaños para dar la cara por aquellos a los que utilizó y ahora son despedidos? Así pues, ¿quiere usted conocer la verdadera condición humana de la ultraderecha poblana? Solo espere unos días a ver sí es cierto que saldrán a defenderlos.