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martes, octubre 15, 2024

El vino de los poetas

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La poesía siempre ha estado ligada al vino. Los poetas. Los auténticos, viven en estado de gracia. En esta breve selección, poetas como Borges, Baudelaire y Dylan Thomas nos acercan al estado idílico del ser humano: el de la comunión con el vino y la poesía.

 

Soneto del vino

Jorge Luis Borges

 

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa

conjunción de los astros, en qué secreto día

que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa

y singular idea de inventar la alegría?

 

Con otoños de oro la inventaron. El vino

fluye rojo a lo largo de las generaciones

como el río del tiempo y en el arduo camino

nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

 

En la noche del júbilo o en la jornada adversa

exalta la alegría o mitiga el espanto

y el ditirambo nuevo que este día le canto

 

otrora lo cantaron el árabe y el persa.

Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia

como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

 

Mientras bebo, solo, a la luz de la luna

Li Po

(Poeta chino nacido en el año 701 y fallecido en 762)

Traducción: Luis Gregorich

 

Un vaso de vino entre las flores:

bebo solo, sin amigo que me acompañe.

Levanto el vaso e invito a la luna:

con ella y con mi sombra seremos tres.

Pero la luna no acostumbra beber vino,

y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.

Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava,

mientras aún es primavera.

 

En las canciones que entono vibran rayos lunares

en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.

Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;

ahora, ebrios, cada cual va por su lado.

 

¡Regocijémonos muchas horas todavía,

en nuestro extraño festín inanimado,

para encontrarnos al fin en el Río de las Nubes!

 

 

El alma del vino

Charles Baudelaire

 

Una noche, el alma del vino cantó en las botellas:

¡Hombre, hacia ti elevo, ¡oh! querido desheredado,

Bajo mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,

Una canción colmada de luz y de fraternidad!

 

Sobre la colina en llamas, yo sé cuánto se requiere

De pena, de sudor y de sol abrasador

Para engendrar mi vida y para infundirme el alma;

Mas, no seré ni ingrato ni dañino,

 

Pues que experimento un regocijo inmenso cuando caigo

En el gaznate de un hombre consumido por su labor,

Y su cálido pecho es una dulce tumba

En la cual me siento mucho mejor que en mis frías bodegas.

 

¿Oyes resonar las canciones dominicales

Y la esperanza que gorjea en mi pecho palpitante?

Los codos sobre la mesa y arremangado,

Tú me glorificarás y te sentirás contento;

 

Yo iluminaré los ojos de tu mujer arrebatada;

A tu hijo le volveré su fuerza y sus colores

Y seré para ese frágil atleta de la vida

El ungüento que fortalece los músculos de los luchadores.

 

En ti yo caeré, vegetal ambrosía,

Grano precioso arrojado por el eterno Sembrador,

Para que de nuestro amor nazca la poesía

Que brotará hacia Dios cual una rara flor!

Oda al vino

Pablo Neruda

 

VINO color de día,

vino color de noche,

vino con pies de púrpura

o sangre de topacio,

vino,

estrellado hijo

de la tierra,

vino, liso

como una espada de oro,

suave

como un desordenado terciopelo,

vino encaracolado

y suspendido,

amoroso,

marino,

nunca has cabido en una copa,

en un canto, en un hombre,

coral, gregario eres,

y cuando menos, mutuo.

A veces

te nutres de recuerdos

mortales,

en tu ola

vamos de tumba en tumba,

picapedrero de sepulcro helado,

y lloramos

lágrimas transitorias,

pero

tu hermoso

traje de primavera

es diferente,

el corazón sube a las ramas,

el viento mueve el día,

nada queda

dentro de tu alma inmóvil.

El vino

mueve la primavera,

crece como una planta la alegría,

caen muros,

peñascos,

se cierran los abismos,

nace el canto.

Oh tú, jarra de vino, en el desierto

con la sabrosa que amo,

dijo el viejo poeta.

Que el cántaro de vino

al beso del amor sume su beso.

Amor mio, de pronto

tu cadera

es la curva colmada

de la copa,

tu pecho es el racimo,

la luz del alcohol tu cabellera,

las uvas tus pezones,

tu ombligo sello puro

estampado en tu vientre de vasija,

y tu amor la cascada

de vino inextinguible,

la claridad que cae en mis sentidos,

el esplendor terrestre de la vida.

Pero no sólo amor,

beso quemante

o corazón quemado

eres, vino de vida,

sino

amistad de los seres, transparencia,

coro de disciplina,

abundancia de flores.

Amo sobre una mesa,

cuando se habla,

la luz de una botella

de inteligente vino.

Que lo beban,

que recuerden en cada

gota de oro

o copa de topacio

o cuchara de púrpura

que trabajó el otoño

hasta llenar de vino las vasijas

y aprenda el hombre oscuro,

en el ceremonial de su negocio,

a recordar la tierra y sus deberes,

a propagar el cántico del fruto.

 

Este pan que yo parto…

Dylan Thomas

 

Este pan que yo parto fue alguna vez avena,

este vino en un árbol extranjero

se zambulló en su fruta;

durante el día el hombre y por la noche el viento

segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano

golpeteaba en la carne que vestía la viña,

un día en este pan

la avena al viento era alegría,

el hombre rompió el sol, abatió el viento.

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas

sembrar desolación entre las venas

fueron avena y uva

nacieron de la raíz sensual y de la savia;

mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.

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