La columna periodística sigue siendo, pese a los matraqueros, un vehículo sensato y confiable.
A través de ella, el hipócrita lector tiene acceso a las diversas formas de la información: los datos duros, el análisis, el debate y hasta la varia invención.
Cuando La Quinta Columna nació (28 de mayo de 1996) abundaban las columnas con párrafos largos y farragosos.
Salvo excepciones notables, en Puebla se practicaba una especie de cloroformismo: hábito de inhalar cloroformo por su efecto narcótico.
Los lectores no tenían muchas opciones.
De hecho, no cualquier reportero pasaba a ser columnista de un día a otro, como hoy sucede.
Había que dar muestras sobradas de buen reporteo, de buena redacción y de fuentes confiables.
A eso se le sumaban la experiencia adquirida y el inmejorable tiempo en barrica.
Alejandro Mondragón ya escribía una magnífica columna semanal de cepa financiera.
Con el tiempo incursionó en el periodismo político.
Su nombre: Al Portador.
Rodolfo Ruiz publicaba todos los lunes Entre Líneas.
Fernando Crisanto, en tanto, publicaba —también los lunes— Del Reportero.
Don Gabriel Sánchez Andraca escribía Pulso Político.
El resto de los columnistas se movía entre el boletín, la nota rosa y el correo del zar.
La constante entre los lectores de estos últimos era el ya citado cloroformismo.
Quien esto escribe llegó al columnismo tras dos años de reporteo diario.
A esto se sumaron crónicas, reportajes y entrevistas.
Había un hambre histórica alimentada de pasión periodística.
Rodolfo Ruiz le propuso a Carlo Pini una columna colectiva escrita por varios de los reporteros de casa.
Carlo me encargó, en su calidad de Jefe de Información de El Universal Puebla, el diseño editorial de la columna.
El nombre —lo he contado en otras ocasiones— surgió de una entrevista que Germán Sierra Sánchez le dio a Javier López Díaz en la que habló de una quinta columna priísta creada para hacerle perder la alcaldía de Puebla ante Gabriel Hinojosa.
Sin decir nombres, sugirió que los quintacolumnistas eran, entre otros, el gobernador Manuel Bartlett, Ignacio Mier —a la sazón presidente estatal del PRI—, el senador Melquiades Morales y don Miguel Quirós Pérez.
A todos les convenía una derrota de Germán.
Sugerí que las líneas fueran breves, por una adicción natural a los versos endecasílabos y alejandrinos.
Finalmente, agregué el tema de las estampitas que acompañarían las historias a narrar.
Para ello me inspiré en las barajitas de la lotería mexicana.
La columna arrancó, cosas de la vida, el 28 de mayo —día de San Germán— de 1996.
Varios fuimos los que la iniciamos.
Yo terminé haciéndola solo.
Y todos los días.
De lunes a lunes.