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miércoles, abril 17, 2024

El México que se va. Parte II

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Las marchas populares encabezadas por los presidentes de la República han sido pocas, pero eficientes. Cada una tuvo objetivos diferentes, pero todas buscaron confirmar y demostrar respaldo a su liderazgo.

La del último domingo abre otra etapa en esta Cuarta Transformación Nacional. Inicia su consolidación y construye el camino hacia el segundo período en el gobierno. Se dispone a durar muchos años, más allá de los límites temporales de los periodos oficiales.

Es lógico que así se pretenda. Ningún movimiento social lograría innovar sin ese respaldo ni en poco tiempo.

Menos cuando lo que promueve son cambios radicales en los usos y costumbres del ejercer el poder público como fundamento de la reasignación de prioridades en su atención, como en su eficiencia social. Es decir, la forma de organizar el esfuerzo colectivo y la distribución de lo que produzca.

El objetivo principal lo dice todo: “Primero los pobres”.

La propuesta de ver el quehacer colectivo en el horizonte contradictorio a la costumbre será, sin lugar a duda, uno de los ejes rectores en esta nueva historia nacional.  Nueva y novedosa que necesita trascender a un amplio y largo plazo. Inteligente también para poder integrar sus esfuerzos en la rutina social, en la que nada permanece estable, todo cambia, pero exige que esos cambios no se dejen a la inercia.

Pero la marcha del último domingo es solo es un testimonio de algo que se debe realizar todos los días. Respaldar a un gobierno no puede ser solo manifestación esporádica.

Confirmar diariamente la confianza en un gobierno demanda comunicación socialmente eficiente. Es decir, que comunique al pueblo con el gobierno y al gobierno con el pueblo.

Es justo y necesario reconocer que uno de los principales errores del México que se va fue la nula comunicación entre ambos.

En la vida real, el gobierno suplió y hasta substituyó la participación de grandes grupos sociales.

La ideología confirió al Presidente prácticamente toda la sabiduría necesaria para la construcción del bienestar general y le adjudicó poderes que sobrepasaron los constitucionales, morales y éticos.  Si bien se reconocieron necesarios para el “buen logro de los fines”, no dejaron de ser “sus fines”.

Debemos revertir esas viejas prácticas y convertirlas en un dialogo diario, que construya decisiones entre todos y que nos permita entender la corresponsabilidad de la eficiencia del quehacer político. Solo así se podrá afirmar un respaldo diario al gobierno, porque el gobierno hace lo que el pueblo le dice.

Esta práctica sigue siendo una de las más importantes tareas de esta transformación porque podría poner en riesgo las mismas intenciones de corrección de los vicios, públicos y ocultos, que motivaron la enorme votación de substitución en las urnas en el 2018.

Si queremos apoyar al gobierno, los mexicanos y mexicanas debemos incrementar nuestra capacidad de dialogar con el Presidente de ahora, y también con los que siguen.

La sabiduría para gobernar, la sabiduría para corregir, la sabiduría para innovar y transformar, solo puede provenir de la intervención de todos y del diálogo entre todos, con quien decidimos gobierne para nosotros, que es diferente a decir “nos gobierne”.

El gobierno debe ser resultado de la opinión y de la intervención de todos.

La autoridad para opinar, para intervenir, no está sujeta a modelo alguno de gobierno. No depende de las facilidades que dé el gobierno.  No se mide en parámetros de la ciencia. Se facilita, se escucha, se atiende y se resuelve.

Y si el problema del modelo que ya hemos substituido fue no haber permitido la intervención de todos en las decisiones del gobierno que debemos dictar todos, justo es reiterarnos a nosotros mismos la obligación como pueblo de no dejar solo a quienes, por nuestro voto, escuchándonos, construyen en concordia, las decisiones generales de gobierno que afectan a todos.

No repitamos la mala experiencia: hablemos, intervengamos y hagamos de ello la corresponsabilidad moral y ética para construir autoridad moral que nos permita calificarnos a nosotros mismos, no al gobierno como algo externo, indolente, indiferente a lo que buscamos todos.

Las razones y las decisiones políticas solo merecen acatarse cuando las construimos entre todos.

Está claro que el México anterior no se irá por sí solo. Necesitamos promover un México que se va por decisión inteligente, pertinente, oportuna y suficiente de todos, sin miedos ni titubeos.

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