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viernes, marzo 29, 2024

Las mañaneras

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La acción política sin la comunicación congruente es estéril y sólo motiva un liderazgo incompleto, confuso y muchas veces contradictorio. 

Hacer común las ideas de un líder con sus electores es indispensable para actuar con amplios márgenes de autonomía, promover adhesión a sus ideas y propuestas, multiplicar respaldo y construir legitimidad. Este ejercicio se denomina comunicación política. 

En esos objetivos, el manejo de los medios de comunicación también es un arma estratégica fundamental para el diseño y control de un debate político sustentable con los fines del liderazgo. Ahora es de mayor relevancia en esos espacios virtuales que por momentos parecen poco controlables y adversos. 

Hoy en día un teléfono móvil es de mayor preocupación porque cualquiera puede convertirse en informador y comunicador y hacerlo sin mayores límites que la capacidad de escribir, así sea pleno de errores gramaticales y sin, aparentemente, una finalidad concreta. 

En el lenguaje cotidiano, ajeno a las teorías y enfoques de la ciencia comunicacional, se dice también que “se mata más con la lengua que con una pistola” y que a los actores políticos adversos se controlan o reprimen bajo un régimen conductual de “moscas a las que se quiere acabar a periodicazos”. 

La eficiencia de todo depende: de la autoridad moral del líder, es decir, del porcentaje de población políticamente activa que crea en lo que dice, acepte lo que hace y entienda su estilo personal de ser político. 

En el caso de nuestro país, todas las mañanas participamos, directa o indirectamente, de un sistema de comunicación política innovador y eficiente para el liderazgo político del presidente López Obrador. 

Las mañaneras, sus conferencias de prensa, son un acierto y modelo de comunicación política exitoso porque se han convertido en una referencia indispensable para los actos gubernamentales a los cuales da explicación entendible en el lenguaje especial del Presidente, que directamente enfrenta los temas de interés colectivo, emergentes en la vida cotidiana y otros a los que, a propósito, él coloca en la agenda pública como de la máxima importancia. 

Todos los días se habla, se acepta o se rechazan los temas que el Presidente quiere porque los necesita como instrumentos de acatamiento o coerción. No hay medio de comunicación influyente que comience el día sin referirse a su contenido, para bien o para mal. 

El Presidente es tema de todos los días.  Ave de tempestades o genio de necesidades, pero todos los días determina lo que se habla en todos los lugares del territorio, en todos los grupos poblacionales y en todos los rumbos de su acción colectiva. 

Controla plenamente el debate público y lo dirige, siempre, hacia dónde lo necesita. 

Lo que dice, aprueba o reprueba, se hace contenido indispensable en los medios de comunicación con los cuales, por cierto, ha redefinido una relación de colaboración separada parcialmente de los clásicos controles derivados de los convenios monetarios. En su lugar, les genera suficientes materiales de trabajo comunicacional y al criticarles su conducta y su imparcialidad asegura estar en su páginas o contenidos, haciéndolos también más creíbles porque los clasifica como servidores de los intereses de sus enemigos políticos, la distancia de su capacidad de control, aparentemente, y al merecer su rechazo abierto se asegura que lo mencionen y le den legitimidad a sus afirmaciones o negaciones. 

Bien, mal o regular, todos los ciudadanos hablamos de lo que en la mañanera afirmó, negó, contradijo o desdijo el Presidente.  Y de eso se trata, para que todos los días los ciudadanos comunes y corrientes nos integremos a la plática familiar o con los que trabajamos, lo que dijo el Presidente. 

Los pocos días que no hay mañanera se extraña al Presidente. 

Lo mejor de su estrategia es que al hablar para todos se comunica con el sector de su interés y respaldo pleno, pobres y olvidados, es cierto: El “pueblo bueno”, ese 60 por ciento de la población política del país que todos los días respalda su gestión y al que, también, todos los días el Presidente dirige sus comentarios, explicaciones o les entrega tareas para reproducir en sus lugares donde viven, trabajan o reciben las ayudas de su gobierno. 

Hay material para todo un libro ya los científicos sociales se encargarán. Por lo pronto, todos nos ocupamos de hacer efectivo este modelo de comunicación política con el cual el presidente López Obrador todos los días reitera su liderazgo, un liderazgo que también, se ha dicho, es una campaña política permanente. 

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