Se dice esta frase, coloquialmente, cuando una acción no te provoca caída y te da un plus que a nadie le estorba. Esto viene bien con el juego del pasado domingo del equipo Puebla.
Fue un torneo que el Puebla, en las primeras 9 o 10 fechas, deslumbró por su buen fútbol y por mantener su estilo. Esto del estilo va en gustos, pero siempre se tiene que mantener y si este te da resultados, pues, ¡qué mejor!
Después de las fechas mencionadas, con el mismo estilo, el equipo tuvo bajas importantes, hasta sumar 8. Como consecuencia llegaron las vacas flacas, traducido en malos resultados, tales como sumar tres derrotas al final del torneo y caer del primer lugar al tercero y al final, al quinto, teniendo que jugar vs el doceavo el no justo repechaje. Y digo no justo porque el verdadero espíritu de esa nueva clasificación va encaminado a tener 4 partidos más, 4 eventos atascados de morbo, y esto vende mucho a las televisoras: lo deportivo para otra ocasión o para otra junta de dueños se discutirá. El caso es hacerlos y mientras más drama exista, mejor para el vendedor y para el consumidor. Los dos primeros, con una calidad de juego mala, terminaron en penales, con el aderezo necesario del morbo. El tercero, mejor jugado, terminó de la misma forma y el cuarto, no necesitó de los penales para decretar al ganador, solo poner en la cartelera el nombre de Chivas vs Pumas y su pasado reciente garantizaban lo que el vendedor requería.
Regresando al juego del Puebla, y al título de este escrito, el equipo de la franja necesitaba este partido antes de pasar a la liguilla, con el riesgo de perderlo y tirar por la borda la magnífica campaña que habían tenido: hacer 26 puntos y ser líderes el 48 por ciento del torneo no es poca cosa.
Digo que era necesario para saber y recordar, apostar a la memoria, ya con plantel completo, el porqué de tan buenas exhibiciones. Ayer el equipo tuvo que jugársela. Solo falto a la cita Aristigueta, todos los demás estaban en el campo o en la banca.
El rival fue un gran sinodal para lo que se viene, tanto así que los últimos 15’ metió al Puebla en su campo y por primera vez, los cambios del Puebla fueron para conservar el 2-1 a favor. Metió a Lucas para reforzar el carril izquierdo ante la entrada de Moreno, jugador muy hábil y que juega por fuera y después metió a Gularte para que su compañero de posición, Reyes, se arrimara al carril derecho y así el Puebla terminó en línea de 5 con 5 céntrales: más precavido no se podía, al menos que hubiese jugado con dos porteros, mismo que el reglamento no lo permite.
Parecería que había perdido su estilo, pero no, se defendió con uñas y dientes, siempre con la convicción de ganar, mencionando, y no es poca cosa, que se jugó los últimos 10’ con un hombre menos, mismo hombre sin importar el nombre, que faltó en labores defensivas para ayudar en el gol del empate; Vikonis aparece solo a segundo poste para regresar la pelota. ¿ De quién era ese hombre ? , pues del que ya no estaba en la cancha, y vino lo inevitable, el empate y la tanda de penales. En ese momento el Puebla tuvo, y la tomó, la oportunidad de regresar al drama, al arrojo, a la seguridad que te otorga el técnico, y a muchas cosas más positivas que se habían perdido en la casi segunda mitad del torneo. El Puebla regresó a ser el Puebla. El repechaje, negocio de los organizadores o aliciente a la mediocridad, tuvo su significado y su utilidad para la Franja.
Regreso a ser lo que era, a mi manera de ver, porque recobró su plantel; a la manera de otras personas, porque recobró la magia de Larcamon. Al final no importa el motivo, el fin se cumplió y el acto sirvió: El Puebla está para campeón.