Un momento peculiar en el cruce de la literatura y la ciencia se dio cuando la traviesa, osada, joven reportera Elena Poniatowska se dio a la tarea de platicar con un hombre más bien reservado, chapado a la antigua. “Me hizo sufrir esa ocasión, pero me vengué casándome con él”, ha dicho ella, con el humor pungente que la caracteriza. Entre su vasta obra literaria y periodística, llama nuestra atención un libro publicado en 2013. Lleva por título El Universo o nada. Biografía del estrellero Guillermo Haro. Recuerdo que, a fines del siglo pasado, un día de tantos, hablé por teléfono con ella. De pronto se me ocurrió tratar de animarla a escribir algo sobre el notable astrónomo, quien hizo tan importante investigación en el observatorio de Tonanzintla. Con su delicioso don de gente, me dio el avión. Sin embargo, en 2001 publicó una memorable novela, cercana a las ventanas que se abren al cosmos: La piel del cielo. Ambos libros rinden homenaje no a una persona, sino a una generación tras otra que lucha por abrir paso franco al conocimiento científico y garantizar justicia social en el país. Nuestro amigo y colaborador de este suplemento, Luis Felipe Rodríguez, fue el más joven alumno de Haro. Animado por él, Luis Felipe siguió abriendo la brecha a fin de acercar a la comunidad mexicana al concierto mundial, donde la radioastronomía estaba tomando auge. Hoy en día la investigación en este campo es vigorosa, como nos lo relata en su artículo del número presente, otra forma de honrar al “estrellero” Guillermo Haro.