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martes, mayo 13, 2025

¡Que no baile el Papa!

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👋 HAY UN VIDEO QUE ESTÁ CIRCULANDO, ahora que murió el Papa, en el que se ve cómo llega una señora —seguramente en El Vaticano—, y, tras inclinarse, busca besar la mano derecha del pontífice, quien casi la empuja para evitar el contacto.

 

🤙 LA SEÑORA PENSÓ, seguramente, que el movimiento del Papa lo había generado algo que escapaba a su entendimiento. Pero el siguiente en pasar ante él —un varón de traje—, sufrió el mismo gesto, aparentemente de rechazo. Y la escena se repitió hasta la náusea.

 

☝️ LA DUDA SURGIÓ: ¿Al Sr. Papa le molesta que le besen la mano? Es claro que no. Nadie en sus cabales rechaza un saludo cargado de afecto y, sí, de cierto servilismo. El servilismo nacido de la obediencia ante un Ser Superior.

 

🫳 Y AQUÍ VIENE OTRA DUDA: ¿Era el Sr. Papa un Ser Superior por muy enviado de Dios es la tierra que haya sido? La respuesta es ambivalente. Si Dios lo eligió entre millones, era, faltaba menos, su emisario. Es decir: su enviado en la tierra para recibir toda clase de correspondencia. Pero a éste y a los últimos Papas, que han pasado por el Vaticano, los han elegido varias decenas de Sres. que se ostentan como Cardenales.

 

🫸 REGRESEMOS A LA PRIMERA DUDA. No parece que al Sr. Papa le haya molestado que una sierva de Dios —todos lo somos mientras no se nos demuestre lo contrario— haya querido besarle la mano (con la consabida baba embarrada de por medio). Aunque tendría todo el derecho del mundo en evitar que ese líquido viscoso —segregado por ciertas glándulas— quedara impregnado en la mano derecha: la mano, precisamente, con la que da la bendición, entre otras cosas.

 

QUIENES CONOCIERON AL PAPA —y no estoy pensando en Valentina Alazraki, que a todos los Papas les hace reverencia—, juran que el hecho de retirar la mano a la hora de la salutación era más bien un gesto de humildad y sencillez, aunque pareciera lo contrario. No es que detestara quedarse con la baba pegada de feligreses de todo el mundo —¿a quien le molestaría tamaña devoción?—, sino que no se sentía merecedor de tal acto de fe. Ahora nos queda claro todo.

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