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martes, abril 16, 2024

El secreto de la existencia

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¿Cuál será la versión de la historia que convendrá a cada uno llegado el momento? 

Es una pregunta por sí sola difícil de expresar, imposible de descubrir y anticipar. 

Sin embargo, a todos nos gustaría influir en ella y escribirla. Pero la posthistoria de cada uno no depende de uno mismo. Lástima. A Sócrates lo hizo famoso Platón, y a éste, lo consagró Aristóteles. 

La reflexión viene a propósito del auge publicitario y propagandístico que reconstruye la imagen y el concepto del señor Putin. Negativa en el mayor de los contenidos, pero auge al fin y al cabo. Viral, dirían los chavos de ahora. 

En las decisiones del hombre fuerte de la Federación Rusa influyen, al menos, tres condiciones nada espontáneas ni coyunturales: La disminución de la otrora poderosa Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas a una modesta federación rusa. La convicción de que un líder con tantos años en el poder lo puede todo, y además está obligado a restituir territorio, dignidad y poder perdidos. Y la necesidad de trascender a la historia como el gigante que devolvió el liderazgo y señorío perdidos en la comunidad mundial. 

Con esas premisas, la visión de liderazgo en el futuro inmediato para Putin no sólo es grandilocuente, es además necesaria, útil y urgente. A construirla ha dedicado al menos los últimos diez años de su gobierno. No podemos olvidar cómo invadió Crimea y lo separó de Ucrania. La guerra de hoy es una continuación premeditada para avanzar en esos objetivos. 

Y, en esa intención, no es suficiente para la opinión mundial que Putin acuda a la defensa de sus fronteras estratégicas de seguridad nacional. Tampoco al expediente de la protección de sus connacionales en territorios ajenos.  

Vivir para una grandeza hecha a modo. Decidir para anticipar una posthistoria personal sólo revela que Putin está en busca del secreto de su existencia, como en su momento lo hicieron, en el mismo perfil, con diferentes intensidades y direcciones sus ahora referentes indispensables para entenderlo: Mussolini, Hitler y Stalin o Napoleón mismo. 

Su necesidad de estar en la historia mundial es algo que siempre integra en una línea de tiempo imaginaria a esos líderes que quieren cambiar al mundo, sólo para ajustarlo a sus sueños de grandeza y ambición. Finalmente, el tiempo hará que el registro y el recuerdo rescate en algo permanente su intervención. Ahora admiramos a Napoleón, a Alejandro Magno, Atila y a tantos personajes que, en su momento, hicieron lo mismo que Putin. 

Este será el eterno conflicto para entender a los grandes personajes de la historia. Juzgarlos después, y a lo mejor, hasta se olvida lo que en su tiempo costaron sus decisiones. Ese será el trabajo de los historiadores, los analistas que en sus aportaciones siempre valoran más al que gana que al que pierde. 

Eso no lo entenderán los ucranianos. Ni hoy, ni mañana. La resistencia no es para siempre, lo sabemos. También sabemos que un jefe de Estado que permanece muchos años en el poder, termina, casi siempre, soberbio, perfecto y arropado de falso linaje mesiánico. La historia de la humanidad está llena de muchos ejemplos. 

 

Este será el eterno conflicto, entender para qué existimos. 

Por qué, para qué, cuándo, dónde, de suyo son preguntas difíciles. 

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