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viernes, noviembre 22, 2024

El valor de la independencia

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Revisar las encuestas, en diferentes fuentes, con miras a las elecciones estatales que se realizarán en los próximos días, trae aprendizajes significativos que confirman la incapacidad de muchos partidos para convencer por sí solos a los votantes y, por lo mismo, su insuficiencia para ganar individualmente en las urnas. 

Cualquiera que se la interpretación de esa circunstancia, nada nueva, por cierto, debería promover una reflexión seria en cada actor político, sobre la capacidad de votar, el valor del voto y la posibilidad de influir en el gobierno, porque abren un menú de decisiones, que, sin embargo, permiten un margen de utilidad mínimo para cada elector.   

Las coaliciones electorales, muy de moda en nuestro país, se construyen temporalmente, con una plataforma de ideas, programas, estrategias y acciones, integradas en un plan y programas de gobierno cuya pluralidad básica se limita al número de partidos que la integran. Eso dice la teoría, pero la práctica confirma que solo se establecen para incrementar las oportunidades de ganar una elección. 

La experiencia reciente indica que solo será un partido el que imponga criterios en la práctica del gobierno resultante y que solo aprovechó unirse a otros, para incrementar los votos que por sí solo no puede obtener. La coalición beneficia a los partidos, al mayor para gobernar y a los menores para mantenerse vivos en el sistema de partidos, pero en poco o en nada es útil para el elector. 

Frente a una coalición electoral que llega a ser gobierno, el elector minimiza su influencia, dispersa su fortaleza electoral y, sobre todo, disminuye margen de presión, de negociación, o de ser obedecido, que debería ser el objetivo de su voto. 

Cuando un elector vota por un solo partido, en teoría, podría tener mayor influencia directa en el gobierno resultante; sin embargo, en la vida real, también es una quimera. 

En la siguiente jornada electoral, a unos días de realizarse, los electores de 6 estados, decidirán entre dos coaliciones, la de Morena, PT y Verde Ecologista, o la del  PAN, PRI y PRD, o Movimiento Ciudadano (MC), aunque en tres estados habrá otros combinaciones complementarias.  

La mayor cantidad de votos se dividirán entre las coaliciones y el menor porcentaje se dirige a MC, que mantiene firme su decisión de ir solo a las urnas. 

El valor de la independencia de ese partido se edifica entre tres límites: Uno es permitir a los electores, una decisión políticamente clara, definida por una opción ideológica o un programa de gobierno de responsabilidad unitaria. Otro es ser aliado secreto para la coalición mayor, al ofrecer al elector un tercer camino para que no se refugie en la coalición minoritaria y la haga crecer. El tercero es recordar el valor de un partido como opción para que el ciudadano integre gobierno. 

Entre los dos últimos genera su valor estratégico, porque sabe que es pieza de ajedrez donde no manda. 

Su oferta es convencer del valor real de un voto, que no se disfraza solo para ganar, ni se diluye en un gobierno de continuidad hegemónica, que frente a la incapacidad del ciudadano le confirma viejos agravios. 

En las próximas elecciones, MC sabe que no ganará una gubernatura, pero que estará en la Cámara de Diputados y en algunos municipios. Sabe también que es la manzana de la discordia para las dos coaliciones mayores, pero sabe, eso espero, que su importancia en la democracia mexicana es ir solo, ser el tercer cajón que atrape votos y con ello, legitime el régimen de partidos, en decadencia, que ya debería llamarse régimen de coaliciones electorales. 

Por cierto, ir solo le ha permitido a MC ganar dos estados, electoralmente muy importantes: Jalisco y Nuevo León. 

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