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sábado, noviembre 23, 2024

La mejor madre del mundo

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“Soy mujer, soy madre, no puedo tener hijos, escribo”, comienza la novela de Nuria Labari titulada La mejor madre del mundo. “No puedo tener hijos, soy madre, escribo, soy mujer”, continúa ensayando un nuevo orden. “Soy madre, no puedo tener hijos, escribo, soy mujer” cierra el primer párrafo del libro publicado por Literatura Random House, en Barcelona, en 2019. 

El juego de palabras genera expectativas. 

Siempre he pensado que una buena novela debe sorprender, seducir y subyugar desde la primera línea. No siempre es así, ya sea porque hay libros con un inicio deslumbrante que pierden intensidad después de las primeras páginas y nunca más recuperan la magia, ya sea porque el autor desafía al lector quien sólo advierte la maravilla cuando se han descifrado las claves y se han reconocido la voz, el ritmo, el tono. 

Como sea, de las primeras palabras depende casi siempre que el lector prosiga o cierre el libro. 

El primer encuentro entre un lector y la obra literaria, cuando no media recomendación, requiere para convertirse en un pacto, por decirlo de alguna manera, una declaración de intenciones -por parte de quien escribe- en la que el lector infiera la novedad en el tratamiento de lo cotidiano, la exploración de lo inusual, el viaje a lo profundo. En este caso: ¿Se puede ser madre sin la posibilidad de tener hijos? ¿Son equivalentes los predicativos ‘madre’ y ‘mujer’? ¿Qué tiene que ver la escritura con la maternidad? ¿Influye en el tratamiento de los temas el que la autora sea mujer y haya nacido en Santander en 1979? 

La curiosidad es siempre un motor. La mirada otra atrapa. 

En primera persona, la narradora habla de la esterilidad y los tratamientos de fertilidad, y del entorno: por un lado la familia: Mi Madre, Hombre, H1 y H2 (sus hijas). Y por otro lado, la condición de escritora. Mientras que la experiencia masculina de la creación “siempre ha remitido a temas universales”, sostiene que la de las mujeres tiende a la intimidad: “Lo de ellos es de todos y lo de nosotras solo nuestro”. Y específicamente, sobre la maternidad y la escritura señala que “hay muchas más madres que escriben que escritos de madres”. 

Los temas de la literatura son, en general, los pocos, la aproximación es lo que cambia y posibilita miradas nuevas. 

Abro paréntesis. Hace unos días comenzó a circular un libro de ensayos coordinados por Ave Barrera y Lola Horner titulado Maneras de escribir y ser/no ser madre (Editorial Paraíso Perdido, 2021) que incluye 14 ensayos entre cuyas autoras se encuentran las coordinadoras, Socorro Venegas, Iris García Cuevas, Brenda Ríos y Carmen Boullosa. Cierro paréntesis y vuelvo al libro de Nuria Labari. “Si vas a escribir sobre la maternidad –refiere que le dijo una editora- intenta que aparezca una historia de amor desde el principio. Tiene que haber un hombre, aunque sea el marido de la protagonista. Un amante estaría muy bien. A menos que encuentres un enfoque absolutamente original”. Y esa originalidad es la que Labari busca: la maternidad que antecede al embarazo y por ende al parto. La maternidad en relación con las hijas y con la madre de la madre. La maternidad de acuerdo a las reglas del mercado. La maternidad y los límites del lenguaje. La maternidad moldeada por la cultura. La maternidad como una actividad que no cesa. La maternidad nueva, actual. 

La novedad es siempre atractiva y sólo cobra sentido en relación con aquello que la precede.  

El cambio viene bien, sin duda, aunque lo radicalmente nuevo es perturbador. “La mujer milenaria que crio a sus hijos sin salir de casa está agonizando, muriendo a solas después de tanta entrega, aislada del mundo por los muros de ese hogar que encerró el universo femenino”, apunta la protagonista. “Los muros que protegieron son los mismos que encerraron y yo quiero derribarlos todos” advierte antes de recibir un consejo que mesura la afirmación: “Cuando nazca el bebé, no derribes todos los muros. Conserva al menos uno”. Es la cultura, con sus luces y sus sombras, la que protege. 

La deconstrucción radical de los relatos conduce, a veces, a estados de mayor vulnerabilidad. 

¿De dónde viene el afán de renunciar, cuando no rechazar, a la experiencia? “A menudo las mujeres huimos de la cultura –dice la narradora- porque la cultura es machista, el mercado de bienes de consumo nos tiene reventadas (con una enorme presión de oferta y demanda sobre nuestros cuerpos)”. Y sin embargo, “la madre naturaleza es otra trampa”. A veces la libertad implica optar entre dos malas opciones. 

Si el mundo cambia, ¿todo cambia? 

La vida es ruptura y permanencia, transformación y continuidad. Sin duda, las circunstancias que enfrentan las nuevas generaciones son distintas de las que vivieron sus padres y sus abuelos. Fisiológicamente los humanos seguimos siendo los mismos, pero la manera de entender la vida, en general, y la maternidad, en particular es diferente. ¿Qué debería prevalecer en la madre de hoy de lo que han sido las madres de ayer? La vida, la función social, la idea de futuro. 

La maternidad el origen, es amor y es memoria. Eso ha sido.  

Casi a mitad de la novela tiene lugar un diálogo de tono fantástico, la protagonista conversa telefónicamente con Lucy, “la abuela de la humanidad”, para establecer el vínculo entre escritura y maternidad. 

-Sin maternidad no hay escritura ni historia alguna que contar. La primera madre tuvo que inventar la memora.- 

Y más adelante, la voz del esqueleto más famoso del mundo añade: 

Nuestra especie no era la más fuete, pero sí la única capaz de seguir un rastro psíquico. Eso convirtió a nuestros machos en los mejores cazadores. Porque siempre vence el que recuerda. 

La prosa de Nuria Labari mantiene la tensión narrativa, propicia la reflexión sobre la vida y algunas minucias lingüísticas y favorece una lectura ágil. Con un tono cordial problematiza y cuestiona sin desgastarse en polémicas innecesarias. Deja avanzar el relato con la certeza de que “una mujer (o un hombre) no es madre hasta que ha hecho libre a un ser humano sobre la tierra y lo ha dejado salir a esa luz donde todo puede ser bueno y verdadero y bello”. 

Aprovecho la lectura del libro y la fecha para reconocer y felicitar a quienes están siendo –de una u otra manera- madres. Que la fortuna acompañe sus decisiones para conservar y encausar la vida con valor, generar las condiciones para el desarrollo de personas libres y responsables, inculcar lo mejor de la cultura, alimentar sueños y las altas expectativas, combinar ciencia, imaginación, experiencia y memora, escribir la propia vida y ayudar a otros a que decidan su historia. 

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