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jueves, noviembre 21, 2024

La Voz del Tenor

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Una de las herramientas imprescindibles de los escritores de la sierra norte para llevar a cabo relatos tan importantes y trascendentales es la oralidad. 

De escuchar y transcribir relatos tienen un contenido bastante amplio, recogidos de buenas fuentes. ¿Cuáles son las buenas fuentes? Los propios paisanos o vecinos de las localidades. 

Dos libros como ejemplo: Andares -relatos de mi tierra- de Juan Manuel García Castillo, ilustre pahuateco que logró plasmar en este valioso documento aspectos que fueron recopilados por el autor y desde luego que tiene su toque personal a la hora de realizar el libro. 

Otro, el de La Pahua Frondosa, publicada en 2012 por Daniel H. Vargas Serna, una serie de relatos precisamente del municipio de Pahuatlan desde el punto de vista antropológico. Ambos documentos no pueden usted dejar de leerlo.  

Por cierto, el de Juan Manuel García Castillo después de pasar por muchos avatares y por el sufrimiento de quien escribe El Baúl, por fin en unos meses saldrá a la luz la segunda edición. 

Con esta introducción yo incursiono en una faceta que puede interesar, pero que también apuesta a que los lectores traten de ubicar sitios, momentos y personajes. Tal vez más de uno se vea retratado en alguno de ellos. Sin más va el primero: 

 

Panchito, la voz de tenor 

Se levantó muy temprano como era su costumbre desde hacía por lo menos tres décadas, su voz fue una de las más reconocidas de la comunidad, en su infancia estudió canto y declamación, era casi como un tenor decían algunos, su voz es tan melodiosa que no te aburres de escucharle. Por esos atributos fue elegido para ser maestro de ceremonias en los eventos públicos de la comunidad. 

Una cabina que transmitiría a los ciudadanos, de viva voz, desde las efemérides hasta alguna noticia que fuera de interés para los pueblerinos. 

Era muy común que cuando llegaban algunas instituciones a otorgar dinero por los programas sociales, se volcaban a verlo a su cabina para que anunciara entre otros: “en la casa de Nicandro habrá carne de cerdo fresca, chuletas, bistecs y hasta chicharrones, pase a visitarlo en su domicilio”, o aquel otro: “solo por hoy la ropa de uso estará al dos por uno” y no faltaba el anuncio de la autoridad solicitando el pago por los servicios: “quien deba agua, luz u otro servicio favor de pasar a liquidar su cuenta”. 

Sin embargo, lo que hizo que ganara empatía y confianza con las familias era el hecho de que cuando acudían campañas que traían consigo beneficios a la población, como las de vacunación, las de salud en general, aquellas incluso para atender a las mascotas con vacunas antirrábicas o de otro tipo. La repercusión que tenían los anuncios era muy valorada, y su voz casi era una autoridad, gozaba siempre de gran credibilidad 

Lo anterior era tan cotidiano que la voz de Panchito seguía siendo la más escuchada. 

No faltó otra autoridad que en aras de ganarse la simpatía de sus gobernados decidió colocar unas bocinas modernas en cada esquina de la plaza principal. Éstas emitían un sonido nítido y más sonoro. Sustituyeron a las enormes cornetas que por años utilizó el locutor. Los días feriados se escuchaba una música seleccionada especialmente por Francisco, extraída desde los icónicos discos de acetato de 33 revoluciones. No era de un solo corte, más bien eran canciones del dominio público lo que alegraba el corazón de las féminas del lugar. Los domingos subían los galanes a dedicar melodías a sus novias, más de uno a su esposa. 

Las tardes calurosas en el kiosco del pueblo se convertía en un remanso para las distintas parejas de enamorados. 

No decir aquellas con una tenue llovizna y una neblina que incluso servía para ocultar los rostros de los enamorados que tenían su primera cita de amor. 

Muchas de estas parejas llegaron al altar, otras más no concretaron su idílica relación y terminaban sus encuentros. 

Llegó a ser un miembro más de la comunidad. No se sabía con exactitud de dónde provenía, pero se ganó el respeto y aprecio de los pobladores. Se casó con Raquel, oriunda de este paradisíaco lugar, formando con él un gran matrimonio que después de cuarenta años se mantenía firme.  

Venido a menos al paso del tiempo, fue relegado de estos espacios, sin embargo, un gobernante del pueblo le había diseñado un espacio en el que nadie lo reemplazaría. 

Un día al salir de la cabina fue avisado que había aglomeración afuera de su casa y que era mejor se trasladara con prontitud, no sea que ocurra algo grave. 

Corrió como se lo permitía su cuerpo y los años que cargaba encima. Las caras tristes y las lágrimas de sus vecinos lo decían todo. ¿Qué pasa? Gritó. La respuesta lo dejó perplejo y a punto de desmayarse.  

Tu esposa ha muerto. 

Desde ese día empezó a beber alcohol diariamente. Llegaba a la cabina y le era difícil transmitir desde la cabina los mensajes, balbuceaba y eran inentendible sus palabras. Llegó un momento en que los discos de acetato utilizados daban y daban vuelta produciendo un ruido ensordecedor. Cuando lo iban a ver, lo encontraban dormido. Solo unos días más logró salir al aire. Una noche, la nostalgia de Raquel y su minimizada salud ya no le dejaron seguir. 

El tornamesa cayó estrepitosamente trayendo consigo un silencio sepulcral. 

Hasta aquí el relato y la cita. 

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